La ola de argentinos que hacen turismo de compras en el exterior coincide con un déficit reducido de la balanza cambiaria. ¿Se puede revertir la tendencia?
El furor del turismo de compras, que se evidenció en el último fin de semana extra largo por el dólar barato, trajo el revival de otros momentos históricos de desfasaje cambiario. Pero, esta vez, hubo un detalle que marcó una diferencia: la tendencia es usar cada vez más los dólares propios y menos la tarjeta de crédito.
El motivo, claro está, es la gran brecha entre el dólar blue y el tipo de cambio que surge por usar la tarjeta. Entre ambos precios hay nada menos que un 40% de diferencia, lo suficiente como para que muchos productos ya no sean percibidos como una ganga.
Así, productos como teléfonos celulares de gama alta, que en Chile se pueden conseguir por un 35% menos que en Argentina, ya casi emparejan el precio si en vez de calcularse a la cotización de $1.000 del blue se hace el cálculo a los $1.400 del “dólar tarjeta”.
La diferencia entre ambas cotizaciones es el resultado de aplicarle, al tipo de cambio oficial, que en el Banco Nación estaba la semana pasada a $876, un adicional del 60%. Un 30 por el impuesto PAIS y otro 30 como percepción adelantada por el impuesto a las Ganancias.
No es este, por cierto, el momento en que se aplicaron mayores recargos a las compras en el exterior. Hasta diciembre pasado se aplicaba un 155% – la percepción por Ganancias, que hasta entonces estaba en 40%, se fue directamente a 100%. Ya antes se aplicaba otra percepción, de un 25% por el impuesto de Bienes Personales, más un 30% del impuesto PAIS-.
Pero, aun así, para los viajeros argentinos el “dólar tarjeta” seguía siendo más conveniente que comprar divisas en el mercado paralelo: como el tipo de cambio oficial rondaba los $380, cuando se le aplicaban todos los recargos seguía estando por debajo del blue, que ya había traspasado la barrera de los $1.000.
La ola de compras turísticas en Semana Santa dejaron en evidencia que el público evitar usar la tarjeta por la brecha frente al dólar blue.
En definitiva, los dólares ahorrados seguían estando bajo el colchón, mientras que los que se gastaban en las vacaciones salían del mercado oficial -a la larga, de las reservas del Banco Central-. Una prueba elocuente de ello es que en el balance cambiario de noviembre pasado, el rubro “Viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta” tuvo un resultado deficitario por u$s975 millones. Un nivel considerado intolerable para un país sin reservas y con un duro racionamiento de las importaciones.
De sostenerse ese promedio mensual, Argentina se encaminaría a tener una salida de capitales similar al del récord de 2017 y 2018, cuando antes de la devaluación se batieron récords de compra de pasajes y una multitud de hinchas viajó al Mundial de Rusia.
La tendencia creciente de la salida de divisas por turismo recién se revirtió después la devaluación dispuesta por Toto Caputo. De hecho, en el último balance cambiario, correspondiente a febrero, la salida de dólares ya había caído casi tres cuartas partes.
Dólar barato, un efecto deliberado
Lo cierto es que el regreso del “deme dos” dejó en evidencia, una vez más, que uno de los pilares sobre los que se sustenta el plan económico de Javier Milei es el uso de los “dólares del colchón”.
Ya la tendencia estaba clara en el plano financiero: no hubo peor alternativa de inversión que quedarse con dólares guardados durante el último verano, dado que la cotización del paralelo se desplomó desde un pico de $1.255 hasta un mínimo de $980. Esto hizo que quien haya invertido en plazo fijo tradicional en febrero obtuviera un inédito 27% en dólares en apenas un mes, y que quien hubiera optado por el plazo fijo UVA en diciembre, se encontrara tres meses después con una espectacular renta dolarizada de 70%.
El entorno recesivo y la fuerte contracción monetaria también hicieron su parte: ante la suba de precios y la falta de pesos, hubo empresas y particulares que se desprendieron forzosamente de los dólares ahorrados, de manera de poder hacer frente a los costos en ascenso.
Y, ahora, se observa la repetición del fenómeno en el turismo. Los argentinos siguen viajando en masa, dispuestos a comprar en el exterior, pero saben que es mejor usar los propios dólares -o, en todo caso, comprarlos en el mercado “blue”- antes que pesificar los gastos a una cotización de $1.400 por dólar.
Dólar barato: ¿se revierte la tendencia?
Ese propósito deliberado del gobierno tampoco es original de la gestión de Milei. Después de todo, la prédica continua de Cristina Kirchner en los últimos cuatro años fue la de encontrar un consenso nacional para resolver el problema de la economía bimonetaria, que hacía que Argentina fuera el país con mayor cantidad de billetes de dólares guardados por la población, al mismo tiempo que el Banco Central vivía una asfixia permanente.
En el gobierno peronista se intentaron varias vías para que, al menos, los turistas recurrieran a sus propios dólares y no a los del BCRA. Una de ellas fue la prohibición, a fines de 2021, de la financiación con tarjeta: desde ese momento, había que pagar todo el costo del pasaje de avión al contado.
Sin embargo, quedó en evidencia que esas regulaciones no tuvieron el efecto buscado y que solamente tras una devaluación fuerte se logró un freno.
De todas formas, lo ocurrido en la Semana Santa fue una advertencia: el retraso cambiario y el encarecimiento relativo de Argentina traerá problemas, tarde o temprano. Y los economistas advierten que el fenómeno de los turistas que usan sus propios dólares es algo que solamente puede sostenerse por la vigencia del cepo cambiario.
¿Qué pasará, entonces, cuando los controles empiecen a desarmarse, como el Gobierno anticipó que ocurrirá en el segundo semestre? Ahí está la gran duda, porque el tipo de cambio “de equilibrio” para el comercio exterior no necesariamente coincide con el que equilibra la balanza turística.
De hecho, los economistas ya advirtieron que si se unificara el mercado cambiario al actual precio del “contado con liquidación”, se volvería a producir un voluminoso déficit en el rubro “Viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta”, que fácilmente triplicaría el actual nivel de u$s260 millones mensuales.
Hay, además, otro tema regulatorio vinculado al cepo: en teoría, ya no debería aplicarse el impuesto PAIS en un mercado cambiario libre. Es un factor que hoy encarece en 30% al uso de la tarjeta en el exterior.
Fuente: Iprofesional