Las lluvias no cayeron a tiempo para el cultivo que aporta dólares en verano. La cosecha estará u$s1.000 debajo de lo previsto y la deuda sigue presionando
En un punto están todos de acuerdo: gane quien gane, el verano será turbulento. Si ya de por sí es la estación del año más expuesta a la volatilidad cambiaria -es el momento en el que ingresan menos dólares por exportación y aumenta la demanda del público-, ahora aparecen los condimentos excepcionales de una transición política en un momento de escasez aguda de reservas.
En otras palabras, hay una fuerte expectativa de devaluación, que en el mejor de los casos implicaría que el dólar oficial salte al nivel del actual “dólar exportador” -es decir, en torno de $510- y que en el peor de los casos, si el mercado se asusta por una eventual licuación de depósitos, podría irse bien arriba de los $1.000. Por lo pronto, el mercado Rofex marca que los contratos para enero se están negociando en torno de $800 y los de febrero en $860, con marcada tendencia al alza.
Para colmo, no son nada tranquilizadoras las señales que llegan desde el Fondo Monetario Internacional, que supuestamente debería desembolsar una nueva cuota de asistencia de u$s2.500 millones para oxigenar las reservas del Banco Central. Lo cierto es que, tras los desvíos fiscales de Sergio Massa en el marco del “Plan Platita”, desde el organismo no disimularon su enojo.
“En la próxima revisión, el FMI probablemente sea mucho más renuente a flexibilizaciones, lo cual era de esperarse, dado el bajo grado de cumplimiento y la ausencia de la sequía a partir del año próximo. Creemos que esto complicará el desembolso asociado a la séptima revisión que ya está retrasado y es clave de cara a los vencimientos de los primeros 60 días del próximo gobierno”, advierte un informe del economista Gabriel Caamaño Gómez.
En un raro contraste con esa inquietud del mercado, el ministro/candidato Massa, fiel a su estilo, sigue haciendo pronósticos optimistas sobre las condiciones favorables que esperan al país para el año próximo. Su argumento es que, ya pasada la emergencia de la sequía, el campo aportará un monto adicional de u$s20.000 millones por exportaciones, y que además habrá un ahorro en la importación de gas y se incrementará el comercio en el rubro de minería.
En definitiva, Massa habla de la situación cambiaria de 2024 como si fuera un hecho que la situación más holgada de la balanza comercial necesariamente tuviera su repercusión en las reservas del BCRA. Tanto es así que se animó a ponerle fecha al levantamiento del cepo cambiario, para fines del año próximo.
Sin embargo, entre quienes tienen que hacer el aporte de esos dólares no se nota tanta euforia, sobre todo cuando la lupa se pone en el período de “sequía de dólares” que va desde diciembre hasta abril, cuando empiezan a ingresar las divisas de la soja.
Otra frustración con el trigo
Ocurre que, si bien las últimas lluvias confirmaron el final de la sequía, y los números esperados para las campañas de soja y maíz son notablemente superiores a los de la última cosecha -se está hablando de 50 millones de toneladas de soja y 56 de maíz-, esas son las cosechas que recién harán su aporte hacia mediados de año.
En cambio, el mayor cultivo de exportación veraniega, el trigo, está mostrando números mucho peores que los previstos originalmente. De hecho, sobre una estimación de 18 millones de toneladas, se hicieron sucesivos recortes, hasta llegar al actual de 13,5 millones, y con tendencia a la baja.
El motivo, una vez más, es climático. Porque se trata de una siembra que se realiza en la primavera, y todavía el agua de los suelos resultaba insuficiente. Los meteorólogos y expertos agrícolas advertían que para que la cosecha de trigo fuera buena se necesitaba lluvia abundante a inicios de octubre. Sin embargo, se dio un septiembre de temperaturas muy bajas, un octubre que recién trajo agua después del día 20 y, para colmo, en algunas zonas se dieron heladas, que complicaron la campaña y obligaron a recalcular los números a la baja.
Para colmo, el alivio de las lluvias de las últimas semanas se ve empañado por una noticia inesperada. Los técnicos de la zona núcleo están alertando por la aparición de plagas fúnguicas que podrían complicar la campaña, según informó Cristian Russo, jefe estimaciones agrícolas bolsa Rosario, entrevistado en FM Milenium.
Lo cierto es que en este momento los técnicos están haciendo tratamientos para evitar que estas plagas afecten los rindes en la zona sudeste de la provincia de Buenos Aires, considerada el “bastión triguero”.
Según la Bolsa de Comercio de Rosario, el área sembrada sigue siendo un 6% inferior a la del año pasado, aunque se compensa con un aumento de 13% en los rindes, por el mayor nivel de humedad. Aun así, se trata de cifras promedio, que no reflejan la disparidad de situaciones en el campo, dado que hay zonas de Córdoba donde se llegará a 10 quintales por hectárea, un tercio del rendimiento obtenido hace dos años.
¿Cuántos dólares entrarán?
En definitiva, si bien el resultado final de la campaña triguera será mejor que el desastroso antecedente de la campaña 2022/23, nadie cree que haya motivos de festejo. De hecho, el último buen año del trigo, el de la temporada 2021/22, había dejado una cosecha de 22 millones de toneladas.
Hablando en plata, ya se está hablando de que la campaña triguera estará en u$s1.000 millones por debajo de las estimaciones originales.
¿Cómo se puede reflejar esto en el ingreso de divisas de exportación para el verano? En principio, el panorama se parece más al arranque de 2023, que dejó apenas u$s1.300 para el acumulado de enero y febrero, una cifra muy pobre en comparación con los u$s2.400 millones que se había registrado el verano anterior.
Pero los expertos del campo hacen otra advertencia: el hecho de que haya una buena perspectiva de la cosecha de soja no debe llevar a la conclusión de que durante el verano haya una liquidación fuerte de este cereal.
Ocurre que, tras una mala campaña con apenas 20 millones de toneladas, el remanente en silobolsas se estima en apenas 5 millones de toneladas, la mitad de lo que se contaba hace un año, cuando Massa puso en marcha su segunda versión del “dólar soja” y obtuvo un ingreso de u$s3.100 millones.
Esas cifras, que hace un año eran consideradas aceptables para ayudar a atravesar la “sequía de divisas” veraniega, hoy son vistas como un objetivo inalcanzable, dado que los sojeros deberán graduar sus ventas de manera de generar ingresos por lo menos hasta abril del año próximo.
Para colmo, los expertos del sector ponen la lupa sobre un tema que usualmente queda fuera de los análisis: las fábricas aceiteras están con capacidad ociosa y necesitan seguir importando soja -habitualmente desde Paraguay- para no detener su producción. De manera que, al menos en el corto plazo, el rubro sojero, que suele ser visto como el gran proveedor de dólares de la economía, se podría transformar en un importador neto.
Un verano complicado
En definitiva, el camino para llegar a disfrutar los ansiados sojadólares de una buena cosecha agrícola será largo. Al menos cuatro meses, que coincidirán con un momento de alta sensibilidad para un gobierno recién asumido.
Todavía con pocos dólares del agro, con la tarea pendiente de una relación por recomponer con el FMI y ya un calendario de vencimientos por u$s5.500 millones en el arranque del año, el verano luce complicado. Más aun cuando se considera que el cierre importador en rubros de alta sensibilidad, como el de insumos quirúrgicos, está dejando en evidencia un colapso del sistema de comercio exterior, que estiró un nivel de importaciones de u$s6.500 millones pero con una acumulación de deuda por parte de los empresarios importadores.
¿Será inevitable un ajuste traumático del tipo de cambio en el verano? La respuesta a esa pregunta tiene un fuerte componente político, porque dependerá, en primer lugar, del resultado electoral, y luego de la capacidad de persuasión del nuevo gobierno para conseguir una asistencia financiera de corto plazo que permita el “puente” hasta abril.
Mientras se hacen esas negociaciones, todas las miradas están sobre las castigadas reservas del Banco Central, que en términos brutos tocaron su nivel más bajo de 17 años.
De momento, Massa ha hecho saber que piensa en nuevos mecanismos de estímulo para que el campo siga exportando, y se habla de reducciones de retenciones para los mayores cultivos, incluida la soja. De todas formas, los números son los números: aun con nuevos estímulos, con los stocks remanentes tras la peor campaña en más de una década no hay mucho margen para un salto exportador en el verano.
En el mientras tanto, los operadores financieros empiezan a posicionarse y se cubren con instrumentos que los protejan de un salto devaluatorio que ya la mayoría considera inevitable.
Fuente: Iprofesional