Enero dejaría apenas u$s1.000 millones por exportación del agro, la misma cifra que se usará para rescatar bonos. ¿Sirve otra edición del dólar soja?
El debate por la recompra de bonos de deuda incluye un dato que agrava más la controversia: el sacrificio de divisas previsto -por un monto de u$s1.000 millones– coincide con el ingreso que dejarán las ventas del campo en enero.
Se trata de una cifra alta si se tiene en cuenta la situación de las reservas pero que, además, pone de manifiesto la dura situación del campo: hace un año habían ingresado u$s2.400 millones solamente en enero, parte de un verano récord que dejó u$s7.650 millones en las arcas del Banco Central. Claro, hace un año no solamente no se sufría el devastador efecto de la sequía que se está viendo hoy, sino que además el convulsionado escenario geopolítico en Europa impulsaba los precios de los commodities a niveles récord.
Lo cierto es que, con un verano en el que se proyecta un desplome interanual en el aporte de la exportación agrícola -sobre, todo, después de la caída de 40% en la cosecha de trigo-, y con todos los ojos puestos en las turbulencias del mercado cambiario, cada día que pasa cobra más fuerza la perspectiva de una tercera edición del “dólar soja”.
Esa sospecha se sustenta, además, en las exigencias financieras del 2023: a diferencia del año pasado, en el que el FMI dejó un saldo neto superior a u$s6.000 millones, este año habrá que pagar casi u$s2.000 millones, lo cual hará más difícil el cumplimiento de la meta de acumulación de reservas por unos u$s4.800 millones.
Con estos datos a la vista, el segundo trimestre -el que típicamente deja la mayor cantidad de divisas por exportaciones- luce muy lejano y exige al ministro Sergio Massa volver a hacer gala de su pragmatismo para conseguir dólares.
En realidad, una tercera edición del “dólar soja” ya prácticamente no genera resistencia a nivel político: el kirchnerismo, que se escandalizó ante lo que consideró una claudicación frente al “lobby devaluador” y que definía a las medidas de Massa como “la resolución 521” -porque era el inverso de la recordada 125- ya tiene asumido que esta es una batalla perdida.
El propio Massa dio por saldada la discusión política en una reciente entrevista con Horacio Verbitsky, en la cual rechazó los calificativos de “condicionamiento” o “chantaje” para calificar al tipo de cambio preferencial para los productores sojeros.
“Tenemos visiones distintas. Yo creo que lo mejor es lo que le da resultado a la Argentina, y no vivo la administración de tensiones como un chantaje sino como la responsabilidad que tiene alguien de encontrar los puntos de equilibrio”, dijo Massa.
Dólar soja 3: ¿a qué precio venderían los productores?
Pero el hecho de que, desde el punto de vista político, Massa tenga allanado el camino para volver a implementar un dólar especial para los sojeros no implica que no persistan las dudas. La principal es si sigue habiendo margen como para que los productores liquiden sus stocks, ahora mucho más menguados y con la perspectiva de una mala campaña.
A inicios de septiembre, cuando se puso en práctica la primera versión del “dólar soja”, había en los silobolsas unas 22 millones de toneladas, con lo cual se consideraba alcanzable la meta de una venta por u$s5.000 millones. De hecho, los productores respondieron con entusiasmo, vendiendo 10 millones de toneladas.
Ya en la segunda edición, en diciembre, el stock de producto en los silobolsas era mucho más reducido, no llegaba a 11 millones de toneladas, y el resultado final, aunque fue satisfactorio, reflejó esa menor capacidad almacenada: se vendieron 6 millones de toneladas que dejaron u$s3.100 millones en las arcas del Banco Central.
Una eventual tercera edición del “dólar soja” ya supondría un panorama muy diferente: se estima que hoy la existencia de soja en manos de los productores ronda los 5 millones de toneladas. Si los exportadores mantuvieran un comportamiento parecido al de las experiencias anteriores, entonces habría que esperar una venta inferior a 3 millones de toneladas, que dejarían un aporte probable de u$s1.000 millones. Casualmente, la misma cifra que se sacrificará para la recompra de deuda soberana.
En otras palabras, todo indica que se está cumpliendo el pronóstico que habían hecho los críticos de Massa: el incentivo exportador con tipo de cambio alto había logrado que se adelantaran exportaciones que, de todas formas, iban a realizarse. Y que el costo de ese adelantamiento sería una retracción de las ventas futuras.
Para colmo, hay malas perspectivas de la próxima cosecha. Todavía quedan zonas sin sembrar, a la espera de lluvias que mejoren los rendimientos, y los pronósticos de los analistas -como el recientemente difundido informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires- apunta a una campaña que dejará unas 35 millones de toneladas, lo que implicará una posible caída de 17% respecto del año anterior.
Esto implica que los productores ahora están menos urgidos por convertir sus porotos en dinero -porque ya obtuvieron liquidez de los dos programas de incentivo- y, además, deben extremar la cautela por el riesgo de descapitalizarse ante una mala campaña.
Es en ese punto que surge la pregunta inevitable: ¿cuál sería la cotización a la que los productores podrían vender en una circunstancia como la actual? Algunos analistas, como Marianela de Emilio, estiman que para desprenderse de sus stocks, los sojeros querrán que se les reconozca un tipo de cambio de no menos de $260 por dólar. Es la cifra a la que se llega tomando en consideración el dólar futuro y el precio esperado de la soja para marzo.
La cifra podría incluso quedarse corta si la inflación no va en el sendero descendente previsto por Massa sino en el que prevén los economistas consultados en la encuesta REM del Banco Central. En ese caso, el precio del “dólar soja 2” de diciembre pasado, ajustado por la inflación esperada, debería estar más cerca de los $270 por dólar.
¿Vale la pena otro dólar soja?
¿Estaría dispuesto Massa a hacer ese ofrecimiento? A juzgar por los antecedentes y sus declaraciones, todo indica que sí. Lo que no está tan clara es la reacción que tendrían los productores.
En definitiva, el dato que ha marcado cuándo una propuesta gubernamental les parece satisfactoria y cuándo no, es el porcentaje del precio global que logran embolsar después de la exportación. El éxito del “dólar soja” reside en que, después de descontadas las retenciones y hecha la conversión a dólares en el mercado financiero, los productores lograban un 49% del precio internacional, mientras que sin el régimen preferencial apenas podían embolsar un 35%.
El otro factor que influirá sobre la conducta de los productores es el de la expectativa sobre los precios del mercado internacional, y es un dato que podría jugar a favor de la venta en el corto plazo, dado que entre los analistas se consolida la visión de que no hay mucho margen para las subas.
La explicación es el “factor Brasil”: a diferencia de lo ocurrido en otros años de sequía, esta vez no se afectó a toda la región -lo cual habría hecho caer las proyecciones de producción a nivel global- sino que en el país vecino se prevé un volumen récord de 153 millones de toneladas de soja.
Eso compensaría la caída del aporte argentino al comercio internacional. Como, por otra parte, en el marco de una recesión global se prevé una retracción en la demanda por parte de los principales países importadores, se completa el cuadro de precios que, en el mejor de los casos, se mantendrían en sus niveles actuales.
Los costos colaterales bajo la lupa
Lo cierto es que, a esta altura, casi todos los economistas creen que una tercera edición del “dólar soja” será inevitable. Pero el interrogante es si, tal como están planteadas las cosas, a Massa le seguirá resultando un buen negocio. Después de todo, su expectativa se limitaría a un refuerzo relativamente menor de la caja del Banco Central, para lo cual se volvería a pagar el costo de una serie de efectos colaterales
Como han estudiado los economistas -tanto los de la línea ortodoxa como los “keynesianos” cercanos al kirchnerismo- los costos son altos en términos de expansión monetaria involuntaria.
El hecho de comprar dólares caros a los sojeros para luego revendérselos baratos a los importadores implicaría, en los hechos, otra inyección de pesos en un mercado que ya tiene bastantes amenazas en el plano monetario.
Hablando en números, solamente con la experiencia de diciembre, se volcaron al mercado $489.000 millones. Fue el anunciado lado B del dólar soja: el objetivo de corto plazo de fortalecer las reservas se pagó con un empeoramiento en el flanco de la lucha anti inflacionaria.
Fuente: Iprofesional