La caída productiva de la soja y el maíz podría ser compensada por altos precios internacionales. Qué pasará con la carne.
Soja y maíz, muy complicados
La campaña agrícola de granos gruesos –soja y maíz- viene muy golpeada por la falta de precipitaciones y las altas temperaturas de noviembre y diciembre. Hasta el momento, solo para la oleaginosa se prevé que más de 2,4 millones de hectáreas sembradas se encuentran en situación entre mala y regular. En tanto, continúa muy demorada la siembra porque apenas se llegó a cubrir poco más del 70% del área estimada de alrededor de 16 millones de hectáreas.
En definitiva, la campaña agrícola enfrenta la peor situación de los últimos tres años y muy comparable al desastre productivo que sucedió en 2018/2019.
De continuar este escenario, solo en soja la caída en el ingreso de divisas respecto a 2022 puede ser de al menos u$s5.000 millones. Pero si se suma lo ya perdido por las menores exportaciones de trigo y el retroceso en la campaña de maíz, el país dejaría de percibir unos u$s15.000 millones en 2023.
Según las proyecciones del economista David Miazzo de FADA, en el escenario más optimista el agro aportaría en 2023 unos u$s36.100 millones, en el realista unos u$s33.100 millones y en el más pesimista unos u$s29.800 millones. En tanto, 2022 habría cerrado con un aporte de poco más de u$s45.000 millones. Así es que, de cualquier manera, la economía argentina tendrá menos dolores en este 2023.
Otro dato clave que destaca Miazzo es que a partir de julio se sumará un retraso en el ritmo de comercialización a la espera o no de un cambio de Gobierno, como sucedió en 2015. Es que los productores aguardan conocer el signo político que conducirá el país a partir de diciembre próximo para tomar la decisión de vender o no ya que las reglas de juego cambian constantemente.
Precios en la mira
La buena noticia para la economía puede venir de la mano de los precios internacionales de los granos. Parte de esos u$s15.000 millones que se dejarían de percibir por la menor producción podrían ser compensados, en parte, por mejores valores internacionales. O más bien con el sostenimiento de los precios que se evidenciaron en la recta final de 2022.
En la última semana de diciembre la soja superó ampliamente en el mercado de Chicago los u$s550 por tonelada y el maíz quedó muy cerca de los u$s270 por tonelada. Allí se abre una ventana de esperanza para la economía, pero también un signo de interrogante para los productores. Es que aquellos que pierdan gran parte de su cosecha, difícilmente puedan lograr un equilibrio de la mano de mejores valores internacionales. Un Estado presente para los pequeños y medianos agricultores será un factor clave.
En este contexto es que las entidades del campo y las distintas organizaciones que representan a la producción agropecuaria cerraron 2022 solicitando “paliativos” al Gobierno para aquellos pequeños y medianos productores que sufrirán fuertemente los efectos devastadores de la sequía.
Otra ventana que se abre es la necesidad que tendrá la industria del crushing de soja de contar con mercadería y que esta sea de calidad. Es que la sequía también impactó en la calidad del grano para ser procesado y así conseguir harina y aceite de soja, donde Argentina se posiciona como líder en envíos. Las primeras proyecciones de los exportadores adelantan que la capacidad ociosa de las fábricas locales puede ir en aumento y eso tampoco es una buena noticia para el entramado productivo y el ingreso de divisas en este 2023.
Ganadería, entre luces y sombras
En el sector de ganados y carnes, la sequía también está metiendo presión en el inicio de este 2023. Algo ya se descuenta de cualquier manera y es que habrá menor disponibilidad de carne en el mercado interno que, si bien podría hacer subir los precios que recibe el productor por el animal en pie, también impactará de lleno en los bolsillos de los argentinos que pagarán la carne vacuna más cara.
Hasta diciembre de 2022 se estimaba que alrededor del 50% del stock vacuno argentino se encontraba sufriendo los efectos de la sequía y por eso los productores aceleraron el envío de animales a faena, generando así una nutrida oferta para el mediano plazo. Así, 2023 inicia con precios estables para la carne, pero el panorama puede ser complejo con el correr de los meses.
“Con 12,26 millones animales faenados hasta el mes de noviembre y unos 13,5 millones proyectados a diciembre, la faena anual superaría el 25% de los 53,4 millones de vacunos registrados a inicios del ciclo, es decir, datos al 31 de diciembre de 2021. Para no registrar una caída en el stock nacional, este año se deberían incorporar entre 14,8 y 15,1 millones terneros y terneras, dependiendo del porcentaje de mortandad de hacienda que termine dejando el año, sabiendo que muy probablemente esta tasa exceda la que usualmente se registra en un año promedio”, explicaban desde el Rosgan al filo de 2022.
Desde la entidad rosarina explican claramente el escenario que afrontará el sector en este año: “La merma en la cosecha de maíces tempranos ya se encuentra descontada, tanto por menores siembras como por condición de actual de los cultivos. Según estimaciones privadas, la producción total podría verse ajustada en más de 6 millones de toneladas respecto de los 52 millones obtenidos el año pasado. Esto sin duda ya define un primer semestre para el feedlot sumamente complicado en términos de margen económico de la actividad. Sin embargo, un cambio de fase climática sí podría revertir el escenario para producción a base pastoril. Si esto sucede, tal como muestran los principales modelos climáticos, y a partir de febrero comenzamos a transitar una fase de neutralidad para luego ingresar a un otoño-invierno más lluvioso, podríamos esperar entonces mayor retención de hacienda en los campos. Mayor retención y ciclos de engorde más largos, indefectiblemente derivan en un bache transitorio de oferta que se sentirá especialmente durante la primera mitad del año. Por tanto, bajo ambos escenarios, ya sea en un contexto de seca prolongada que obligue a liberar hacienda con menos kilos logrados o bien, en un contexto climático más favorable a la retención, 2023 se anticipa como un año con menor oferta de carne vacuna”.
Fuente: Ambito