El derrumbe en el valor del barril, superior al de la crisis subprime, terminó abruptamente con la tranquilidad vivida en 2019 entre las principales divisas del mundo.
Hoy es fácil reconocer que la “era del hielo” monetaria de los mercados cambiarios durante 2019 era en realidad la calma que precede a la tormenta. Porque después de un año con muy baja volatilidad entre las principales divisas del mundo, el tsunami desatado en el precio del petróleo en este primer trimestre de 2020 se llevó puesta toda la calma que vivieron los operadores e inversores.
Por eso, hay que reconocer las previsiones de los analistas que en diciembre pasado ya anticipaban un año mucho más movido para las monedas.
“Los mercados cambiarios deberían ser cualquier cosa menos aburridos”, indicaba un informe de Goldman Sachs sobre el escenario para 2020, una visión reflejada por varios especialistas. Por eso, lo mínimo que puede decirse es que acertaron y, lo máximo, que sólo erraron las causas de las turbulencias actuales.
Si todos veían un panorama más volátil por el ruido que podía provocar la campaña electoral en Estados Unidos, y más conociendo la personalidad del actual presidente Donald Trump, en ese momento a la defensiva por el impeachment, la realidad terminó superando los escenarios más pesimistas.
El famoso cisne negro que cada tanto descalabra los mercados financieros llegó desde el lugar menos esperado, aunque ya hubiera antecedentes en ese sentido y voces de alarma que alertaban del riesgo de una nueva epidemia.
Ahora todos tienen al coronavirus y sus efectos como tema principal de conversación y variable de peso a la hora de tomar decisiones de inversión. Pero en diciembre de 2019, la actual pandemia era un pequeño contagio detectado en una provincia china. Por eso impacta tanto pensar todo lo que cambió en solo un trimestre en los mercados financieros internacionales, incluido el cambiario.
En el medio de esta explosión de volatilidad de las monedas, sobre todo de países emergentes, se dio un derrumbe en el precio del petróleo como pocas veces se ha visto. Si desde principios de año, el valor del barril del crudo Brent se precipitó un 60% (la semana pasada cerró cerca de los u$s27), en el momento de la crisis subprime se había derrumbado (tan solo) un 43%, es decir que la actual caída es casi un 50% mayor que la de la peor crisis financiera mundial vivida desde el crack de 1929. Así que, ironías aparte, todavía se está a tiempo de que el coronavirus termine superando en amplitud a la hecatombe de 2007-2008.
Lamentablemente, si el petróleo está cayendo tanto no se debe únicamente al terrible impacto en la economía mundial de la pandemia. También es causa de la falta de consenso entre los países productores nucleados en la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), reunidos hace dos semanas atrás para reducir la producción y sostener el valor del barril.
Dos de los principales no lograron ponerse de acuerdo: Arabia Saudita, el mayor exportador mundial, defendía la postura del recorte para evitar una profundización de su déficit fiscal, mientras Rusia estaba necesitada de impulsar sus ventas externas a través de una depreciación de su divisa, que fluctúa libremente.
Así fue cómo el crack petrolero provocó un verdadero tsunami sobre las monedas de los principales países exportadores. Desde principios de año, el rublo ruso perdió un 27% contra el dólar, la corona noruega un 37%, y el dólar canadiense un 11% (el riyal saudí está atado al dólar). “No hace falta decir que las divisas ligadas al petróleo van a ser puestas a prueba en las próximas semanas”, confirmó el analista Lee Hardman, del banco Mitsubishi UFJ Financial Group.
Pero también impactó el derrumbe petrolero en varias monedas latinoamericanas de países exportadores de crudo, como el peso mexicano (lleva un 33% de depreciación contra el dólar desde el 1° de enero), el peso colombiano y el real brasileño (ambos perdieron un 26%), que superó el techo de los 5 reales por dólar.
NI IMPORTADORES SE SALVAN
En este escenario donde la volatilidad hizo su regreso con gran fuerza en los mercados cambiarios y el pánico se apoderó de todos los inversores, ni siquiera los países importadores de petróleo se salvan, cuando deberían estar en grandes condiciones de aprovechar los precios de saldo de los hidrocarburos.
Es así como el rand sudafricano lleva perdido un 18% contra el dólar desde principios de año, mientras que la lira turca logró morigerar un poco más la caída, con un 10% de depreciación contra la divisa de EE.UU.
Otra señal de que la volatilidad regresó a los mercados cambiarios la dio la variación del euro. Si el 1° de enero valía u$s 1,12, el 20 de febrero la moneda común se había desplomado hasta los u$s 1,08, en plena paranoia por el coronavirus en Italia. Pero luego, el euro volvió a apreciarse hasta recuperar el 9 de marzo los u$s 1,14, cuando el presidente Trump reconoció el impacto de la pandemia en EE.UU., después de negarlo durante dos meses. El viernes pasado, un euro se transaba a u$s 1,06, luego de que la Fed anunciara su extraordinario paquete de medidas de estímulo monetario.
Fuente: Cronista