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Entre 2021 y 2022, el consumo local creció cerca de 25%, y ya alcanza cerca de una cajita por persona al año, mientras crece la industrialización

Mientras terminan una magra cosecha anual, los productores de arándanos de la Argentina están relanzando una campaña con la que apuntan a estimular el consumo interno difundiendo los beneficios de estas frutitas azules y enseñando distintas maneras de comerlas. En buena medida gracias a esta iniciativa que ya lleva seis años, con el lema “Mejor con arándanos”, este año esperan colocar en el mercado local unos 5,5 millones de kilos de blueberries, alrededor de una cajita por persona, lo que es bastante si se considera que hasta este siglo casi no se conocían.

Los arándanos comenzaron a cultivarse en la Argentina en los ´90, con el objetivo de abastecer al mayor mercado del mundo, Estados Unidos, en el momento del año en que la oferta era nula, y aprovechando la producción en contraestación, como ya venía haciendo Chile. Pese a los altos costos de aprendizaje, el negocio fue bien y la Argentina llegó a tener más de 4.600 hectáreas cultivadas.

Productores de arándanos, con viento en proa

 

Pero las cosas fueron mutando. Por un lado, en el exterior: a la par que el consumo mundial aumentaba, montado en la tendencia de la alimentación saludable, varios países empezaron a avanzar en producción de arándanos; entre ellos, descolló Perú, que hizo enormes inversiones en zonas desérticas y, desde cero, pasó a ser el primer exportador del mundo, desplazando a Chile. Por otro lado, la Argentina reinició la política de dispararse en los pies, castigando las exportaciones con desdoblamientos cambiarios, retenciones, demoras en reintegros, impuestos múltiples, falta de créditos, costos logísticos, etc. “La rentabilidad queda en Reconquista 266”, ironiza, refiriendo la dirección del Banco Central.

Así, mientras los precios internacionales iban cayendo por mayor competencia, la Argentina vio disminuida su competitividad por razones autoprovocadas, que agravaron la desventaja natural de la distancia geográfica. Lo que al principio era rentable enviar por avión, hubo que mandarlo en barco, con malas consecuencias sobre la fecha de ingreso a los mercados de destino y las características que debían tener las frutas. La menor rentabilidad también retrajo las inversiones, y buena parte de los arándanos argentinos fueron quedando rezagados de las variedades que empezaron a preferir los mercados que mejor pagan.

Exportaciones de arándanos: Latinoamérica crece, ¿qué pasa con Argentina?

 

“Hasta hace 10 años, entre septiembre y noviembre no había nadie ofertando; después se sumó Perú, que hoy ronda los 300 millones de kilos exportados, mientras que nosotros, que exportábamos 20 millones, ahora vamos a despachar alrededor de 5 millones este año”, dice Alejandro Pannunzio, presidente de la cámara ABC (Argentinean Blueberry Committee)

Así las cosas, la exportación comenzó a caer y atrás, la producción. “Hoy, Perú y México nos pasan por encima en Estados Unidos, Sudáfrica nos sacó de Inglaterra, entre otros”, dice Pannunzio. “Hace unos años exportábamos 20 millones de kilos y caímos a 5 millones”, agrega. A la par, las hectáreas cultivadas se redujeron a cerca de la mitad.

Por la caída en las exportaciones

Por la caída en las exportaciones, productores argentinos promueven el consumo de arándanos en el país.

 

Para sobrevivir, las empresas que quedaron en pie apuntaron a desarrollar nuevos destinos externos, como Israel, que ya es el tercero en importancia, y sobre todo el mercado interno: “Queríamos desarrollarlo como una pata más del negocio, pero hoy es casi el destino principal”, dice el empresario. Los arándanos comenzaron a insertarse en yogures, jugos y otros alimentos, también a industrializarse por la vía del congelado, y a través de las campañas se enseñó cómo y con qué comerlos.

Arándanos: industrialización y mayor consumo local

 

“Tendríamos que poder duplicar lo que vendemos al mercado interno; a los jóvenes les gusta y los niños enloquecen”, se entusiasma Pannunzio. Por ahora, van bien: pese a la caída de las exportaciones, el consumo interno creció cerca de 25% desde 2021. No obstante, todavía es alrededor de un décimo del de Estados Unidos, el principal consumidor del mundo.

Los arándanos, considerados entre los “superalimentos”, comenzaron a cultivarse en el país para consumir frescos, pero más recientemente se incorporó la industrialización, básicamente con productos congelados, que tuvieron buena recepción por parte de los consumidores.

“El congelado permite no tirar nada de lo que se compra, y tener un producto disponible todo el año. Le dio satisfacción a una demanda que existía, es como un producto más”, dice Pannunzio. Este tipo de productos se usan, por ejemplo, en licuados y smoothies.

El congelado tiene un precio más estable que la fruta fresca. Desde hace un par de años, explica el empresario, se congela más volumen, y algunas empresas se dedicaron casi exclusivamente a este negocio, que tiene una logística distinta pues se destina no a verdulerías sino a dietéticas, negocios con freezer, y requiere un transporte a -18°C. Este año se congelarán nada menos que unos 3,5 millones de kilos.

Una economía regional con empleo federal

 

Hoy, más del 90% de los arándanos del país se cultivan en Tucumán y Entre Ríos, con alrededor de 40 empresas en cada lugar. “El problema de la Argentina es que no estimula las economías regionales”, se lamenta Pannunzio.

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Por diversas medidas internas y el crecimiento de competidores, Argentina exporta 4 veces menos que hace un par de años.

Recuerda, además, que el arándano no solo tiene mucha mano de obra con baja calificación en la cosecha, que recibe capacitaciones específicas, porque trabaja con productos directos para el consumo; también genera empleos de mayor jerarquía, como ingenieros en alimentos, ingenieros electrónicos para las máquinas que separan las frutas por colores, ingenieros en normas ambientales y otros puestos, que muchas veces se ignoran, en el medio del campo.

 

Fuente: Iprofesional