El debate sobre la soja retenida en las silobolsas dejó al desnudo la consecuencia de la política oficial: el productor sólo se queda con el 27% del precio
Las acusaciones del Gobierno a los productores sojeros, a quienes culpa de intentos desestabilizadores por haber ralentizado su ritmo de exportaciones y mantener los granos en las silobolsas, vuelve a mostrar que la política y el campo no sólo hablan idiomas diferentes, sino sobre todo que hacen cuentas diferentes.
El contraste no puede ser más fuerte: el campo argumenta que, del precio internacional, el productor apenas recibe poco más de la cuarta parte. Pero desde filas oficialistas, tanto en los discursos de los funcionarios como en los editoriales de los referentes mediáticos, se plantea la situación en términos de codicia del productor, que a pesar de haber sido beneficiado con una suba del precio internacional, nunca considera que tiene una ganancia suficiente y trata de forzar una devaluación.
Incluso se llegó a decir, en las últimas horas, que como los productores cometieron el error de no haber vendido cuando las pantallas del mercado de Chicago marcaban u$s650 por tonelada de soja, ahora los productores buscan la corrección cambiaria para compensar ese error de cálculo.
Desde ese punto de vista, la actitud de haber retenido soja en las silobolsas -al punto de que hoy esté guardado el equivalente a u$s15.000 millones- implicaría algo así como pretender que el Estado deba “subsidiar” un problema empresarial.
Ese es, al menos, el discurso que han sostenido públicamente los funcionarios en medio de la crisis cambiaria, incluyendo a Alberto Fernández, que el viernes, con un blue que cerró a $338 después de haber tocado los $350.
Por qué los sojeros miran la brecha cambiaria
Lo llamativo es que, del otro lado del mostrador, las cosas se ven de un modo muy diferente. En realidad, para el productor es mucho más relevante la brecha cambiaria que el precio internacional de la soja. Y esto ocurre por un motivo muy simple: el Banco Central obliga al exportador a vender al tipo de cambio oficial, pero luego ese productor debe ir al mercado financiero y pagar el valor MEP cuando quiere hacerse de divisas para encarar los costos de su negocio, donde la mayor parte de los insumos tienen valor dolarizado.
Hablando en números, hoy la soja en Chicago cotiza a u$s526, pero el sojero recibe apenas u$s145 por tonelada. Es decir, apenas un 27% de la cotización internacional que llama la atención de los funcionarios. O, puesto de otra manera, el Estado se queda con el 73% del precio que le pagan al exportador.
¿Cómo se llega a esa cifra? De los u$s526 que recibe el productor cuando exporta, se debe restar un 33% que se queda la AFIP por concepto de retenciones. Quedan u$s352, que se liquidan al tipo de cambio oficial -hoy en $130-, lo que implica que ese monto se cambia por $45.814. Y, como el sojero necesita divisas para afrontar sus costos, recurre a la conversión de esos pesos en el MEP -que hoy cotiza a $314-, con lo cual en el mercado obtiene los u$s145.
Naturalmente, cuanto más amplia se la diferencia entre el dólar del Banco Central y el del mercado financiero, menor será la cantidad de dólares que quede en el bolsillo del sojero. Esto explica por qué, aun en los momentos en que se registraron subas de la cotización internacional, el precio verdadero para el productor cayó. Claro, al mismo tiempo que la soja subía, también se producía la escapada del dólar en el mercado paralelo.
Viéndolo desde ese punto de vista, no resulta extraño que los productores hayan sostenido una actitud cautelosa, al punto de que al cierre de junio apenas se haya comercializado un 27% de la cosecha -el porcentaje más bajo de los últimos 15 años- y que en julio prácticamente se haya paralizado la operatoria exportadora.
Más que especular, lo que los productores hacen es soltar en cuentagotas los granos, a medida que van necesitando liquidez para saldar deudas o financiar los insumos de la próxima campaña. Pero no se vende más que lo estrictamente necesario, porque existe la expectativa de que la actual brecha cambiaria se debería reducir con la introducción de medidas económicas.
Soja y dólares: el Gobierno sí mira el precio internacional
No es de extrañar, entonces, la guerra retórica entre el Gobierno y el campo, porque ambos ven en el contrincante un culpable de sus pérdidas.
La ralentización en la venta, para el Gobierno supone una pérdida por doble vía. Primero; porque ingresan menos dólares a la caja del Banco Central, que ve disminuir sus reservas. Y con el agravante de que, como está cayendo el precio internacional, la perspectiva es que, cuando finalmente se concrete la exportación, ingresarán menos divisas de las que podrían haber entrado.
Hablando en números, la soja que no se vendió cuando en el pico del precio a u$s650 y se venda hoy, habrá perdido un 20%.
Actualmente hay retenidos en las silobolsas unas 29 millones de toneladas, según la estimación que hizo Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera. Al precio de hoy, eso significa unos u$s15.000 millones, pero hasta hace algunas semanas, equivalían a casi u$s19.000 millones.
Eso explica por qué, a diferencia de lo que les ocurre a los sojeros, el Gobierno sí mira con atención las pantallas de Chicago. Para un Banco Central exhausto, esa brecha de u$s4.000 millones puede significar la diferencia entre mantener el control cambiario o ir al caos cambiario.
Para colmo, las perspectivas del mercado internacional son de una caída adicional de los precios. En parte por el fortalecimiento del dólar en el mundo -que tradicionalmente va en dirección opuesta a los precios de las materias primas-, en parte por una mejora en las perspectivas climáticas de Estados Unidos, y también por los avances en la negociación para que Ucrania y Rusia empiecen a normalizar sus embarques agrícolas.
Pero, además, hay otra pérdida que está teniendo el Gobierno, de la que se habla menos que la de los dólares, pero también es relevante: al venderse menos soja, entran menos recursos fiscales por concepto de las retenciones.
De hecho, llamó la atención de los analistas cómo ese rubro, que en otros momentos llegó a representar el 10% del total de la “torta” de la AFIP, actualmente se ubica en 5,7%. La recaudación por retenciones crece a un ritmo de 11% anual, lo que implica que está cayendo fuerte en términos reales, una vez que se despeja el efecto de la inflación.
Entre el “relato” y la necesidad de dólares
Es en ese contexto que se produjo el debate interno en el Gobierno, entre un sector partidario de incentivar al campo con un alivio impositivo temporario mientras otro reclama un endurecimiento, con medidas compulsivas para que se embarque la producción guardada en silobolsas.
No es una disyuntiva nueva para el Gobierno que ha dado pasos en zigzag durante la gestión de Alberto Fernández. El revés político de la intentona por estatizar Vicentin dio paso a una actitud más “friendly” y dialoguista en el primer año del Presidente, algo que le costó los primeros reproches del sector kirchnerista.
Luego, con aumentos de retenciones y cupos a la exportación, se registraron las primeras reacciones de disgusto ya no de los productores, sino de los propios gobernadores de las provincias agropecuarias, todos de signo peronista, que sufrieron en carne propia las consecuencias políticas de esa pelea, al ser derrotados en las legislativas del año pasado.
Y ahora, otra vez aparece la tentación de “demonizar al campo”, ante la necesidad de encontrar un villano hacia quien canalizar las culpas por la turbulencia cambiaria.
Es en ese marco que Alberto Fernández se refirió al “desafío de enfrentar a los que guardan 20 mil millones de dólares en el campo y no los liquidan esperando una mejor rentabilidad cuando el país los necesita”, y a la advertencia de que no le van a torcer el brazo.
Las declaraciones fueron respondidas por dirigentes gremiales como Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural, quien cuestionó la cifra esgrimida por el Presidente y negó que haya una motivación de especulación en la actitud del campo.
Lo cierto es que el argumento de la motivación política para desestabilizar al Gobierno es difícil de sostener: los propios medios afines al kirchnerismo había destacado el escaso predicamento de la Mesa de Enlace sobre los más de 200.000 pequeños productores, algo que se manifestó en el hecho de que en la reciente jornada de protesta agropecuaria -que incluía un paro- se embarcó un volumen mayor que el promedio.
Queda expuesto el gran interrogante político: si la postura agresiva que muestra el Presidente es realmente el preludio de un enfrentamiento con el campo o si, por el contrario, es una forma de compensar con retórica la introducción de medidas contrarias al ideario populista, como por ejemplo una “ventana fiscal”, que en los hechos tendría el efecto de una rebaja de retenciones o de una devaluación sectorial para incentivar a que las silobolsas se vacíen.
Fuente: Iprofesional