Muchos productores aseguran que con el nuevo esquema los números quedan en rojo y que va a caer fuerte la siembra de los cereales. La sustentabilidad, en peligro.
En el departamento de Anta en Salta, a unos 1.200 kilómetros de los puertos de granos del Gran Rosario, el productor Nicolás Courel tiene claro que el aumento de las retenciones significa tres cosas: el derrumbe de la siembra de trigo, un fuerte repliegue del maíz -que floreció en los últimos cuatro años- y una vuelta a la era del refugio en la soja pero en un contexto de precios bajos y con los números al límite. “Ahora, en la soja el margen de error es cero, porque los números quedaron muy finitos en todo el NOA”, le aseguró Courel a Clarín Rural.
El proyecto aprobado ayer en el Congreso afirma que el Poder Ejecutivo nacional “establecerá criterios que estimulen la competitividad de la producción federal en función de las distancias entre los centros de producción y los de efectiva comercialización”. Es decir que se buscará algún mecanismo para neutralizar el impacto del que habla Courel, pero aun no está claro cuál será ese sistema. Deberán considerar, por ejemplo, que los productores que siembran en Salta afrontan costos de flete de unos 60 dólares por tonelada.
El tucumano Nicolás Courel siembra 4.000 hectárea en Salta, a 1.200 kilómetros de los puertos rosarinos. En su zona, asegura que el maíz se vuelve “inviable”.
Y en esta campaña, el incremento de las retenciones coincide con una sequía severa en el NOA que viene frenando las siembras porque falta humedad en los primeros centímetros del suelo para que las semillas germinen.
En un ambiente difícil para la agricultura como el noroeste argentino, con altas temperaturas, lluvias más inciertas, fuerte presión de plagas y costos en ascenso por el aumento de las malezas que resisten a los herbicidas, este año no va a ser sencillo alcanzar los 2.800 kilos de soja por hectárea que se necesitan para no perder plata.
Pero el escenario de la soja es el menos grave. El trigo, que se había vuelto a sembrar hace algunos años, corre riesgo de extinción. Es que apenas rinde unos 1.200 kilos por hectárea (en la zona núcleo logra promedios de 3.500 kilos y picos de hasta 6.000 kilos) y el valor del flete y las retenciones lo vuelven inviable.
“El número no te va a dar de ninguna forma. Y es una lástima porque mejora la cobertura, el manejo de malezas y la estructura de malezas. En este ambiente es fundamental equilibrar la rotación con un 50% con cereales y otro 50% con la soja para darle sustentabilidad al esquema”, insistió el productor, que es tucumano y siembra unas 4.000 hectáreas en Salta.
La otra sensación es que el despegue del maíz se frena en seco. Courel había duplicado la superficie maicera y estaba planificando con su familia algún planteo ganadero para convertirlo en carne, pero en este escenario no hay forma de hacer cerrar las cuentas del cereal, que implica más costos para sembrar y un impacto mayor del flete en camión en la ecuación financiera de la empresa. Es que si destinan más hectáreas al maíz, hay más viajes a Rosario (una hectárea de soja rinde 2.800 kilos por hectárea y una de maíz puede llegar a 7.000 kilos en Salta).
Por supuesto, con la línea del Belgrano Cargas recuperada -se hicieron trabajos importantes en estos años, pero falta- otra sería la historia. El flete en tren vale la tercera parte que en camión.
“El número es horrible”
En el oeste de Buenos Aires, en los campos cercanos a Pehuajó, que están a 400 kilómetros de los puertos de Rosario y de Bahía Blanca, el asesor y productor Ezequiel Berrocal no tiene dudas: “El número es horrible”.
El problema es que se “juntaron todas las pesadillas”. Hay un escenario de precios bajos, una grave sequía y un aumento de los derechos de exportación. “El incremento de las retenciones lo tenés que compensar con más producción para que las cuentas te cierren pero va a ser difícil porque el oeste bonaerense enfrenta una sequía histórica y hay mucha incertidumbre sobre los rindes”, aseguró Berrocal.
Ezequiel Berrocal siembra unas 7.000 hectáreas y asesora en otras 10.000 desde su base en Pehuajó, en el oeste bonaerense.
El productor siembra unas 7.000 hectáreas con dos socios y asesora en otras 10.000 hectáreas, así que conoce a fondo la realidad productiva de la zona. “Si no llueve, esto va a ser una catástrofe”, advirtió. Es que no van a lograr los rendimientos para que las cuentas den con fletes a 25/30 dólares por tonelada, insumos dolarizados y más puntos de retenciones.
En este escenario, Berrocal cree que la soja va a volver a ser el caballito de batalla. “Pero con un alto costo, no hay que olvidar que los años de monocultivo de soja agravaron el problema de la resistencia de las malezas que incrementó entre un 15% y un 20% los costos. Lo que pasa es que el maíz es inviable con un 15% de retenciones”, insistió.
Con 58 años y millones de kilómetros arriba de la camioneta -sembró desde Salta a Carmen de Patagones- su propia historia confirma que en los últimos años muchos productores tuvieron que poner el pie en el freno. “La verdad es que tuvimos los huevos de achicarnos porque vimos que la situación se complicaba. Hace 12 años sembrábamos 70.000 hectáreas, pero decidimos replegarnos”, reconoció.
El riesgo de que caiga la inversión
En Calchín, bien en el centro de Córdoba, el asesor y productor Diego Chiaraviglio cree que el incremento de las retenciones deja los números al límite.
Diego Chiaraviglio es asesor, productor y también está en el negocio del acopio en Calchín, en el centro de la provincia de Córdoba.
“Acá la mayoría de los productores son pequeños o medianos. Trabajan entre 300 y 400 hectáreas y estamos en un punto de inflexión, justo en la frontera de la zona que deja de ser rentable por la distancia con los puertos”, le explicó a Clarín Rural. De Calchín a las terminales portuarias rosarinas hay unos 300 kilómetros y un flete que puede oscilar entre los 15 y 20 dólares por tonelada (representan el 8% del precio de la soja y el 12% del precio del maíz).
Chiaraviglio coincide en que el trigo también va a retroceder en su zona y quizás va ser el verdadero termómetro para medir el impacto del incremento en los derechos de exportación cuando se siembre en el otoño.
“Había vuelto el cultivo como negocio, con expectativas, y me parece que ahora va a quedar más como una alternativa de manejo para las malezas y de cobertura para el suelo”, anticipó.
Otra secuela delicada va a ser que los productores van a jugar a la defensiva: van a tratar de ahorrar en cada insumo. “Yo disiento pero los comprendo. Para mí es el momento de hacer el click e intensificar al máximo para mejorar la rentabilidad. El sistema se hace menos eficiente cuando ajustás la tecnología”, planteó.
También está convencido de que se van a bajar muchas secuencias de doble cultivo de trigo y soja. “Se están replanteando los negocios. El número no era agradable y con las retenciones queda en la raya y vas a cambiar la plata con rindes promedio en los tres cultivos”, estimó.
A la ecuación hay que sumar una última variable más, que se contagia en todas las zonas: el clima de incertidumbre que puede frenar inversiones que son estratégicas para las economías regionales.
Fuente: Clarin