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Estos últimos años fueron cruciales para la concientización sobre la crisis climática que nos encontramos atravesando de manera global. Este contexto viene impulsando un actor clave como protagonista para la mitigación del cambio climático: Las energías renovables.

En la reciente 26° Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) en Glasgow, Escocia, en la que estuve presente, quedó claro que los líderes de todo el mundo junto a diversos actores económicos, políticos y sociales, debatieron y establecieron acuerdos sobre un tema fundamental que es el cambio climático.

El consenso básico e indiscutido indica que inevitablemente vamos hacia una transición energética, desde los combustibles de origen fósil hacia las energías renovables y, sin dudas, es uno de los caminos exitosos hacia un perfil más sustentable. En este punto, la agenda verde está planteada, las energías eólica y solar son fundamentales y Argentina tiene enormes territorios para desarrollar diferentes proyectos.

Está claro que el escenario que tuvimos a raíz de la pandemia ralentizó el panorama de crecimiento sin embargo, a nivel país podemos continuar avanzando con una mayor participación en la matriz energética, que hoy se encuentra en alrededor de un 10% de la capacidad instalada total.

Para lograr una mejor penetración de las renovables es indispensable no solo invertir en infraestructura, sino que resulta necesario buscar que la promoción de las energías renovables sea una política pública de los próximos 30 años y permita a Argentina cumplir con sus metas de descarbonización y de reducción de gases de efecto invernadero. Es imposible que esto suceda si los cambios de gobierno implican también cambios de políticas bruscos, porque las inversiones necesarias para los proyectos que se planifican a 20 o 25 años de vida útil no pueden estar sujetas a cambios que generen un clima de no inversión.

A nivel internacional, y más allá que la transición hacia una economía neutra en materia de contaminación es el único camino que tenemos a nivel mundial para torcer el rumbo de la crisis ambiental, resulta fundamental verificar que todos los acuerdos y compromisos que acepten los distintos actores sociales tengan una manera de ser controlados para verificar su cumplimiento. Está claro que luego de atravesar un contexto particular producto del covid-19 debemos continuar trabajando para hacer del medio ambiente un lugar mucho más sostenible.

Por eso, lo ideal sería que hubiese una manera de accountability para ver qué están haciendo los países. En otras palabras, independientemente de todos los acuerdos que se generen, si no se logran hechos concretos respecto a cómo se van a controlar, monitorear y penalizar a los que no cumplen, nos quedaremos a mitad de camino.

Sin duda, las energías renovables son el futuro de las fuentes energéticas mundiales y el eje de crecimiento hacia una generación más sustentable y la transición hacia una economía neutra en materia de contaminación ambiental es el único camino que tenemos a nivel mundial para torcer el rumbo de la crisis ambiental.

En miras hacia un mejor futuro, teniendo en cuenta que no tenemos mucho tiempo, es preciso entonces, que aparezcan herramientas que permitan un proceso viable que ponga en acción a los mercados. La pandemia ha puesto en agenda la realidad de nuestra naturaleza, demostrando los cambios notorios que se pueden lograr en nuestro planeta si actuamos en conjunto y a largo plazo. Ese es nuestro mayor desafío como sociedad, y nos incluye a todos.

 

 

Fuente: Ambito