La compañía controlada por el Estado nacional ha sido en los últimos años un engranaje clave para darle impulso al desarrollo del sector energético.
A lo largo de 100 años de historia hidrocarburífera argentina, la participación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales SE / YPF SA ha contribuido al desarrollo económico, productivo y social de las 24 jurisdicciones subnacionales y para ello ha llevado adelante un rol de liderazgo y referente de la industria, es depósito de confianza y consulta técnica por parte de las autoridades nacionales y es la “abanderada” del desarrollo energético nacional. Ahora bien, ¿es YPF es la compañía más grande de Argentina? Veamos los siguientes números de base 2022:
En cuanto a su dimensión, YPF es la N° 1 en todos los segmentos en los que opera. La compañía además está listada en el Mercados de Valores de Buenos Aires y Nueva York desde 1993, acaba de festejar los 30 años ininterrumpidos.
Respecto a su balance, obtuvo ingresos por ventas en 2022 por 18.800 millones de dólares. El beneficio de la empresa previo al pago de impuestos e intereses, es decir el EBITDA ajustado fue 4.947 millones de dólares en 2022 (aumentó 27 por ciento versus 2021). El ratio de endeudamiento neto fue 1,2 veces. Y la inversión total 4.192 millones de dólares, mientras la estimada para 2023 llega a 5.000 millones de dólares.
En relación a su producción upstream posee 101 concesiones en todas las cuencas productivas del país, 18 bloques exploratorios, reservas probadas por 1.187 millones de barriles de petróleo equivalente y el 64 por ciento en shale. Es el mayor productor de shale oil & gas fuera de Estados Unidos, con 154 pozos de producción de shale. El market share en cuanto a la producción de gas natural es 31 por ciento del mercado, en cuanto al crudo es del 38 por ciento. Tiene ductos por cerca de 2.800 kilómetros de crudo y 1.800 de productos refinados.
Posee tres refinerías: en La Plata, Luján de Cuyo y Plaza Huincul) con un market share del 53 por ciento en naftas y 58 por ciento en gasoil. Tiene 1.654 estaciones de servicios, representando el 35 por ciento del mercado, pero es una empresa más federal con estaciones donde las otras compañías no operan en más de 240 localidades. Cuenta con la estación más grande del país (superficie de 16.000 m2, en la localidad de Leones, sobre la autopista Rosario-Córdoba), la de mayor altura (Paso de Jama) y la más fría (en Ushuaia). Provee el combustible “más soberano y que no puede fallar”: el gasoil antártico, a través de tanques y del rompehielos Irízar. Y ha llegado a tener una planta “Antares” y una estación de servicios en Malvinas, durante la década de 1970.
En la nómina de personal es la empresa pública que más trabajadores contrata (luego del complejo Trenes Argentinos), con 20.951 empleados directos y otros 38.993 indirectos. El 21,5 por ciento del plantel son mujeres y 16,3 por ciento ocupa puestos directivos.
Tiene un sinfín de empresas subsidiarias, controladas, con participación o negocios independientes: YPF Luz es el quinto mayor generador de energía eléctrica del país con activos en siete provincias, parques eólicos, solares, etc. YPF Agro brinda soluciones a los productores agropecuarios como semillas, agroquímicos, fertilizantes y silobolsas. Y-TEC se dedica a la investigación, desarrollo e innovación, junto al Conicet con una inversión de 24 millones de dólares para energía. YPF Gas distribuye gas licuado en garrafas y cilindros en todo el país. Y la lista continúa con Metrogas (la mayor distribuidora del país del servicio público de gas natural por redes), YPF Litio (con un incipiente desarrollo en producción de celdas para baterías), AESA, OLDELVAL, REFINOR, etc.
Tiene una red de proveedores con 4.638 con contratos activos; terminales portuarias para crudo, gas y GNL; red de aeroplantas, con presencia en todos los aeropuertos ubicados en capitales provinciales, más Ezeiza y Aeroparque; centrales térmicas de generación eléctrica para industrias y hogares; red de oleoductos y gasoductos y la lista sigue.
Está claro: YPF es (y ha sido) un buey, un labrador o forjador de caminos, un pionero que abre puertas a los demás. Así, la laboral de una YPF activa, con presencia en todas las regiones productivas, con las territorios donde transporta, refina y comercializa sus combustibles y productos derivados, no puede ser entendida sino como una performance win-win para el conjunto de las provincias energéticas y el gobierno federal. Todos deberíamos al unísono celebrar en reconocimiento explícito al “capitán que nos trae la copa”, nuestro Aleph nacional.
(*) Director de la consultora Paspartú, ex Subsecretario de Hidrocarburos 2019-2020.
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Desarrollo autónomo nacional
Por Julián Bilmes (*)
Asistimos por estas semanas a una campaña de desprestigio contra la renacionalizada YPF y, por elevación, contra el potencial del Estado empresario y emprendedor. En plena campaña electoral, se ha conjugado la sustanciación del juicio que enfrenta Argentina en los tribunales de Nueva York por la expropiación de la petrolera de bandera en 2012 (mientras se aguarda la definición del monto que se debería pagar al fondo buitre Burford) con una serie de declaraciones públicas de referentes de la oposición neoliberal, como el llamado de Javier Milei en favor de privatizar YPF y otras empresas controladas por el Estado.
Este modus operandi recuerda a lo acontecido con la demanda de los fondos buitre que jaqueó el financiamiento internacional de Argentina durante el último tramo del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y generó las condiciones –y condicionamientos– para el ruinoso pago por parte del gobierno de Mauricio Macri en 2016. Se puede advertir un entramado institucional, judicial y mediático que opera para garantizar los negocios del capital financiero global y de sus personeros y aliados locales, a la par que golpea contra un instrumento soberano clave y exitoso de nuestro país como YPF.
Se busca presentar sintéticamente aquí ciertas ideas y reflexiones que refieren tanto a la conveniencia de la renacionalización como a cuentas pendientes y desafíos actuales.
La expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF a manos de Repsol y la consecuente sanción de la Ley de Soberanía Hidrocarburífera (N° 26.741), entre abril y mayo de 2012, constituyó la mayor transformación estructural de signo posneoliberal en el sector energético de todo el ciclo kirchnerista. Si bien esta medida no fue lineal ni estuvo desprovista de matices, tensiones y complejidades (las cuales se abordan en profundidad en la tesis doctoral del autor, que se puede consultar aquí), se encuentra entre las políticas más sentidas y relevantes de las últimas décadas, mediante la cual el Estado recuperó el control y dirección estratégica de la empresa más importante del país, que participa en numerosos rubros y sectores y representa un puntal clave para el desarrollo nacional.
Repsol había implementado una estrategia de giro de utilidades al exterior y desinversión programada en YPF, mientras depredaba las reservas que la petrolera había descubierto en las décadas precedentes. Tal estrategia no fue revertida sino más bien agudizada mediante la fallida “argentinización” de YPF hacia 2007-2008, mediante el ingreso del supuesto “burgués nacional” Eskenazi y su grupo Petersen a la compañía, haciéndose cargo del gerenciamiento. De hecho, se trata de la compañía que inició el juicio que enfrenta hoy en día Argentina, hacia 2015, vendiendo luego sus derechos a Burford. En fin, el accionar de Repsol-YPF había sido clave para la aparición del déficit energético hacia 2011 y la consecuente reemergencia de la recurrente restricción externa de la economía.
A partir de la expropiación, YPF experimentó un giro productivista entre 2012 y 2015, y a pesar del declive sufrido luego por las políticas de Cambiemos –que benefició a las petroleras privadas en detrimento de la de bandera– se ha recuperado desde 2020, mostrando resultados muy importantes en materia de inversión, producción, reservas, eficiencia, etc. (se puede consultar este detallado informe de CEPA al respecto). Además, cuenta con novedosas iniciativas de gran potencial como YPF-Tecnología (Y-TEC), YPF Litio, YPF Luz o YPF Agro.
En fin, YPF representa un instrumento clave frente a los múltiples desafíos futuros que enfrenta nuestro país, en plena escalada bélica y disputa geoestratégica mundial, en donde el acceso y la disponibilidad sobre los recursos naturales estratégicos resultarán esenciales. No es mediante su desprestigio sino más bien su vigorización que contaremos con mejores condiciones para los tiempos que vienen, fortaleciendo y ampliando el rol empresario y emprendedor estatal, con perspectiva soberana y en función del beneficio del pueblo argentino. Será tarea de todos y todas defender a YPF y a las numerosas y diversas capacidades estatales en su conjunto frente a la ofensiva privatista neoliberal y hacer fuerza para profundizar su rol como motor del desarrollo autónomo y humano.
Fuente: Pagina 12