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La Comisión Europea ha sido muy explícita en sus objetivos energéticos para el continente a corto y medio plazo. A la altura de 2050 todos los estados miembros deberían haber alcanzado la “neutralidad de carbono”, o lo que es lo mismo, deberían haber reducido sus emisiones a cero. La transición forma parte del ambicioso Acuerdo Verde Europeo, uno de los pilares estratégicos en la presidencia de Ursula von der Leyen. Objetivo loable. Y ambicioso. ¿Pero cómo conseguirlo?

Previsiones. Sobre este escenario hipotético trata este extenso estudio de la Universidad de Stanford (PDF) en el que se analizan los caminos de 139 países hacia la “neutralidad de carbono”. El trabajo, liderado por el investigador Mark Z. Jacobson, compara la situación actual de cada uno de ellos (BAU, “business-as-usual”, o el modelo energético presente) con un futuro exclusivamente dependiente de las renovables (WWS, “water-wind-solar”, o el ideal para llegar a 2050 sin emisiones).

El futuro. Lo condensa aquí El Periódico de la Energía: el país necesitaría realizar una fuerte inversión económica para cuadrar su transición verde, superior a los 400.000 millones de euros. Es una cifra gigantesca, equivalente a un tercio del PIB actual. Primer aspecto importante del modelo: la demanda de energía descendería un 60% (unos 65,7GW anuales) asumiendo una electrificación progresiva del transporte y una maximización de la eficiencia energética fruto del desarrollo tecnológico.

La solar. El resto de su análisis se puede leer aquí (PDF, en inglés). La energía solar se convertiría en pilar del modelo energético español, fundamentalmente gracias al autoconsumo. El modelo estima que para 2050 las placas solares instaladas en edificios públicos y empresas privadas  deberían cubrir 36GW de potencia instalada; las grandes plantas fotovoltaicas unos 33GW; y el autoconsumo en residencias particulares más de 39W. En total, 109GW.

Se trata de un salto cuantitativo importante, muy en especial en materia de autoconsumo, principal fuente energética a treinta años vista. Hoy en día su potencia instalada apenas supera los 0,45GW. España arrastra años de infradesarrollo en la materia tanto por cuestiones logísticas como de mercado como legislativas (el célebre “impuesto al sol”, ya derogado).

El resto. La eólica también tendría que dar un salto sustancial, pasando de los ~25GW actuales a los más de 93GW dentro de tres décadas. Mención especial para los parques eólicos marinos, muy populares en el norte de Europa y aún en desarrollo en la península: pasaría de una aportación residual en la actualidad a unos 15GW en 2050. Eólica y solar cargarían con el grueso de la demanda, mientras que la hidroeléctrica se mantendría exactamente al mismo nivel (17GW).

Mix

Los peros. El plan es ambicioso, como es evidente, dado que teoriza sobre un esquema de producción y consumo energético donde las plantas de ciclo combinado o las nucleares ya no juegan rol alguno (entre ambos sumaron el 42% de la potencia instalada en 2019). El principal escollo es el económico: 400.000 millones de euros es una inversión enorme, estratégica y que requeriría de una visión a largo plazo y una colaboración entre el sector público y privado. Sus beneficios serían a futuro.

Los autores descuentan ganancias a décadas vista gracias al ahorro y las ventas de energía sobrante. El modelo no sólo calcula un descenso de la demanda fruto de la optimización energética, sino que mantiene la potencia instalada en torno a los 230GW, en previsión de las pérdidas de energía inevitables (no siempre hay sol, no siempre sopla el viento).

Beneficios. La idea base del estudio es la siguiente: no sólo es posible establecer un camino hacia al autosuficiencia (España finiquitaría su gigantesco déficit energético, de unos 16.000 millones) sino que los beneficios superarían a los costes a largo plazo. Se generarían 180.000 puestos de trabajo (300.000 nuevos a restar 120.000 que se perderían) y ahorraría unas 8.600 muertes prematuras al año (fruto de un aire más limpio: sabemos que la contaminación atmosférica mata).

En definitiva, el trabajo esboza una vía. Habla de lo posible desde un plano técnico. Cuestión distinta es que España o Europa lleguen a ese punto, tan pregonado por los gobiernos, en 2050.

 

 

Fuente: Xataka