Este sería el primer eslabón que podemos aprovechar para pensar el campo conectado, inteligente y digital de los próximos años. Para seguir este camino, las alianzas estratégicas con actores que conocen profundamente la industria del agro y a su gente son fundamentales, por eso trabajamos por ejemplo con CREA.
La oportunidad: ser el semillero de agtechs y foodtechs
Esta década que comenzamos nos servirá para atravesar la frontera tecnológica y avanzar en una revolución 4.0 que tenga al campo como su principal protagonista. De acuerdo con una investigación elaborada por CREA, la revolución digital es parte de la transformación del campo argentino y está en la mente de los productores: El 80% está en algún grado de acuerdo con que la incorporación de la robótica va a cambiar la producción agropecuaria de forma radical.
Sobre la adopción de nuevas tecnologías: El 44% de los productores manifestó hacerlo “para solucionar problemas actuales”; El 32% está interesado en probar y evaluar diferentes alternativas; El 19% lo hace con el objetivo de “captar nuevas oportunidades”.
En este sentido, tenemos todo el potencial para ser el granero y el supermercado del mundo al mismo tiempo. También, ser el semillero de agtechs y foodtechs que asistan al mercado con emprendimientos y empresas que generen valor agregado desde la industria de la tecnología y con formas de encarar proyectos digitalmente diferentes. Esta unión está más viva que nunca y debe ser parte de una estrategia a largo plazo.
Para ser líder en lo digital hay que establecer metas claras, realizar alianzas estratégicas, trabajar en equipo, observar qué se está haciendo en otras latitudes, aprender de los demás y apostar a tecnologías disruptivas que, sin el conocimiento humano, no podrían aplicarse en entornos tan desafiantes y cambiantes como los que vivimos. La clave pasa por incorporar tecnologías de nube, inteligencia artificial, internet de las cosas, Big Data y analítica de datos, blockchain que faciliten y optimicen nuestras tareas de todos los días. Esto puede aplicarse, por ejemplo, en granjas y campos conectados con tecnologías de IoT para medir la temperatura de los suelos, del aire, el estado de los animales.
Hoy existen ejemplos locales de uso con tecnologías que son de bajo costo y listas para usar. Para conectar máquinas y volverlas inteligentes, a través de sensores para detectar su funcionamiento, advertir si están por romperse y anticiparse. En la cadena de distribución y seguridad alimentaria, para realizar trazabilidad en el producto y entender su ciclo de vida. En la operación del negocio, acceder a insights de comercio y de bienes al instante para avanzar en nuevos proyectos y mejorar procesos de trabajo y para crear productos y servicios innovadores. También se puede aplicar para manejo de riesgos y de situaciones adversas, como para predecir problemas climáticos y de plagas que puedan afectar la producción.
No hay un consenso absoluto sobre cuál fue la primera población agrícola en el mundo. Ain Ghazal, por ejemplo, ubicado en el centro de Jordania, fue uno de los primeros pueblos campesinos de más de 10.000 años de antigüedad, donde sus habitantes cultivaban trigo, cebada, garbanzos y lentejas; al mismo tiempo que, otros, iban a zonas aledañas a pastorear ovejas y cabras. Con lo que sí hay consenso es que los seres humanos siempre nos valimos de las tecnologías que nosotros mismos creamos para poder crear, innovar y progresar. Confiemos en ellas para llevar la aceleración digital al corazón del campo argentino.
Fuente: Ambito