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Un equipo de Clarín hizo el viaje de casi dos horas desde Bariloche, que recuerda épocas antiguas de la Patagonia. Es por el derrumbe en la ruta 40. Las reservas en la villa cayeron un 50% y estiman pérdidas por 250 millones de pesos.

Llegar a villa La Angostura se ha convertido en estos días en una especie de viaje al pasado. De cuando las embarcaciones de madera y a vapor surcaban el Nahuel Huapi uniendo las localidades cordilleranas, puesto que los caminos eran malos o no existían.

Los turistas que se atreven a sortear las rutas cerradas y el clima adverso del invierno, deben subirse a un pequeño barco, hacer cerca de dos horas a través del famoso lago de 557 km² y aguas frías y profundas, para llegar a sus orillas. Es un trayecto que hacía décadas no se realizaba de manera sistemática, pero que dadas las circunstancias se convirtió en una solución de apuro en beneficio de quienes mantuvieron en pie sus reservas.

La Angostura se encuentra semi aislada y, de a momentos, aislada por completo. Tocar sus fronteras no es un asunto nada sencillo.

Los hoteleros ya se resignaron a la pérdida un 50% o más de sus reservas en esta temporada alta. En números significa unos 47 mil pernoctes menos de los 94.500 posibles a lo largo de 21 días repartidos en las dos últimas semanas de julio y la primera de agosto. En dinero representa pérdidas de unos 250 millones de pesos, de acuerdo a indicadores actuales del mercado turístico.

El martes pasado la principal vía de acceso a la localidad, la ruta 40 que empalma con la ruta 237, quedó bloqueada por el derrumbe de 2.000 toneladas de rocas en la zona del brazo Huemul a 40 kilómetros de Bariloche. Para colmo, un gigantesco filón de la montaña en el mismo punto se muestra muy inestable y los expertos de Vialidad Nacional han optado por intervenir hasta que termine de caerse. Serán otras 3.000 toneladas sobre el pavimento.

En esta época del año entre 6.000 y 7.000 personas llegan diariamente a la localidad para esquiar en el cerro Bayo y descansar a metros de un paisaje imponente. La gran mayoría provienen de Buenos Aires y Brasil, y mientras alrededor del 50% aterriza en el aeropuerto de Bariloche y continúa viaje por tierra a través de la 40, el resto lo hace por la ruta de los Siete Lagos.

Con la 40 bloqueada a pura roca, el camino de los Siete Lagos permanece abierto de manera intermitente debido al hielo y la nieve. El temporal del sábado 20 de julio empeoró las cosas y dejó inaccesible otra vía menos tradicional como la ruta 65 que pasa por Traful y empalma con la 40. También obligó a suspender los pasos internacionales, entre ellos Cardenal Samoré, el más cercano a la villa. Con esto se frenó la llegada de los chilenos que cruzan la frontera en vehículos y colectivos de media distancia.

Aunque el escenario está muy lejos de lo ocurrido con las cenizas del volcán Puyehue en 2011, el bloqueo golpeó nuevamente la economía del pueblo.

“Estamos trabajando todos los días para llevar soluciones a los turistas y para que puedan entrar y descansar. La ruta de los Siete Lagos está transitable, hay un puente marítimo y el cerro Bayo está al 100% de su capacidad”, le dice a Clarín Guillermo Caruso, intendente de La Angostura. Caruso anticipa que en los próximos días se sumarán más embarcaciones a este puente sobre el lago Nahuel Huapi.

Unos 200 visitantes ingresan por la vía marítima cada jornada. Unos 160 de ellos utilizan los servicios gratuitos de dos catamaranes y los restantes 40 pagan alrededor de 2.000 pesos de embarcación, más 500 pesos de traffic, por persona, que piden las embarcaciones particulares.

La escena es extraña y al mismo tiempo atractiva. Una veintena de turistas nacionales y brasileños llega en traffic hasta el brazo Huemul, un par de kilómetros antes del derrumbe, y bajan cargando sus valijas por una escalinata de madera hasta un muelle. A partir de ahí hacen transbordo en una embarcación que los conduce durante casi dos horas hacia Bahía Manzano, a unos 6 kilómetros del centro de la villa.

“¡Recién nos enteramos! Habíamos alquilado un coche y nos dijeron: no van a poder pasar por el derrumbe y nos ofrecieron el barco que nos pareció bien, una aventura”, cuenta Daniel Castro (22), que viaja junto a su familia desde Porto Alegre especialmente a la villa.

Los brasileños tampoco se quejaron por los valores del segundo trayecto que pagaron en efectivo. Durante la travesía sacaron fotos, cantaron alrededor de una guitarra temas de U2 y Justin Timberlake y le pusieron buena cara al frío del lago. “¿Nos recomienda una cervecería y un restaurante?”, pregunta Marcos Castro (53), padre de Daniel, mientras se sube el cuello de una campera delgada.

La embarcación María Elena, al mando del capitán Nicolás Olivieri, avanza a media velocidad y sin dar saltos. La marejada está mansa, hay escaso viento y el cielo semi despejado. Olivieri cuenta que las embarcaciones se encuentran habilitadas por el municipio y andan de a dos con el propósito de garantizar la máxima seguridad. En un momento del viaje es posible observar con nitidez el área del derrumbe, la enorme grieta que separa a la cuña a punto de caer, del resto de la montaña.

Mientras transcurre el tiempo, el capitán cuenta historias de aborígenes y pumas. “¿Se puede tomar contacto con los pumas?”, pregunta Fabio Borges (28), cuñado de Daniel. “Depende de cuánta cerveza tomes vas a poder dialogar con ellos”, le responde el Olivieri y estallan las carcajadas.

“Con viento no viajamos, preferimos no hacerlo, pero hemos andado bien hasta ahora. Queremos ayudar al turismo, no aprovecharnos del momento. Nos llamaron desde el municipio, de todos lados para hacerlo”, explica el capitán.

El viaje, poco a poco, se va convirtiendo en un atractivo nada despreciable de las vacaciones más allá de que sea una demora.

Las calles y terrazas de Bahía Manzano, donde se concentra gran parte de la hotelería de La Angostura, lucen vacías. En esta época deberían mostrarse a pleno. Sin embargo, el aislamiento se hace evidente en el sector más golpeado por el aislamiento. El barrio se encuentra sin electricidad desde hace 8 días.

“En esta época estamos completos y ahora llegamos al 50%. Mucha gente pasó su reserva para dentro de tres semanas que es cuando se supone que va a estar despejada la ruta y otros la cancelaron”, explica Mariela, que atiende una hostería en la zona.

Los estacionamientos están vacíos y las ventanas cerradas. El típico turismo intenso y cargado de equipos de esquí permanece ausente. Algo parecido ocurre en el centro de la localidad donde los restaurantes más conocidos funcionan con la tercera parte de sus mesas.

“Bariloche está a pleno y nosotros acá, es muy difícil llegar, ese es el único problema que tenemos”, explica el administrador de uno de los principales comedores del pueblo. Al mediodía su lugar tenía cuatro mesas ocupadas.

Durante la semana los camiones de combustible y alimentos lograron alcanzar la villa utilizando la mano disponible de la ruta de los Siete Lagos, para evitar el desabastecimiento. La vía permite el tránsito asistido, sometido a las condiciones climáticas y solo en el día.

Cristian, propietario de un almacén{en, asegura optimista: “No es el apocalipsis como han dicho, la gente empieza a venir y vamos saliendo de esto”.

 

Fuente: Clarin