Con su baja de tasas, el ministro de Finanzas quiere que los bancos den más crédito, sin bajar la renta de plazo fijo. Hasta ahora, ocurre lo contrario.
uis Caputo fue explícito al señalar cuál creía él que era la mejor virtud de la política económica: que los bancos vuelvan a actuar como bancos. Es decir, a usar los depósitos de los ahorristas para financiar al sector productivo y no para dejarlo en el Banco Central a cambio de una renta.
“Antes eran solo intermediarios entre los depósitos de la gente y el Banco Central, y no por maldad, porque ni siquiera había demanda de crédito”, dijo el ministro ante un auditorio de expertos en finanzas.
Es una definición que, sobre todo, funcionó como justificación de una de las medidas más polémicas de las últimas semanas: el abrupto recorte de tasas de interés, que anuló la renta dolarizada de los plazos fijos, derivó en una salida de depósitos y que, indirectamente, actuó como combustible para la escapada del dólar paralelo.
A primera vista podría parecer que Caputo está empujando a los bancos hacia una zona incómoda en la cual se perderán una ganancia fácil -al desaparecer las Leliqs y achicarse los pases de 24 horas- y tendrán que buscar su negocio en el otorgamiento de crédito a individuos y empresas.
Pero en realidad, en los bancos no ven esa situación con desagrado. Hay un consenso sobre lo anómalo de la situación que vivieron los últimos años, en los que el Estado, ya fuera a través del Tesoro o del BCRA, se quedaba con dos de cada tres pesos que el público depositaba en los plazos fijos.
“Estamos entrando en una dinámica nueva, en que va a ser más relevante la liquidez de los bancos y lo que estemos dispuestos a pagar por los plazos fijos dependerá de la necesidad que tengamos según reaccione la demanda de crédito. Es un juego más de banca pura, y está perfecto que el sistema vaya hacia ahí”, comenta con iProfesional un ejecutivo de uno de los bancos privados líderes.
¿Luis Caputo y los bancos miran tasas diferentes?
Claro que esa aceptación del nuevo esquema implica algo con lo que tal vez Toto Caputo no se sienta tan a gusto: un desplome en las tasas de interés que reciben los ahorristas. Porque lo que asumen en los bancos es que, en esta nueva etapa, el criterio para fijar la tasa debe ser el mismo de todos los países: la oferta y la demanda de dinero.
En otras palabras, que si hay alta disposición a tomar crédito por parte del aparato productivo y los consumidores, entonces la tasa subirá, para atraer depósitos con los cuales dar préstamos. Y, por el contrario, en momentos de bajo nivel de actividad económica y poca demanda de crédito, la tasa tenderá a bajar.
Esto último exactamente lo que está ocurriendo ahora: desde marzo, cuando el Banco Central dejó de fijar un nivel mínimo obligatorio para los plazos fijos, se empezó a producir una caída en picada de la tasa para el ahorro en pesos. Así, desde el 9% que cobraban los depositantes en el verano, se llegó ahora a una tasa de apenas 2,3%, un nivel que no solamente pierde contra la inflación, sino que además dejó de garantizar una ganancia medida en dólares.
Como consecuencia de esta situación, en mayo empezó a notarse una disminución de los depósitos, lo que implica un nuevo cambio de tendencia. Hasta ahora, uno de los mayores motivos de satisfacción para Caputo era que, contrariando lo que habían pronosticado sus críticos, no solo no hubo una disminución en el volumen de dinero depositado en plazo fijo, sino que, en abril pasado, las colocaciones crecieron un 21% mensual real. A su vez, el volumen de marzo había sido un 5,6% mayor al de febrero, cuando se cortó la racha de seis meses seguidos de caída de depósitos.
Pero esa situación parece estar cambiando, con una incipiente salida de depósitos, lo que motivó a que Caputo saliera a marcar una discrepancia con los gerentes de los bancos. El ministro dijo que ya no habría que tomar como tasa de referencia la que el BCRA paga por los pases -es decir, la que se recortó 30 puntos en menos de un mes- y que ahora la tasa relevante era la de las Lecap que emite el Tesoro.
En otras palabras, que la tasa de política monetaria no debería ser el 3,3% mensual que pagan los pases del BCRA sino la que se pagó en la licitación de las Lecap, de 4,2% en su tramo más corto. El mensaje de Caputo era claro: los bancos no tendrían que haber recortado tanto el interés que le pagan a los ahorristas de plazo fijo, porque el dinero que pagará esa tasa ya no provendrá de los plazos, sino de los títulos colocados por el Tesoro.
Sin embargo, no es lo que está ocurriendo: los bancos mantienen en niveles mínimos la tasa de plazos fijos. Ocurre que esa tasa a la que Caputo hace referencia es la del día de la licitación. Pero, al tratarse de títulos con cotización en el mercado secundario, la tasa fluctúa según cambien las expectativas del mercado. Y lo que se está viendo es que, al día siguiente de la licitación, esa tasa se comprime hasta el entorno de 3,5% mensual. Es decir, un nivel similar al de los pases.
La primera conclusión, entonces, es que esa política de migración masiva de liquidez desde el BCRA hacia el Tesoro -que Caputo muestra como un compromiso de ancla fiscal y de contención de la base monetaria- está teniendo un costo no previsto por el ministro: la salida de depósitos de los ahorristas, que van a buscar refugio en el dólar.
¿Arranca el crédito con el plan de Caputo?
Y, sobre todo, lo que se empieza a insinuar con claridad es que, en la transición a ser de vuelta “una banca normal”, las entidades empiezan a manejarse con criterios de mercado. Lo que implica que, en un contexto de poco crédito, no hay tanto aliciente para mantener una masa de ahorros que no tendrá un destino de colocación asegurado.
Es ahí donde los economistas ven un flanco débil en la estrategia de Caputo: aun con la baja de tasas y con las señales de “normalización”, el arranque del crédito viene muy lento.
Hasta ahora, el gobierno ha celebrado la vuelta de los préstamos hipotecarios, pero se trata de una situación más importante por su contenido simbólico que por su volumen. En los bancos admiten que puede pasar mucho tiempo antes de que se vea una masa de créditos hipotecarios otorgados como los que el mercado registraba en 2017, cuando se llegó a un pico de u$s600 millones mensuales.
Hasta ahora, el mercado de crédito sigue con bajos niveles de actividad, y en abril se registró una caída de 0,8% respecto del mes anterior y de 38% en el comparativo interanual. Quedó el consuelo de una incipiente recomposición en el crédito para el consumo, que mejoro un 0,2% intermensual.
Pero los analistas no se hacen ilusiones sobre que la baja de las tasas pueda lubricar este mercado recesivo. Un informe de la consultora Analytica pone el foco en la incertidumbre existente sobre el ingreso futuro y el nuevo contexto político.
“Teniendo en cuenta el índice de confianza del consumidor que realiza el Centro de Investigación en Finanzas (UTdT), desde octubre que las expectativas de una mejor situación en 12 meses desmejoraron 17,6%. La creencia respecto de que este es un buen momento para realizar la compra de un bien durable cayó 60%, seguido de la creencia de una mejor situación personal que lo hizo en 5,3% y respecto a la situación macroeconómica 1,1%”, observa Analytica.
En tanto, la Fundación Mediterránea analizó cuáles son los sectores que podrían liderar una recuperación del crédito en el contexto recesivo actual. Menciona, en primer lugar, a la actividad minera y los hidrocarburos, así como al sector agropecuario y sus proveedores.
Y no descarta que en los próximos meses se acentúe una mejora en los rubros ligados al consumo masivo: “La recuperación de los salarios y las jubilaciones, que se estaría generalizando en este segundo trimestre, debería recomponer créditos hacia el consumo y, por tanto, la actividad comercial. En la construcción, la reaparición de los préstamos hipotecarios puede ser el factor dinamizador clave, aunque dependerá mucho de los logros del gobierno (en particular la baja de la tasa de inflación) y la percepción de cambio permanente”.
Por su parte, un informe de la consultora LCG indicó que la política de recorte de tasas que definió Caputo puede tener un efecto deliberado de aumento del dólar “contado con liquidación” para incentivar una mayor liquidación de divisas del agro. En cambio, muestra escepticismo sobre que consiga una reacción del crédito.
“Por ahora vemos como más probable que el efecto de la baja de tasas en el corto plazo no será tanto un aumento de la demanda de crédito sino una reducción de plazos fijos, lo que implicará una menor intermediación financiera”, afirma LCG.
Y advierte: “Podemos estar transitando momentos de tranquilidad financiera por un tiempo, pero esa tranquilidad también proviene de que la misma recesión está generando poca demanda de dólares por importaciones”.
Hablando en números, hasta mediados de mayo los créditos del sistema financiero ascienden a $21.000 millones. Un 47% de ese volumen tuvo como destino el sector corporativo. Y del resto, unos $9.800 millones van a financiamiento del consumo, unos $2.900 a préstamos personales y unos $6.800 millones a tarjetas de crédito.
Del otro lado del mostrador, los depósitos en el sistema financiero totalizaron $50.000 millones, de los cuales unos $19.800 están colocados a plazo fijo -con un tiempo promedio del depósito de 52 días-.
Fuente: Iprofesional