La mejor manera de construir soberanía en la Antártida es la científica. Está prohibida la extracción minera o hidrocarburífera. Los países aumentan su presencia allí gracias a las investigaciones de ciencia y tecnología. Pero el gobierno de Milei atenta contra eso. La desfinancia, no avanza con las bases construidas en la gestión anterior y el propio Instituto Antártico está en riesgo con la Ley Bases.
Primero empecemos con lo externo. Días atrás el mundo (y la Argentina, en particular) se desayunó de una supuesta exploración rusa de hidrocarburos en la Antártida con resultado explosivo: sería la más grande del planeta. La capacidad para 511.000 millones de barriles de crudo equivale a 30 Vaca Muerta y duplica las reservas de Arabia Saudita. La zona abordada es reclamada por Argentina, Chile y Reino Unido.
Claro que la Antártida, el continente prístino en un contexto cada vez más invasivo, tiene reglas propias. El Tratado Antártico establece que las únicas actividades comerciales que se pueden concretar son las turísticas y ciertas pesqueras, ambas con controles taxativos. En principio, lo de Rusia se informó como una actividad científica. Y hasta el momento no se expidieron mucho más de manera oficial.
En las últimas horas avanzaron otras potencias. Por un lado, Reino Unido declarando respecto de sus reclamos de soberanía en la Antártida, y por el otro Estados Unidos con un nuevo memorándum de seguridad sobre ese continente, actualizándolo después de 30 años. Justo esta semana.
“El Tratado Antártico ha mantenido con éxito la paz en la región antártica al congelar reclamos territoriales en conflicto, prohibir actividades militares que no sean en apoyo de la investigación científica o para cualquier otro propósito pacífico, priorizar la ciencia y la protección ambiental sobre los intereses comerciales, prohibir la minería con fines no científicos. y promover la transparencia y la cooperación”, señaló la Casa Blanca. No reconocerán reclamos de soberanía, invertirán en más rompehielos, y acotaron que seguirán atentos a países que pueden provocar “discordia internacional” en la región.
Este viernes nuestro país firmó otro memorándum con EE UU para “restablecer el diálogo estratégico de alto nivel entre ambos gobiernos”, en temas como derechos humanos, crecimiento económico y desarrollo tecnológico. Durante la firma, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, intentó bromear: «Confiamos tanto en nosotros que ni siquiera leemos lo que estamos firmando».
Antártida, Rusia… ¿y Argentina?
Ahora vayamos a lo interno: ¿cómo impactan estas novedades alrededor del Continente Blanco para la Argentina? Se sabe que la Antártida y el Atlántico Sur es la mayor fuente de riquezas naturales y biodiversidad del mundo. Y no es descabellado pensar que en las próximas décadas una lucha de las potencias se ubique en esta región. Nuestro país es una puerta de entrada, quizás la mayor. El gobierno de Javier Milei toma una posición: la de liberar el terreno y “dejar que hagan”.
Le permitiría a Estados Unidos participar en Tierra del Fuego de una base naval conjunta (anunciada por el propio presidente con un acting castrense y cuya concreción esta semana el jefe de gabinete, Nicolás Posse, puso en duda ante el Senado), y le permite a los británicos fortalecer su presencia alrededor de las Malvinas.
Solo en el último tiempo, los ingleses avanzaron con el puerto de aguas profundas en las Islas, la plataforma de extracción hidrocarburífera que cuenta con empresas europeas y la israelí Navitas, mayor presencia de personal militar e incluso la visita del canciller David Cameron. Esta semana en la Cámara de Diputados, todos los legisladores firmaron un texto para repudiar su presencia. Salvo los de la Libertad Avanza.
El ex ministro de Ciencia y titular de la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur en el gobierno anterior, Daniel Filmus, alertó ante Tiempo esta semana que el del puerto inglés en las Malvinas es uno de los temas más graves: “va a ser el acceso a la Antártida con fines económicos, obviamente sin autorización argentina”.
El oficialismo por ahora evitó salir a responder de manera directa a Rusia. Aunque según supo este diario, en la próxima reunión consultiva antártica, la Argentina “va a hacer un posicionamiento fuerte”. Desde la Dirección Nacional del Antártico, igualmente, están buscando dar con más detalles. Por ejemplo, aún no descartado que lo de Rusia haya sido en la base Vostok. En ese caso es territorio ruso, en el sector oriental, no argentino, donde desde la decáda del ’50 la entonces URSS realizaba exploraciones y perforaciones que superaban los 3000 metros.
Llegaron a dar con un lago subglacial de aguas líquidas más grandes del mundo. Y la extracción minera está prohibida recién desde 1961 y con más énfasis desde 1991, lo que no evitaría una declaración argentina.
En esa misma base Vostok, Rusia inauguró en noviembre pasado una nueva estación científica. Y acá vamos al último punto: la mejor manera de construir soberanía en la Antártida es la científica. Más allá de que las campañas son encabezadas por las fuerzas armadas, no se permiten ejercicios militares. Los países avanzan en la Antártida y aumentan su presencia gracias a las investigaciones de ciencia y tecnología.
Pero el propio de Milei atenta contra eso. Las tres bases científicas construidas por la gestión anterior (que se sumaban a las tres ya existentes) no tienen garantizada la inversión ni el recurso humano para poner en marcha los nuevos laboratorios. Tampoco se avanza con la construcción del primer laboratorio científico en la Isla de los Estados que se comenzó en 2023.
El sector de ciencia es atacado continuamente por la gestión. A tal punto que la Ley Bases habilita la disolución o cambio de funciones del Instituto Antártico Argentino (junto a otros organismos como el INTI, el SMN o el Banco Nacional de Datos Genéticos). Justo en nuestro país, que es sede del Tratado Antártico y que fue pionero en tener la primera base de ocupación permanente en la historia del continente blanco.
«Es necesario que la Ley Ómnibus no habilite la disolución o cambio de funciones del Instituto Antártico Argentino, destinado a la investigación científica en la región, y de otros organismos de CyT, tal como permitiría su artículo 3. Es imprescindible dotar de recursos a los investigadores de este Instituto, así como al CONICET y las Universidades para que puedan seguir llevando adelante sus investigaciones en la Antártida con el apoyo logístico de las Fuerzas Armadas. La imposibilidad de avanzar por falta de recursos de investigaciones que tienen años de continuidad puede provocar un daño irreparable a la ciencia argentina, que es una de las que tiene mayor tradición y presencia en el continente antártico», acotó Filmus.
Por eso, no solo hay que mirar Rusia, primero tenemos que mirar adentro, y dejar a un lado el doble discurso en esta distopía en la que se transformó la Argentina en los últimos seis meses.
Fuente: Tiempo AR