Los proyectos no se pueden abordar sin una planificación y una diagnosis previa e independiente
Es más que evidente que las energías renovables tienen que jugar un papel fundamental en las próximas décadas para que España y la Unión Europea (UE) puedan combatir el cambio climático. Entre estas energías está la eólica marina, que ha experimentado un auge importante en el Mar del Norte y el Báltico, dentro de la economía azul de la UE. Aunque los beneficios de los parques eólicos marinos en cuanto a la reducción de emisiones de gases causantes del efecto invernadero son cuantificables, los riesgos de implementarlos en un mar ecológicamente frágil, diverso y sujeto a múltiples presiones humanas como el Mediterráneo no han sido todavía bien evaluados. Aun así, hay empresas que están proponiendo proyectos como el Tramuntana, un parque eólico flotante planeado en la zona de Cap de Creus / Golf de Roses y que pretende proporcionar hasta el 90% del consumo de electricidad de la provincia de Girona.
Aunque se supone que estos parques eólicos flotantes tienen un impacto menor sobre el medio marino que los parques eólicos fijos, todavía no hay evaluaciones sobre las repercusiones reales y acumulativas de este tipo de instalaciones en el Mediterráneo. En base a los estudios realizados en otros mares, el impacto durante las fases de construcción, operación y desmantelado integraría, entre otros factores, el riesgo de colisión de aves, mamíferos y tortugas marinas con las instalaciones; el efecto del ruido de las turbinas y del montaje de estructuras sobre los mamíferos y otros animales marinos; la contaminación por metales pesados procedentes de los ánodos de sacrificio; el impacto sobre los fondos marinos de las anclas y del tendido y despliegue de cables y el impacto de los campos electromagnéticos de los cables sobre los peces y otros recursos pesqueros, además del impacto paisajístico de las turbinas. Teniendo en cuenta que la zona donde se planea el parque eólico se sitúa entre dos reservas marinas (Cap de Creus e Islas Medes), una Zona de Especial Protección para las Aves, un Lugar de Importancia Comunitaria y un corredor de cetáceos, que entre todas albergan una multitud de especies vulnerables (algunas incluidas en la Directiva Hábitats de la UE), es evidente que existen riesgos ambientales que comprometen los beneficios potenciales de este parque eólico.
La energía eólica marina, como parte integrante de la economía azul, tiene que ser ambientalmente sostenible, ofrecer beneficios sociales y económicos a largo plazo (sobre todo para los territorios donde se implante) y basarse en una gobernanza participativa y efectiva que sea inclusiva, responsable y transparente que tenga en cuenta la colaboración entre administraciones (europea, nacional, regional y local), investigadores, sectores económicos (pesca, turismo, consumidores de electricidad locales, etc.) y organizaciones ambientales. Sin una planificación y diagnosis previa e independiente (es decir, al margen de lo que las empresas promotoras estimen) sobre el impacto ambiental, social y económico no se puede abordar desde el interés público, más allá de la especulación existente en los proyectos de energía renovable y de las promesas de las empresas, la implantación de parques eólicos como el Tramuntana en aguas del Mediterráneo.
Josep Lloret es director de la Cátedra Océanos y Salud Humana de la Universidad de Girona.
Fuente: El pais