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Las cadenas productivas buscan capturar los altos precios internacionales. Advierten que se necesitan cambios estructurales para trascender la coyuntura.

Cada vez que se habla de las posibilidades de la Argentina, fuera de cualquier contexto, se apunta a aumentar las exportaciones para darle dinamismo al ingreso de divisas. Es una de las maneras más rápidas de generar riqueza, con mayor capacidad productiva y exportadora.

Desde que comenzó la guerra en Ucrania, que no sólo generó más de 5 millones de refugiados, innumerable cantidad de muertes y la destrucción de decenas de ciudades, también se inició una vertiginosa suba de los precios de los alimentos en el mundo, tal cual lo advierte un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que además pone énfasis en el impacto que ya tiene la guerra en el mercado agropecuario.

Los problemas logísticos, de producción e inflacionarios son una realidad y podrían implicar una “oportunidad” para países como la Argentina.

Ucrania y Rusia producen gran parte del suministro para cubrir la demanda mundial de maíz, cebada, trigo, aceite de girasol y fertilizantes. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, estos dos países suman cerca del 30% de las exportaciones globales de trigo, un cereal que constituye la materia prima para elaborar pasta, pan, harina, y otros productos empacados con los que se alimenta a millones de personas y según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, Ucrania y Rusia proveen el 12% de las calorías de la humanidad, por lo tanto mientras queden afuera de la oferta global, los precios de los commodities tendrán un plus en sus cotizaciones, que muchos analistas llaman “premio bélico”.

En nuestro país, desde el Gobierno y el sector empresario -dejando de lado el horror que plantea una guerra- se piensa en cómo incrementar la oferta exportadora mientras se paguen altos precios internacionales.

Lo que pasa en el mundo afecta fuertemente al trigo, por eso desde el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca se buscó por todos los medios posibles que la cadena del trigo pudiera capturar las altas cotizaciones en los mercados de referencia. Una medida concreta para llegar a ese objetivo fue la de ampliar el cupo de ventas al exterior a 10 millones de toneladas, habilitando nuevas inscripciones en el registro de exportación.

Las oportunidades para el trigo no sólo están en Brasil -que el año pasado le compró a la Argentina 5,5 millones de toneladas- sino que se abren opciones en los mercados del sudeste asiático donde Australia era un peso pesado. Allí hoy nuestro país tiene presencia y el contexto actual brinda una nueva oportunidad.

Desde el sector empresario destacan que mientras la región del Mar Negro se vea afectada, países del norte de África y Asia central podrían requerir materias primas como las que nuestro país esta en condiciones de proveer.

Es función de esto el Gobierno lanzó un programa de asistencia a productores y les pagará los honorarios a los Ingenieros Agrónomos para que asesoren a quienes tienen una baja productividad en sus campos. La idea es llegar a las 25 millones de toneladas de trigo, unas 5 más que las que nuestro país apuntó en los últimos años.

Otra conveniencia que plantea la guerra se da en la producción de girasol, donde la situación es similar a la del trigo. Desde el sector privado aseguran que el cultivo será una de las vedettes de la campaña y que la alta demanda de semillas para la siembra será una limitante.

Vele recordad que la actual gestión redujo los derechos de exportación para el girasol, por comprender que se trata de un cultivo regional. Por ese motivo, se bajaron del 12% al 7% en aceite y grano y al 5% para el pellet. Sin dudas, con los precios actuales el girasol también es una oportunidad.

Estas cuestiones son meramente coyunturales y aunque no dejan de ser una oportunidad para aprovechar, existen otras variables que se deben señalar para que la excepción se trasforme en una regla.

Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI (Desarrollo de Negocios Internacionales), aseguró en diálogo con Ámbito que “la Argentina exporta cerca de u$s45.000 millones al año y probablemente en 2022 se llegue a u$s50.000 millones tomando en cuenta distintos productos de la cadena agro alimenticia. Algunos son muy primarios como granos, otros mas elaborados como frutas procesadas, aceites, jugos concentrados y otros manufacturados o fraccionados como los vinos”.

Una idea que sobrevuela desde que comenzó el conflicto bélico es la de maximizar las oportunidades exportadoras. En cuanto a este punto, Elizondo plantea que “Argentina no exporta más porque no se invierte. Todo lo que se produce se exporta, por eso es necesario producir más y eso se logra con inversión”.

El experto en comercio internacional detalló que “si seguimos produciendo bienes primarios los principales mercados siempre estarán en Asia, porque ellos compran nuestros productos para industrializar. Si en cambio exportáramos productos que pudieran ir directo a las góndolas, llegaríamos a mercados más exigentes como el europeo o el estadounidense”.

De todas maneras, no sólo hay que invertir y aumentar el agregado de valor en las cadenas agro industriales. Elizondo asegura que “para aumentar las exportaciones también se necesita avanzar en las negociaciones económicas internacionales, que les permitan a los productos argentinos ingresar a los mercados sin los obstáculos, ya sea porque pagan altos aranceles o porque no existen tratados de libre comercio firmados. Las negociaciones no sólo se realizan para lograr una baja de aranceles, sino para eliminar posibles obstáculos y regulaciones especiales. Si logramos esos cambios, Argentina podría exportar mas productos de economías regionales, como aceitunas, maní, cítricos, peras y manzanas, yerba, infusiones o pescados. Allí es donde hay mucho para crecer”.

 

Fuente: Ambito