Su primer auto fue usado y al segundo lo sacó en cuotas, porque a su padre no le parecía lógico que maneje un Rolls. De grande se pudo dar el gustito.
Ricardo Fort murió el 25 de noviembre de 2013 y todavía es recordado no sólo por sus historias faranduleras, sino también por su fanatismo por los autos de lujo, especialmente por los Rolls-Royce. “Ricky”, como se lo bautizó popularmente, dejó como herencia una colección de fierros realmente espectacular.
El primer auto del “Comandante” (así le gustaba ser llamado en los medios) fue, curiosamente, un auto muy popular. A sus dieciocho años el padre le regaló una Chevy Coupé usada para compartir con su hermano mayor. “Mi papá me decía que no podía entrar a la fábrica en un Rolls-Royce, no le parecía lógico. Por eso mi primer vehículo fue austero”, confesó en una entrevista con Ciudad.com.
Cuando cumplió veinte años usó los ahorros que había obtenido trabajando como portero de un bar en Miami, Estados Unidos, y sacó un Mazda Miata en cuotas.
Pasó el tiempo, la cuenta bancaria de Ricky creció hasta números inimaginables y allí pudo finalmente darse el gustito que soñaba desde chico. “Cuando era niño dibujaba la parrilla del Rolls-Royce porque me la sabía de memoria. Me compraba libros con las fotos y descripciones de los autos. Siempre le decía a mi padre que tuviéramos uno, ya que teníamos plata”, relató en la misma entrevista.
Al momento de su fallecimiento, Fort tenía en Buenos Aires cinco autos: un Mercedes-Benz Coupé CLK blanco, otro rojo, un Mercedes-Benz C 200 que usaba su pareja (Rodrigo Díaz), un Mercedes-Benz Clase E y un Rolls-Royce Phantom.
“Yo no manejo el rating, manejo un Rolls-Royce”, dijo una noche en Showmatch. Y era cierto: Fort se mostró siempre arriba de los autos de esta marca y tuvo varios en su cochera. Tal es así que una vez contó que llevó a Miami dos Rolls viejos y adquirió un Phantom edición limitada con la diosa insignia de cristal iluminada, con pintura especial y un trabajo artesanal de la madera, así como un Mercedes-Benz SL 63 AMG.
Para el séptimo aniversario del fallecimiento de su padre, Marta y Felipe Fort se subieron al mítico Phantom que heredaron y salieron a dar un paseo por la Ciudad de Buenos Aires. “Ése era el auto que papá amaba y yo también”, declaró tiempo atrás Marta en una entrevista con Revista Gente. El modelo es 2010 y tiene un motor V12 de 6.7 litros de cilindrada y 460 caballos de potencia.
“Ese auto estuvo parado cinco años. Se arrancaba para que estuviera en buen estado. Después de esos cinco años, el auto fue liberado por la Justicia. Marta y yo tenemos 14, falta mucho para poder usarlo. Encima pagamos patente”, explicó Felipe, su hijo, en 2018.
Ricardo Fort fue una de las únicas dos personas que en la Argentina compraron un Rolls-Royce Phantom. Años después de su fallecimiento, los hijos lo pusieron a la venta por 700 mil dólares, pero todavía no encontraron quien lo compre.