Cuando se depura el rubro de retenciones a la exportación y se corrige por inflación, la recaudación muestra el freno en los rubros ligados a la producción
Oculta detrás de los festejos por el éxito del “dólar soja”, la recaudación impositiva de septiembre fue una confirmación de las peores sospechas: ya aparecen las primeras señales de enfriamiento de la economía.
Es lo que se evidencia cuando, a los números de la recaudación se le depuran el efecto del aporte extra de las retenciones al agro y cuando se calcula la variación real, teniendo en cuenta que, con una inflación que probablemente se ubicará en torno al 7% en septiembre, ya se estará en un nivel anualizado de 84%.
Tras el récord de ventas -ingresaron u$s8.123 millones- la soja produjo el esperable impacto sobre la recaudación: la retención de exportaciones aportó a la caja de la AFIP $434.033 millones contra apenas $89.135 millones del mes anterior.
Es decir, casi se quintuplicó la recaudación por retenciones, que en septiembre representó un 20,4% de la “torta” total impositiva. En comparación, en agosto había caído a un nivel mínimo de 5%, mientras que en septiembre del año pasado era 7,5%.
Con semejante aporte extraordinario causado por el tipo de cambio preferencial a $200, se descontaba que el Gobierno recibiría un oxígeno fiscal, con lo cual afrontar los gastos de los próximos meses, que incluyen un refuerzo en la asistencia estatal para los sectores de menores ingreso.
Pero, lejos de ser motivo de festejo, la recaudación de septiembre esconde una preocupante señal de alarma: en las “entrelíneas” de la recaudación ya pueden reconocerse los síntomas de un enlentecimiento en la actividad productiva, un tema del cual los economistas vienen advirtiendo desde que se puso en marcha el plan económico de Sergio Massa.
Sin la soja es otra cosa
Para poner en números la situación, cuando se depura el “efecto soja”, el aumento interanual de la recaudación ya no es el impactante 117,9% sino un 89,7%, una cifra que cuando se corrige por inflación deja una variación real de 2,9%. Y si la comparación se hace contra agosto pasado, la cosa empeora: la recaudación “des-sojizada” ya marca una caída real de 2,5% en un mes.
Pero hay otro factor a considerar: la caja de la AFIP también creció por la contribución de un rubro que no es motivo de festejo para el Gobierno: el impuesto PAIS, que es un reflejo de la “fuga” de dólares, porque es el que grava la adquisición de divisas para ahorro, la compra de pasajes de avión, los gastos con tarjeta en el exterior y las operaciones comerciales en plataformas online.
En septiembre, la recaudación del impuesto PAIS permite inferir que los argentinos pagaron $146.696 millones por sus compras dolarizadas, lo cual, a un tipo de cambio promedio de $149, significa que le pidieron al Banco Central nada menos que u$s980 millones.
Es un dato que confirma al equipo de Massa en la necesidad de ponerle un freno a la compra dólares por parte del público minorista a través de un nuevo esquema cambiario, el todavía no oficializado “dólar Quatar”.
Lo cierto es que si a la recaudación total se le resta, además del aporte de la recaudación por la exportación de soja, también el impuesto PAIS, entonces las cifras arrojan un resultado peor aun: la suba anual de la recaudación queda en apenas un 1,4%, mientras que la variación mensual respecto de agosto marca una caída real de 3%.
La economía real pone el freno
Los rubros habitualmente ligados a la “economía real” –Ganancias, el IVA y el impuesto a los cheques– tuvieron, en realidad, variaciones mucho menos impactantes que la suba general de 117,9% expresada en la recaudación general.
Aunque también en este caso hay que considerar factores extraordinarios que hace que haya que tomar las cifras con precaución. Es así que lo recaudado por Ganancias tuvo una suba nominal de 110% -un 14% interanual real, corregido por inflación- pero es un rubro que tuvo dos impactos extra. El primero, claro, fue la propia actividad inusual de la exportación agrícola, que impacta en la recaudación de Ganancias por la dirección de Aduanas.
Pero, sobre todo, el incremento en este impuesto está influenciado por “anticipos y percepción sobre pagos realizados en dólares”, según observa un reporte de la consultora LCG.
El IVA, por su parte, indicador por excelencia de la actividad productiva y comercial, registra un incremento casi nulo, de apenas 0,3% cuando se lo corrige por la inflación anual.
Pero el dato llamativo es el de los rubros de la recaudación vinculados a la seguridad social -como las contribuciones patronales y los aportes personales-, con una variación nominal de 81,7%, que esconde una desmejora cuando se lo corrige por inflación. En conjunto, estos rubros ligados al mercado laboral marcan una caída real de 1,4% en la comparación interanual, y una retracción de 2,4% contra el mes anterior.
Y esto ocurrió en un contexto de aumento del empleo, lo cual da la pauta de la magnitud que está alcanzando el retraso de los salarios. El Gobierno alega que la evolución de estos impuestos sigue afectada por las exenciones otorgadas por el Estado para aliviar la carga tributaria al sector de la salud y a las provincias del norte.
Lo cierto es que se trata de un rubro de la recaudación tributaria que marca un retroceso, en un fuerte contraste con lo que ocurría en otros momentos de rebote de la economía, cuando solía ser destacado en los comunicados oficiales como un síntoma de la recuperación salarial en el marco de los acuerdos paritarios.
El temor al efecto post-soja
Estos datos, en definitiva, confirman a quienes vienen advirtiendo por un enfriamiento de la economía. Como Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, quien destaca que entre febrero y julio, el EMAE -indicador proxy del PBI- sólo subió un 1%, en un virtual amesetamiento.
“La aceleración inflacionaria de los últimos meses disminuye el poder adquisitivo de la demanda; el torniquete a las importaciones de insumos y partes afecta la producción y, en un combo más reciente, operan el ajuste fiscal y monetario”, observa Vasconcelos.
Y destaca cómo el gasto público pasó de expandirse 11,2 % interanual en términos reales en el segundo trimestre a contraerse 4,1 % en el tercero, al tiempo que el crédito al sector privado se contrajo un 5 % en términos reales en los últimos 30 días, pese a que los depósitos a plazo fijo subieron 5 puntos.
En todo caso, lo que el mercado da por seguro es que este ingreso de la caja fiscal que se vio en septiembre será una situación excepcional, sin chances de repetirse. Más bien al contrario, la expectativa es que, así como la soja realizó un aporte excepcional el mes pasado, volverá ahora a tener una contribución muy baja.
La primera señal al respecto la dio el hecho de que el Banco Central compró el martes apenas u$s3 millones, después de haber tenido jornadas en las que rondó los u$s400 millones. Los analistas del mercado agropecuario pronostican una caída brusca en la exportación, que podría prolongarse hasta marzo inclusive.
El hecho de que las grandes industrializadoras que compran granos ya estén bien abastecidas, unido al bajo atractivo que implica volver a un precio de $55.000 por tonelada después de los $70.000 que se pagaron hace un mes, hacen que los productores sojeros vuelvan a la actitud defensiva y retengan en silobolsas un remanente de aproximadamente 17 millones de toneladas.
“El mercado tiene una regla de oro: la comercialización de granos responde directamente a los incentivos que se les dé a los productores para que negocien sus inventarios. Frente al atraso cambiario, el productor se sienta arriba de su stock”, afirma Diego Palomeque, consultor financiero y director de la firma Agroeducación.
Pronósticos escépticos para la economía
Esto lleva al escepticismo sobre la fortaleza de la caja fiscal en el corto plazo. “Para lo que resta del año esperamos que la recaudación en términos reales vaya perdiendo vigor en virtud de un resentimiento en el nivel de actividad. La mayor nominalidad podrá explicar la magnitud de la tasa de crecimiento, pero en términos reales estimamos que el crecimiento debería empezar a ceder“, apunta la consultora LCG.
Y proyecta que la recaudación anual llegará a $19 billones, lo que implica una suba nominal de 77% respecto del 2021, algo que probablemente terminará reflejando una caída en términos reales.
Mientras tanto, el humor empresarial se refleja con elocuencia en varias encuestas, como la realizada por el IAE Business School: ante la pregunta de cómo será la situación del país en los próximos seis meses, un 65% respondió “peor”, reafirmando una tendencia de pesimismo creciente. Ante la pregunta sobre si su propio negocio podrá mejorar, sólo un 41% respondió positivamente, cuando en el sondeo anterior era un 49% el que proyectaba un crecimiento.
Otro sondeo, realizado por la consultora EY en conjunto con el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas entre empresas líderes, revela expectativas pesimistas para el año próximo. Ante la pregunta de cómo evolucionará la rentabilidad de su compañía, apenas un 30% cree en un crecimiento.
Fuente: Iprofesional