El hospedaje de pueblo que fascina a viajeros en busca de experiencias diferentes.
Huanguelén.- “Quiero cambiar la historia de mi pueblo”, cuenta Alejandrina Pérez Bravo en la exestación de servicio YPF de Huanguelén, un pueblo que se disputan cuatro distritos en el oeste de la provincia de Buenos Aires. Decidió reciclarla y convertirla en un hospedaje. La Torre llamó a su proyecto y en poco tiempo transformó la dinámica de la pequeña localidad. “Todos sueñan con poder dormir en una estación de servicio”, dice. La Torre está frente a la plaza donde se desarrolla toda la actividad de Huanguelén, de 6000 habitantes. Data de 1913 y fue la primera estación de servicio del pueblo. Por allí pasó gran parte de la historia de la comunidad.
Durante muchos años estuvo abandonada hasta que, en 2022, Pérez Bravo -que vive en Colorado, Estados Unidos- decidió darle una nueva oportunidad. Es que el lugar es propiedad de su familia y pasó su infancia allí. Viajera y andariega, tuvo la visión: “Poder darle al visitante la posibilidad de vivir en el corazón de una pequeña localidad”. “Fue siempre mi casa”, confiesa. Mientras otras niñas jugaban con muñecas después de salir de la escuela, ella pasaba sus días entre cubiertas, lubricantes y compresores. La estación de servicio, que tenía taller y gomería, fue el punto de encuentro por excelencia, pero el paso del tiempo y algunos factores que contribuyeron a aislar al pueblo -como el cierre del tren, la clausura de una fábrica aceitera y la falta de mantenimiento de la ruta de acceso- horadaron alternativas de desarrollo. Hace 50 años, la estación YPF dejó de prestar servicio. A partir de ese momento, tuvo distintos destinos comerciales y pareció que sus días terminarían con su demolición.
Antes y después
Alejandrina Pérez Bravo restauró la propiedad de su familia, una emblemática estación de servicio que hoy es un original hospedaje
Pérez Bravo buscó conocer el mundo, mucho más allá de su pueblo. “Quise saber qué había del otro lado”, cuenta sobre su vida, que continuó en Alemania. Llegó a aquel país sin saber nada del idioma y a los cuatro meses hablaba fluido. “Nosotros estamos lejos de todo, es difícil salir del pueblo”, reconoce. Europa cumplió un ciclo y se fue a Brasil. “Quise expandir mi horizonte”, reafirma. El pago chico la llamó y volvió. La vieja estación de servicio familiar estaba de pie, pero con el signo del paso del tiempo. Con sus conocimientos de hotelería, comenzó a trabajar con la Asociación de Corredores de Turismo Carretera (ACCT) en la organización del hospedaje para corredores en todo el país. Mientras, en su cabeza nacía una idea: convertir a la estación en un hospedaje. Viajeros fascinados En 2020, puso manos a la obra. La restauración, que le llevó dos años, fue autogestiva. “Hice todo sola”, cuenta Pérez Bravo. Para llevar a cabo su plan tenía en claro que no quería modificar nada del diseño exterior. “Es un edificio que nos da identidad”, aclara. Tiene dos plantas, la baja estaba destinada a oficinas y la alta, a las dependencias. En la versión actual, ella ubicó abajo el living, con un sofá, un televisor, un juego de comedor y una cocina. El efecto es especial: mientras el pueblo despliega su natural movimiento, el huésped cocina en una platea preferencial, solo los vidrios y las cortinas separan la intimidad de la exposición. Arriba están las dos habitaciones y una terraza con una panorámica a la plaza principal y, a un costado, un rincón deseado: una parrilla con una pila de leña. “Podés comer un asado en el centro del pueblo”, dice Pérez Bravo. Terminó con las obras en 2022, pero también fue el año en que decidió irse nuevamente, esta vez el destino fue un pueblo en el estado de Larimer, en Colorado, con un nombre llamativo: Loveland, también conocido como The Sweetheart City. Allí trabaja como recepcionista de un hotel y su pareja, en una empresa de IT. Este año regresó al pueblo para estar más cerca de La Torre. “Entran fascinados”, describe Pérez Bravo sobre la impresión que los visitantes tienen cuando la conocen. “Muchos me mandan videos de la entrada al pueblo, llegando a La Torre”, relata. Lentamente, desde su puesta en marcha, La Torre fue emergiendo como un destino de culto entre los viajeros que están a la pesca de experiencias inolvidables. El boca en boca fue tejiendo una red en estas tierras yermas del oeste bonaerense.
“Existen muchas estaciones de servicio abandonadas”, señala Pérez Bravo. La conversión de una en hospedaje despierta una fantasía en el inconsciente colectivo de aquellos que transitan las rutas solitarias: “Todos soñamos alguna vez con dormir en una”, afirma. Existe un antecedente reciente de una restauración semejante en Alicia, un pueblo de Córdoba, donde Federico Melliá se hizo cargo del edificio y lo convirtió en un bar, transformando su pueblo en un destino turístico. “Es una experiencia que no te olvidás nunca”, define Pérez Bravo. Panadería, carnicería, almacén, heladería, todo está a un minuto de la exestación. El tiempo corre de otra manera, el auto queda en la galería y no se usa hasta que se decide regresar. Durante la estadía en La Torre todo se hace caminando. “Salís y todo el mundo te saluda”, grafica.
En la planta baja se encuentra el living y arriba se ubican las habitaciones, además de una terraza con vista privilegiada al pueblo.
“Es algo distinto, es curioso, dan ganas de conocerla”, dice Leandro Villar, periodista local. En un pueblo alejado y acostumbrado a una vida sin sobresaltos, La Torre movió el status quo pueblerino. Nostalgia, sentido de pertenencia y emociones, principalmente entre los viejos pobladores que pasaban todos los días y veían cómo se estaba deteriorando. “Le da una nueva imagen al pueblo”, reconoce. “Quiero que Huanguelén sea conocido por Larralde y por La Torre”, se ilusiona Pérez Bravo. Hace mención a un ícono del folclore nacido en este pueblo. José Larralde es la máxima celebridad del lugar, en calles y en las paredes se ven menciones a su vida y a su obra; los murales lo recuerdan y lo nombran. Larralde es considerado uno de los más importantes artistas de la música popular argentina, sus milongas camperas impresionaron a Jorge Cafrune y fueron rescatadas del olvido por Ricardo Iorio. Cada 22 de octubre se hace la Fiesta del Cantor Orillero, en homenaje a su natalicio. Dueño de una personalidad muy auténtica, en 2022 aseguró que la producción de la exitosa serie Breaking Bad usó su canción “Quimey Neuquén” en su último capítulo. Nunca recibió ninguna compensación económica. Un pueblo en busca de autonomía “Queremos ser un pueblo libre”, suma Villar. Apunta al máximo sueño de la comunidad: lograr su autonomía. Su ejido urbano pertenece a Coronel Suárez y Guaminí, y su territorio rural a Daireaux y General Lamadrid. En 2004, se realizó un plebiscito en la localidad y el resultado fue arrollador: el 94% votó por separarse de los cuatro distritos y lograr su anhelada independencia. Desde 1952 aspiran a la libertad geográfica y administrativa. Los medios en estos años han llamado a Huanguelén “La Cataluña argentina”. “Si logramos la autonomía, en 10 años podemos ser una potencia”, se entusiasma Villar. La fertilidad de sus campos permite un desarrollo óptimo de la ganadería y la agricultura. “Estamos cansados de que nos saquen plata y no nos devuelvan nada”, confiesa. El último caso en la provincia de Buenos Aires fue el de Lezama, que consiguió la autonomía en 2009. Hoy es un municipio independiente.
ólida y nuevamente en el centro de la escena social de Huanguelén, la exestación le da al pueblo una apertura hacia el turismo que antes no tenía. La tarifa para dos personas de viernes a domingo es de 50.000 pesos, para tres personas, 65.000. Los viajeros que se hospedan en La Torre, una pareja o una familia por estadía, no resultan defraudados. Son aquellos que buscan una vivencia única. Y lo logran. “La experiencia de habitar un edificio icónico de un pueblo fue fantástica”, define Lorena Pujol. Encontró momentos de reflexión durante sus días en Huanguelén. “Me hizo sentir que todo se puede resignificar, que no hace falta derribar las edificaciones antiguas y construir otras”, expresa. “No derribó ‘lo viejo’, lo mejoró; no borró la historia, le dio un sentido de familia”, remata Pujol. “Acá bajás mil cambios”, dice en sintonía Pérez Bravo, que este año regresó de Loveland para estar más cerca de su proyecto, que ha transformado a su pueblo natal. “Quise hacer una casa que sea la casa de todos los que vengan”, confiesa la mujer que salió a conocer el mundo y volvió al lugar donde nació para cambiarlo, recuperando el edificio más querido de Huanguelén.
Fuente: LN