La importación llega a u$s6.800 al tiempo que los productores retienen soja en las silobolsas. Los analistas replican la teoría conspirativa del Gobierno
La consigna de “pasar el invierno”, que hasta hace pocas semanas despertaba comentarios irónicos por la modestia del objetivo trazado, empieza a verse ahora como una meta ambiciosa para el nuevo equipo económico. A medida que la brecha cambiaria se agranda, tiende a crecer la salida y a bajar el ingreso de dólares.
Aunque el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, ya había adelantado que la balanza comercial de junio marcaría un nuevo récord de importaciones -con u$s2.000 gastados en la compra de gas- no dejó de causar impacto la cifra que trascendió en las últimas horas. Los u$s8.600 millones del mes pasado hacen parecer pequeño el anterior récord de mayo -u$s 7.870- que había motivado el debate sobre el “festival de importaciones”. Como ya adelantaron los funcionarios, aun con las medidas restrictivas para el comercio exterior, será difícil que la importación se pueda reducir significativamente en el corto plazo, dado que ante las bajas temperaturas invernales el rubro de combustibles seguirá aumentando su participación en el total. El rubro energético ya explica el 25% de las compras en el exterior, cuando hace un año no llegaba a un 10%.
Silvina Batakis, tras reunirse con empresarios de la Unión Industrial Argentina, prometió que se mantendría aceitado el mecanismo para que las compras de bienes de capital e insumos -que vienen creciendo a un ritmo de 40% interanual- no se estanquen y pongan en riesgo la actividad productiva. Pero todo indica que le será difícil a la nueva ministra cumplir con esa promesa, dada la situación de crisis extrema en que se encuentran las reservas del Banco Central.
La cifra de reservas brutas, que hace tres semanas se ubicaba por encima de u$s42.000 millones, hoy está en u$s40.400, y hay economistas que ya proyectan que para fin de año podrían caer hasta el nivel de u$s35.000 millones. El BCRA está mostrando grandes dificultades para poder retener los dólares que ingresan por las exportaciones, al punto que en las últimas tres semanas pudo comprar sólo u$s240 millones, como saldo de semanas con ingresos fuertes por el cierre operativo del comercio exterior y luego fuertes salidas ante la turbulencia política.
Temporada de controles
Como siempre ocurre en estos casos, el reflejo político es el de extremar los controles y dejar flotar en el ambiente la posibilidad de sanciones a empresas. Sin ir más lejos, la denuncia hecha por la Dirección de Aduanas sobre el “alquiler de cautelares” para poder importar aun sin tener la documentación SIMI, está teniendo una fuerte repercusión política -sobre todo, a partir de que la propia Cristina Kirchner hiciera un comentario en las redes sociales-.
Y en el ámbito empresarial se da por descontado que se intensificará el control para evitar las maniobras de empresas que traten de eludir las restricciones oficiales para la importación.
Por lo pronto, ya antes de detectarse esta maniobra se estaba realizando una “sanción moral” a empresas que habían obtenido las cautelares, al mencionar en público los nombres, en una insinuación de connivencia con el poder judicial.
De todas formas, la cantidad de mercadería importada por medio de medidas cautelares no llega a u$s2.000 millones en los últimos dos años. Es decir, menos de lo que se importa por compras de gas en apenas un mes.
Para colmo, el campo baja su aporte
Y es en este marco donde entra a jugar la entrada de dólares del campo: ante cierta resignación en el sentido de que será difícil bajar las importaciones, la esperanza del Gobierno estaba puesta en la cifra récord prevista para la exportación.
Sin embargo, empezaron a llegar señales desalentadoras, tanto del mercado global como de parte de los productores argentinos. En consecuencia, se teme lo peor: que al boom importador se le combine un recorte en la entrada de dólares por exportaciones agrícolas, un verdadero mix explosivo para una economía con expectativas de devaluación brusca.
Lo cierto es que se están corrigiendo a la baja las previsiones de exportación, debido a la caída de cotizaciones de los commodities agrícolas, sumado a la retracción de los productores, que ralentizaron su ritmo de ventas, y -para empeorar- las malas perspectivas de las próximas campañas por problemas climáticos.
Así, en apenas un mes se recortó abruptamente en u$s8.000 millones la previsión sobre el aporte que el campo podrá hacer este año a la exportación total. Esto lleva a que sobre una previsión de ventas por más de u$s87.000 millones, ahora se esté pensando en un número en torno de u$s80.000 millones.
Sigue siendo una excelente cifra, que supera la marca de u$s78.000 millones registrada el año pasado, pero que para este momento de la economía argentina significa un duro golpe anímico.
A comienzos de mes se dio una brusca caída en los precios de los granos que vende Argentina, sobre todo soja, maíz y trigo, que tuvieron recortes de hasta 20% respecto de los máximos alcanzados a comienzos de año, tras la invasión rusa a Ucrania.
El motivo de la caída fue la reanudación de venta de la producción ucraniana, en combinación con una retracción de la demanda china. A lo cual se agregó un reporte agrícola de Estados Unidos, donde se revirtieron predicciones inicialmente negativas por factores climáticos: esto hace prever una oferta mayor a la originalmente prevista, y en consecuencia un “techo” a los precios.
Luego, en un mercado volátil, los precios volvieron a subir, pero en los últimos días hubo una nueva baja. Los últimos precios de Chicago indican una soja en u$s550 por tonelada, que sigue siendo excelente en comparación con la cotización de u$s450 con la que Alberto Fernández inició su gestión, pero que está un 15% debajo de su máximo de hace dos meses, y con perspectiva de profundizar la caída.
“El 2022 no es un año para productores con problemas cardíacos”, sintetizó un reporte del consultor Marcelo Accari, en el que prevé un mercado volátil para los próximos meses.
La brecha cambiaria, aliada de la silobolsa
Pero lo que está llevando a los productores a disminuir drásticamente su ritmo de exportación -y a retener en silobolsas un porcentaje inusualmente alto de su cosecha- está más fundado en los problemas internos de la economía argentina que en las oscilaciones del mercado global.
Mientras el Gobierno vuelve a plantear la teoría conspirativa y habla sobre presiones de grupos económicos para forzar una devaluación, los analistas del campo lo explican de una forma mucho más sencilla: los productores no sólo no se están haciendo millonarios con el actual panorama internacional, sino que están recortando sus márgenes, como consecuencia de la política cambiaria.
Una estimación del analista Carlos Etchepare es bien elocuente al respecto: cuando la soja cotizaba a u$s608, el productor argentino sólo recibía u$s177, después de tener que liquidar sus divisas al tipo de cambio oficial, después de restados los impuestos y después de convertir el remanente otra vez a dólares en el mercado paralelo.
En otras palabras, el sojero apenas logra captar el 29% de la cotización de Chicago. Es por esto que, desde su visión, tiene más sentido esperar a un tipo de cambio más favorable antes que apurarse a aprovechar un precio internacional del que no podrá beneficiarse.
El mismo desestímulo ocurre con el trigo y con el maíz: los productores reciben, respectivamente, un 32% y un 39% del precio internacional.
Y, naturalmente, el crecimiento de la “brecha” entre el dólar paralelo y el tipo de cambio oficial hace que esta situación esté empeorando. Al respecto, Marianela de Emilio, consultora y experta del INTA, pone un ejemplo sobre cómo, en términos de poder adquisitivo, cada tonelada vendida le deja al productor la mitad de lo muestran las pantallas de cotizaciones.
“Una tonelada de soja la semana pasada valía $46.800, equivalente a u$s370 a tipo de cambio oficial, y u$s173 a tipo de cambio MEP, es decir, se alcanza a comprar menos del 50% de los dólares que dice valer la soja. Pero hoy, la tonelada de soja vale $48.690, mostrando una suba de $1.890, que, al tipo de cambio oficial resulta en u$s380, mostrando una suba de u$s10, pero al tipo de cambio MEP esta tonelada vale u$s171, es decir dos dólares menos que la semana pasada“, explica De Emilio.
El dato clave que hace que el productor hoy esté ganando menos dólares a pesar de que la soja haya mostrado un rebote es la brecha cambiaria, que entre una semana y otra subió de 114% a 128%.
Hay otros aspectos que también están jugando a favor de una actitud defensiva por parte de los productores. El consultor Salvador Di Stefano pone el foco sobre el costado impositivo del negocio: dado que se llegó a un acuerdo político para aplicar el ajuste por inflación al 100%, esto funciona como un desestímulo a la venta. Su explicación es que quien retenga soja en las silobolsas pagará menos del Impuesto a las Ganancias, dado que la soja y el maíz aumentaron menos que los costos ajustados por inflación.
Corrigiendo el optimismo de Guzmán
Todos esos factores hicieron que los productores bajaran a la mitad su ritmo de ventas, un motivo de preocupación para la dupla Batakis-Pesce, que está analizando la forma de revertir el problema. Por estas horas, se habla sobre eventuales incentivos fiscales para acelerar la liquidación.
Lo cierto es que el panorama de las reservas está en máxima tensión. Ya nadie repite el argumento del renunciado Martín Guzmán, que no se mostraba demasiado preocupado por el tema, ya que creía que la cautela de los productores no era más que un “cambio en la estacionalidad del negocio agrícola”.
Su previsión era que la relativamente baja exportación de estos meses se vería compensada con ventas altas en el último cuatrimestre del año -una época en la que típicamente se produce un bajón en el ingreso de dólares del campo-.
Pero la mayor tensión observada en el mercado cambiario, con la creciente brecha del dólar paralelo está relativizando estas previsiones. Para ponerlo en números, un reporte oficial bajó a 4 millones de toneladas la molienda de soja para el período julio-septiembre, cuando la previsión de Guzmán indicaba 7,5 millones de toneladas. Hablando en plata, significa un ingreso por u$s2.434 millones, la mitad de lo que había previsto Guzmán.
Y las malas noticias no terminan allí: han circulado malas noticias respecto de la próxima campaña de trigo, por problemas climáticos. Ya se habla de un recorte en la producción inicialmente prevista, lo cual además coincide con tendencias de precios a la baja.
El trigo era la apuesta a que el próximo verano transcurriera sin tensiones cambiarias, y ahora aparece como un interrogante. Aunque claro, todavía es un problema lejano, porque para preocuparse por el dólar del verano primero hay que pasar el invierno, y las tensiones que se acumulan hacen dudar sobre si se podrá evitar la temida devaluación.
Fuente: Iprofesional