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Con relativamente pocas inversiones, sólo el sector porcino de la “Vaca Viva”, aportaría al país muchas divisas en pocos años. Para lograrlo, se requiere que el sector tenga los mismos beneficios que se otorgarían a la explotación de gas y petróleo en Vaca Muerta.

Por Fernando Vilella

Ingeniero Agrónomo. Presidente del CPIA. Titular de la Cátedra de Agronegocios de la Facultad de Agronomía

Algunos economistas proponen un régimen especial que promueva las inversiones con reglas de juego permanentes en lo fiscal, normativo y gremial, generando áreas free trade para impulsar las exportaciones y las inversiones y salir definitivamente del endeudamiento externo, pero lo hacen solo poniendo el foco en el potencial energético de Vaca Muerta.

Políticas de estado en energía, facilitación de inversiones y generación de empleo son relevantes e imprescindibles, aunque deben combinarse con otras estrategias de desarrollo territorial que tiene similares necesidades económicas y sociales para lograr generar trabajo genuino y arraigo, además de exportaciones realmente competitivas, esto es lo que enunciaremos como Vaca Viva, una figura representa a toda la bioeconomía, no solo a la ganadería. Vaca Muerta, como todo el petróleo y gas (también el carbón), es producto de la fotosíntesis antigua de hace millones de años acumulada en sedimentos de plantas y microorganismos sometidos a distintos procesos físicos y químicos.

Las inversiones en estas energías son muy concentradas, provenientes de multinacionales (en Argentina también YPF). Petróleo, gas y carbón son la expresión tecnológica de los siglos XIX y XX, imposibles de sostener mucho tiempo por su rol en el Cambio Climático Global pues representan un modelo en retirada de consumo lineal.

Uso la figura de Vaca Viva, como un sinónimo de Bioeconomía, que reúne a todas las cadenas agroindustriales productoras de alimentos de origen vegetal y animal, bioproductos, energía y fibras, todo a partir de la fotosíntesis actual, capturando CO2 atmosférico, principal causante del “efecto invernadero”. Como la logística en muchos casos es cara, el agregado de valor a esa biomasa, fundamentalmente logrado por sumar conocimiento, debe ser in situ, generando entonces un desarrollo local y sostenible. Los inversores son mayoritariamente de origen nacional, muchas Pymes, por lo que se supone que las ganancias en su mayoría quedan en el país.

Veamos ejemplos de inversiones y sus repercusiones. Argentina comparte el podio de exportaciones de maíz y soja con los EE. UU. y Brasil, sin embargo, exporta como grano más del 60 % del maíz, mientras Brasil el 30 % y los EE. UU., el 17 %. En el caso de la soja argentina si bien hay una transformación del grano en harinas y aceite, exporta más del 94 % de la harina producida contra el 46% y el 29% de Brasil y EE. UU. Ellos los transforman en carnes, bioenergía y bioinsumos. Nuestras exportaciones son para que otros produzcan proteínas animales ya que esos insumos mayoritariamente no son de consumo directo humano.

La carne en el asador

Sin embargo, atravesamos el mejor momento histórico para exportar proteínas animales debido a las transformaciones dietarías, con un consumo global per cápita que desde 1960 creció de 29 a 55 kilos, mientras se más que duplicó la población (de 3.000 a 7.400 millones de personas) y la producción total pasó de 87 a 430 millones de toneladas de carnes.

Centenares de millones de pobres rurales se transformaron en clases medias urbanas incorporando a sus dietas más carnes. A esto se suma un “cisne negro” que modulará el mercado por mucho tiempo, la fiebre porcina africana en China y sus vecinos. China tenía el año pasado el 50% de los cerdos del mundo y hoy perdió casi la mitad de ellos, este año se pierde la producción de 20 millones de toneladas en un mercado mundial de carnes en torno de los 29 millones. Argentina produce hace 50 años unos 3 millones de toneladas de carne vacuna y actualmente 2,30 millones de toneladas de pollo y solo 700.000 toneladas de cerdo.

¿Por qué no crece más la producción animal si el alimento (maíz más harina de soja) es el 70 % del costo? Básicamente porque no se hacen las inversiones que se requiere. Según el plan de la Mesa de las Carnes, con inversiones del orden de los 6.000 millones de dólares podría exportarse por 10.000 millones anuales en solo 5 años, generando 200.000 puestos de trabajo.

Solo en cerdos, duplicar en 3 años la actual producción requiere una inversión de 1.900 millones de dólares, generando exportaciones por 1.600 millones de dólares anuales y 15 mil empleos.

Otro ejemplo para dar más vida a la Vaca Viva es la actividad foresto-industrial, donde Argentina tiene un déficit en la balanza comercial de 700 millones de dólares anuales, a pesar de tener velocidades récords de crecimiento de los de árboles implantados, una superficie apta muy importante y montes que ya esperan el corte, nuevamente el problema es la falta de inversión. Con inversiones de 7.000 millones de dólares al 2030 que incluyan plantas industriales elaboradoras de papeles o de paneles de CLT aptos para construcciones ambientalmente amigables de última generación, se pasaría a un superávit comercial de al menos 2.500 millones anuales, generando 187.000 puestos de trabajo Estos son sólo algunos ejemplos de la Vaca Viva, pero encontraremos, también, oportunidades semejantes en cada cadena que analicemos. AgTech, granos, frutas, hortalizas, miel diferenciada, semillas, alfalfa, vinos, productos listos para consumir, bioinsumos, bioplásticos, bioenergía, biomateriales de construcción, especialidades, alimentos para mascotas, maquinarias de cultivo, cosecha y clasificación, servicios profesionales, entre otros.

En todos los casos para exportar nos limita la oferta, no la demanda como fue históricamente. Revertirlo requiere conocimientos científicos/tecnológicos que los tenemos (lamentablemente muchas veces deben migrar) y la falta de un encuadre jurídico-institucional para estimular y asegurar las inversiones de mediano y largo plazo vinculadas a los mercados externos.

Hay US$300.000 millones de dólares argentinos fuera del sistema y en el mundo muchos billones de dólares colocados a tasas negativas, todos tendrían una oportunidad cuando está por ingresar al Congreso un proyecto de ley para promoción de Vaca Muerta. No hay ninguna razón, ya que no se piden recursos, para que el tratamiento y promoción que se dé a esta sea diferente a las inversiones en Vaca Viva, propongo que todas las promociones ineludiblemente deben ser simétricas. Hablamos de inversiones nuevas y de instrumentos que no reducen los ingresos fiscales, pero con impacto mayúsculo en el futuro cercano en los territorios y en las exportaciones, todo consistente con los compromisos ambientales firmados por la Argentina.

Es verdad que el presente complejo requiere de otros instrumentos, pero al menos empecemos a construir un futuro diferente y estimulante.

Sin duda, estos conceptos de equidad territorial deberían ser considerados e incorporados a la ley de las dos Vacas por las autoridades y los legisladores de las provincias, especialmente los que dependen de la Viva, evitando una grieta entre ambas, ya que las dos necesarias y complementarias.

 

Fuente: Clarin