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El cartograma de la geopolítica del petróleo va adquiriendo relevancia en el sector antártico argentino y en nuestra plataforma continental y ofrece ventanas de oportunidad para una provechosa interacción.

El cartograma de la geopolítica del petróleo va adquiriendo relevancia en el sector Antártico argentino y en la Plataforma Continental Argentina. Dos ejemplos recientes lo ponen de manifiesto.

Rusia ha descubierto reservas en el mar de Weddell por un valor estimado de 511.000 millones de barriles de petróleo y el Reino Unido ha concedido licencias ilegales para la explotación de yacimientos en la cuenca norte de las aguas adyacentes a Malvinas que, según Netherland Sewell Associates, oscilaría en los 791 millones de barriles de crudo. Mas allá de la veracidad de los cálculos anunciados, la dinámica de la información enciende alarmas que podría perturbar la estabilidad de ambos escenarios.

Mientras que el Tratado Antártico es custodio de los intereses de reclamación territorial, prohíbe actividades relacionadas con los recursos minerales (artículo 7, Protocolo de 1991) y las Partes Consultivas se encuentran en contacto permanente para asegurar los propósitos de ambos instrumentos, la irresuelta cuestión colonial entre la Argentina y el Reino Unido en el Atlántico Sur y decisiones unilaterales británicas no han contribuido al diseño de una mecánica bilateral sobre la explotación de un recurso particularmente sensible y estratégico como es el petróleo.

Justamente esa situación llevó al fracaso de la Declaración Conjunta sobre Actividades Costa Afuera en el Atlántico Sudoccidental de 1995. Diferencias nítidas desde la firma del documento paralizaron su aplicación (declaraciones interpretativas), concluyendo con la denuncia argentina en el 2007.

Sin embargo, las próximas actividades en torno del yacimiento off shore Sea Lion, a 218 kilómetros de Malvinas y con profundidades que oscilan entre los 150 y 500 metros, podrían servir de ensayo para una aproximación renovada con Londres que reemplace el antagonismo endémico por un proceso de interacción petrolera con cláusula de salvaguardia de soberanía.

Diversas particularidades podrían contribuir en ese sentido. La primera, estaría dada por la conformación para Sea Lion de un consorcio novedoso en su integración empresarial además de cotizar en las bolsas de Londres y Tel Aviv. Navitas Petroleum LP de Israel posee el 65% del negocio frente al 35% de la británica Rockhopper Exploration (que descubrió el yacimiento en el 2010, bloque 14/10).

La segunda cuestión está relacionada con la necesidad de inyección de capital privado (estimada en más de 1200 millones de dólares para los próximos dos años, ya que por el momento se descarta subsidios británicos o israelíes) para que Navitas-Rockhopper pueda cumplir con el cronograma de perforación en el 2024 y lograr una tasa de producción inicial de 55 mil barriles de crudo diarios para el 2026.

La tercera, vinculada a la importancia de reducir la fragilidad política. La explotación a largo plazo del yacimiento trasluce la conveniencia de contar con un bajo índice de riesgo geopolítico (GPR).

El mercado financiero y potenciales inversores en las fases subsiguientes de la explotación de petróleo han destacado la importancia de disminuir desasosiegos diplomáticos. Navitias Petroleum LP, con experiencia en el Mediterráneo oriental, conoce bien el valor económico de contar con condiciones estables de producción.

Hoy, el conjunto de esas circunstancias ofrece alicientes innovadores más concretos que los delineados en el intento fallido de cooperación de 1995. La amplia gama de incentivos comerciales y de negocios empresariales que ofrece la explotación petrolera en el Atlántico Sur pone de relieve que existe espacio en la actualidad para una provechosa interacción entre Londres y Buenos Aires compatible con la resolución 31/49 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es hora de que la lógica de la sensatez se imponga a la intransigencia.

 

Fuente: Clarín