Pese a que el presidente Alberto Fernández destacó la importancia del campo en su discurso de hoy frente a la Asamblea Legislativa, hubo omisiones y contradicciones que ponen en duda esa visión.
El Presidente resaltó los aumentos que hubo en 2021 de producción en maíz, trigo y cebada. Sin embargo, no se refirió al estancamiento de la soja, el principal cultivo del país y generador de divisas en toda la cadena (poroto, harina, aceite y biodiésel). El área sembrada con el cultivo se redujo en la campaña 2021/2022 un 3,5% respecto del ciclo 20/21. Precisamente, la soja tiene el mayor nivel de derechos de exportación (33% en poroto y 31% en harina y aceite) de todos los productos del agro.
Al destacar también el aumento de producción de las economías regionales, Fernández lo vinculó con la baja a cero de las retenciones para este sector. “En 2021 hemos continuado con la reducción o eliminación de derecho de exportación para la gran mayoría de los productos de las economías regionales. Los notables incrementos de producción en estos rubros marcan el camino a seguir”, sostuvo el Presidente. Cualquier dirigente rural que pide la baja de la presión impositiva para incentivar una mayor producción tomaría esa frase como una música maravillosa para sus oídos.
Otra contradicción se reflejó con la intención de impulsar una ley agrobioindustrial, propuesta por el sector privado hace casi dos años, para generar unos 700.000 puestos de trabajo y llegar a exportaciones por US$100.000 millones, sin descuidar el mercado interno. Este proyecto, que propone la estabilidad fiscal por diez años de la actividad para alcanzar esos objetivos, tiene como condición que no haya medidas distorsivas en el comercio exterior. El mismo Gobierno que envió ese proyecto al Congreso fue el que el año pasado les puso un cepo a las exportaciones de carne y creó un sistema de intervención que distorsiona el mercado de trigo y maíz. Además, alienta ahora un fideicomiso para vender harina y fideos a precios bajos con fondos provenientes de la exportación que, en rigor, serán de los productores.
“Necesitamos aumentar las exportaciones por la vía de una mayor producción, no con menos consumo interno. Producir para exportar, no saldos exportables”, dijo el Presidente.
Hoy es difícil encontrar a un empresario o dirigente agroindustrial que diga que para exportar más hay que reducir el consumo interno. Tanto en carne como en maíz, trigo o leche, la demanda local no pasa del 30% de lo que se produce. Los cepos y regímenes distorsivos en el comercio provocan el efecto contrario al objetivo expuesto por Fernández.
Otra contradicción se encuentra con una de las “Nueve misiones industrializadoras” que propuso hoy el Presidente. En el punto 7, dijo que el objetivo es “transformar el sistema de producción de alimentos para lograr que el complejo agrobioindustrial tenga alta intensidad en conocimiento para impulsar la producción industrial de base biológica en Argentina”.
Esa loable intención se contrapone, por ejemplo, con la ley de biocombustibles que el Gobierno promulgó el año pasado y que limitó el uso de biodiésel en el gasoil y de etanol de maíz en las naftas. Al frenar la expansión de los biocombustibles también se dejan de generar productos para otros destinos como glicerina, para farmacia y cosmética o burlanda para alimentación animal (derivada del maíz).
Una cosa es el discurso y otra, la realidad.
Fuente: La nacion