La intimidad del piloto argentino, que se familiariza con la Fórmula 1 a pasos agigantados.
El auto azul de Franco Colapinto llegó con el envión y apuntó recto hacia su sitio de largada en Bakú, el octavo. Los mecánicos se abalanzaron sobre él, dos por cada rueda, uno sobre el capot motor, y otro sobre el habitáculo. Alguien le alcanzó al piloto el termo de bebida electrónica antes de que éste abriera su casco de astronauta lleno de inscripciones publicitarias. Actividad frenética en la grilla, neumáticos de recambio para instalar a último momento, carros con herramientas. Sonaba apabullante un rock duro y quizás ese piloto tan bien atendido le hubiese gustado más algún rap producido por Bizarrap.
Decenas de invitados VIP se inmortalizaban en un “selfie” para mostrar a los amigos. Tropezando y con un par de guardaespaldas que le abrían paso a codazos avanzaba Will T Smith; la estrella de Hollywood se entretuvo más con la Ferrari de Charles Leclerc, en la pole, rodeado de una nube de fotógrafos. Por ahí pasó Naomi Campbell. El rock se escuchaba aún más ensordecedor.
¿Cómo puede un conductor de la máxima categoría estar tranquilo en semejante pandemonio? Como lo hace este argentino de 21 años, que estaba por estaba por comenzar su segunda carrera en F1 y por primera vez dentro de la mitad delantera del pelotón. Un galardón que se había ganado el sábado clasificándose en el noveno puesto, convertido en octavo al penalizar Lewis Hamilton por cambio de motor.
Casi al mismo tiempo que Fernando Alonso y Hamilton, Colapinto saltó de su coche y casi corriendo se dirigió hacia los boxes. Seguro que no iba a un trámite bancario. A los dos minutos regresó y antes de enfundarse nuevamente en su cockpit al que le corrigieron el asiento después de los fuertes dolores que le provocó en Monza, saludó a unas muy escasas banderas argentinas en la tribuna. Miembros de la embajada seguramente. Baku queda muy lejos.
El “único hincha”
Si en Italia, lógica pura, hubo una muchedumbre y a Franco casi se le acalambra la muñeca de tantos autógrafos que firmó, en Azerbaiyán sólo lo hizo una vez. Alberto, ingeniero de operaciones en una gran distribuidora española, llegó desde Madrid. Su holgada camiseta de la selección argentina destacaba en la calle del paddock inusitadamente tranquila a media mañana del domingo. Fue el mismo Colapinto quien tomo el celular del hincha y se hizo la selfie. Alberto se fue feliz como niño al que le regalaron un chupetín.
La visera oscura de su casco ocultaba sus ojos seguramente reconcentrados en lo que se venía. Ya le habían dicho, iba a ser una carrera mucho más exigente que la de Monza, con más curvas, frenadas al límite y allí esperando los muros un paso en falso. ¿Podría evitarlo durante 52 vueltas? Tanto a él como a Alex Albon, su compañero, le habían dado una misión que cumplir: cuidar y traer puntos a casa. Para los equipos de medio pelotón con rendimientos de coches tan parejos iba a ser una carrera de estrategia.
Arrancar con el neumático más blando obligaba a renovar caucho entre la vuelta 11 y 19. Pero si comenzabas con las duras, podías pasar de las 33 vueltas y se aparecía un “safety car” por accidente, te ganabas la lotería. Se podía incluso ir a dos paradas, pero se necesitaba un coche muy rápido para eso. Si en la Fórmula 2 Colapinto ya hizo sus primeras prácticas de cuidar neumáticos, ahora en la F1 tenía un examen más exigente porque comenzaba con rodado blando.
Carrera con precauciones
Arrancó con cuidado en la primera vuelta, pasando las peligrosas curvas a noventa grados del primer sector. Y respiró más tranquilo. Se hizo la fila india con el Aston Martin de Fernando Alonso por delante. Franco le mantenía el ritmo entrando y saliendo del segundo que permite abrir el sistema de resistencia reducida del alerón para facilitar los adelantamientos (DRS). En Bakú funcionó muy bien por la recta de casi dos kilómetros.
Por detrás, Colapinto tenía a Albon con neumáticos más duros de mayor duración. Williams había apostado por una doble estrategia y el pilarense fue de los primeros en entrar, en la vuelta 10. Alonso resistió un giro más y el tailandés se quedaba en pista llegando a circular cuarto y quinto antes de cambiar él a los blandos en la vuelta 31.
Los líderes, con Leclerc a la cabeza seguido e Oscar Piastri (McLaren) se escapaban. Albon se aprovechó muy bien de su tanda muy larga, que le copió, también, para avanzar desde del fondo Lando Norris. Al final, ésa era la mejor estrategia para coches que salían desde atrás. Cuando todo se hubo reacomodado, Albon quedaba por delante de Franco. El novato en la F1 luchaba contra Alonso por delante, contra Oliver Bearman, del que se alejaba lentamente y contra Nico Hulkenberg, que aumentaba su ritmo. Hasta que lo adelantó.
Desde el muro de Williams, por la radio llegaban instrucciones precisas de Gaetan Jego, su ingeniero de pista: “Aflojá el ritmo, apretá un poco”. Colapinto hacía por momentos lo que se conoce como “Coast and lift”; es decir: levantar el acelerador y esperar un poco antes de frenar cuando lo habitual es levantar y frenar inmediatamente. Con esto se cuidan frenos y neumáticos. Así se reducía o aumentaba sus diferencias con Alonso.
Tras la carrera, Franco trazó un análisis pormenorizado: “Estoy contento. Hicimos una carrera pensando. En un momento, los neumáticos delanteros ‘se apagaron’ (no tenían temperatura de tanto cuidar). Dejé de hacer el “lift and coast que me pedían, las gomas volvieron a funcionar y recuperé el ritmo”.
Lo cierto es que, aunque Lewis Hamiton con Mercedes se situó a sus espalda y pretendió atacarlo, Colapinto lo aguantó muy bien sobre el final, consiguiendo sus mejores tiempos. Mezclado con veteranos rápidos como Alonso, Hamilton, Nico Hulkenberg y Pierre Gasly, mostró que está donde debe estar.
Su “bronca” por Alonso
La pregunta era obligada: “¿Podrías haber atacado a Alonso?” Respondió: “Sí, pero estaba en una tanda muy larga, no sabía si iba a llegar al final (dio 40 vueltas con los duros). Estoy aprendiendo en cada carrera. Al final, con el agarre que encontré en las ultimas vueltas me quedé con bronca porque quizás podría haberlo atacado. Igual me voy contento porque el equipo metió los dos autos en los puntos”.
Franco estaba undécimo, y cuando se entablaba la batalla por las cuatro primeras posiciones chocaron espectacularmente Carlos Sainz y Sergio Pérez. En la confusión debida al virtual safety car (los coches deben reducir mucho su ritmo de marcha) Hulkenberg perdió las posiciones ganadas a Colapinto y a su compañero, el también novato Oliver Bearman.
Así fue como, a pesar de la estrategia más lenta que le planificó su equipo, Franco acabó situándose a espaldas de Albon, en torno a 9 segundos antes del polémico choque entre Sainz y Pérez.
Oscar Piastri atacó y adelantó a Leclerc, que se creía seguro ganador, tras la primera parada en boxes. El monegasco lo atacó varias veces y jamás pudo doblegarlo. Las Ferrari rindieron a la par del McLaren del australiano. Desde una quinta posición final, lejos de la punta, el líder del certamen, Max Verstappen se quejaba por los rebotes aerodinámicos. Tiene 59 puntos de ventaja sobre el inglés Lando Norris (McLaren) que sólo le descontó 3 unidades en esta ocasión.
Williams festejó especialmente en el “pit lane” cuando oscurecía en Baku los preciosos puntos ganados como constructor. Tras el brindis Colapinto fue a preparar sus valijas para viajar a Singapur. Dicen que por lo bajo canturreaba un rap al alejarse.
Fuente: LN