El precio de la gasolina en EEUU se duplicó desde que asumió Biden. Además, el precio del barril de crudo ya llegó a los 80 dólares, el más alto en los últimos siete años
Durante la campaña electoral, e incluso esta semana en la cumbre de la COP de Glasgow, el presidente Joe Biden se comprometió a llevar a Estados Unidos hacia una “transición para terminar con el petróleo”. Pero la realidad económica de su país se le vino encima y ahora está pidiendo a los productores de crudo del mundo que aumenten su producción para que baje el precio exorbitante que está teniendo en el mercado. Lo acompañan con mucha preocupación por sus economías, India y Japón.
Hay razones para la incoherencia de Biden. Los precios del petróleo, que ya superan los 80 dólares por barril, están en su nivel más alto en siete años. Mientras que la subida de los precios del gas natural en Europa y Asia también hizo saltar las alarmas, hay escasez y Rusia –el proveedor casi exclusivo- presiona con su privilegio de poder cerrar la canilla en cualquier momento.
Los economistas creen que el repunte de los precios de los combustibles fósiles está teniendo un impulso como el que terminó con el repunte de la economía en 2008, cuando los precios alcanzaron casi 150 dólares por barril y terminamos con una crisis financiera mundial.
Estados Unidos está intentando parar esa bola de nieve. Primero fue un viaje a Riad de Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, en el que pidió a Arabia Saudí que aumentara la producción. Después, Jennifer Granholm, la secretaria de Energía de Biden, dijo que estaba considerando la posibilidad de liberar crudo de sus reservas estratégicas para reducir los precios.
La Casa Blanca incluso se puso en contacto con algunos productores de petróleo dentro de EE.UU. para preguntarles con qué rapidez podían aumentar la producción, un movimiento incómodo para una administración que muchos ejecutivos petroleros consideran hostil a su sector. Y pocas horas antes de viajar a Glasgow para la apertura de la cumbre de cambio climático, Biden llegó a plantear la posibilidad de tomar represalias contra Rusia y Arabia Saudita si no aumentaban pronto la producción de petróleo y gas. “Lo que estamos considerando hacer al respecto, me resisto a decirlo antes de tener que hacerlo”, dijo a los periodistas en la Casa Blanca.
La OPEP, la organización de los 23 países productores de petróleo a la que se sumó Rusia, decidieron la última semana mantener sin cambios sus planes. Es decir, bombearán 400.000 barriles diarios más de los que venían produciendo, como lo habían acordado en julio. De mantener ese ritmo, los países con mayor capacidad de producción de crudo tardarán hasta septiembre de 2022 para recuperar los 9,7 millones de barriles diarios que extraían antes del hundimiento de los precios en el arranque de la pandemia.
“Es el canto del cisne”, opinan los operadores del mercado. Probablemente el último momento de gloria que tengan las petroleras antes del inevitable declive por ser los máximos contaminadores del planeta y los que más contribuyen al cambio climático. Aunque todavía tendrán algunos años de fuerte demanda debido al impulso económico que necesitan todos los países para salir de la parálisis de la pandemia. Wil Van Loh, jefe de Quantum Energy Partners, una de las mayores firmas de capital privado centradas en el petróleo, aseguró al Financial Times que el mundo tiene que estar preparado para “precios del petróleo de tres dígitos”. “Todavía falta mucho para que se revierta la situación. Antes de que pasemos a las energías renovables, los productores tienen la capacidad de paralizar financieramente a las economías occidentales”, dijo.
En los pasillos de la COP26, en Glasgow, se puede sentir esa enorme preocupación. La subida de los precios de los combustibles fósiles “hará que se replanteen las prioridades, las inversiones y los plazos”, afirmó Daniel Yergin de la consultora IHS Markit y autor de The New Map, un libro sobre las fuentes de la energía global. “Vuelve a poner la seguridad y la fiabilidad energética en la misma agenda que la transición energética”, dijo.
En Europa y Estados Unidos ya se advierte que podría haber problemas para la distribución de los consumos y regalos de Navidad. Amazon, DHL y el correo estatal ya dijeron que los consumidores tendrán que esperar demoras en las entregas. La mayor parte del problema la constituye, precisamente, la falta de petróleo. La otra, es el enorme aumento de la demanda que estuvo detenida dos años a causa del Covid. Un galón (3,7 litros) de gasolina en Estados Unidos cuesta ahora una media de 3,40 dólares.
Eso es la mitad del precio que podría pagar un consumidor en el Reino Unido, pero un 60% más que durante los últimos meses de la presidencia de Donald Trump. Y los automovilistas ya están señalando al que consideran “el culpable”. En las máquinas expendedoras de gasolina de las regiones más conservadoras del Medio Oeste se pueden ver pequeños carteles con la imagen de Biden diciendo “Yo hice esto”. De esta manera, los “trumpistas” y la industria petrolera le están cobrando al presidente demócrata la factura por las restricciones a las nuevas licencias federales de perforación y la cancelación del oleoducto Keystone XL -uno de sus primeros actos en el cargo- que revirtieron las políticas pro-combustibles fósiles de Trump.
De todos modos, la industria petrolera sabe que le queda poco tiempo y mientras presiona para que todo continúe como si el cambio climático no estuviera ocurriendo, trata de adaptarse a los nuevos vientos. Los mercados de capitales escépticos, los accionistas preocupados por el medio ambiente, la regulación gubernamental y las evidencias de que si no se detiene la contaminación no habrá a quien venderle nada, están frenando la inversión. Incluso ahora, cuando el dinero les está entrando a raudales, los grupos petroleros como Shell y ExxonMobil -haciendo caso a los mensajes de los tribunales y los inversores activistas- utilizan el dinero para re-comprar acciones y aumentar los dividendos, no para aumentar la producción.
“La industria petrolera está invirtiendo para conseguir el cero neto”, asegura Martijn Rats, estratega jefe de materias primas de Morgan Stanley, en referencia a un informe de la Agencia Internacional de la Energía que dice que el mundo no tiene más necesidad de proyectos petroleros si quiere frenar las emisiones en línea con los objetivos climáticos de la Cumbre de París para detener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados centígrados. “Pero nuestra demanda no se parece en nada a un cero neto. Probablemente se producirá un pico de oferta antes que un pico de demanda”, agregó hablando con Bloomberg TV.
Por otro lado, hay muchos ambientalistas que se alegran del alto precio del petróleo. “Esto es muy bueno porque muchos lo pensarán dos veces antes de ir a cargar combustible. Y las industrias también tendrán que recortar el consumo de petróleo. Todo esto va a llevar a que tengamos menos emisiones de gases de efecto invernadero”, dijo Estefaní Troncoso, una activista ambientalista ecuatoriana que asiste a la cumbre en Escocia. Y Amy Myers Jaffe, profesora de Tufts University, sigue esa lógica. “Nunca se ha dado el caso de que la gente vea el precio del petróleo más alto y diga ‘¿Sabes qué? Quiero ser más dependiente de Arabia Saudí, y de Rusia e Irán, así que por lo tanto voy a dejar de hacer energía alternativa’”, dice. “Existe la creencia de que los políticos dirán que como habrá una reacción contra las energías renovables las dejarán de lado. Pero eso no va a ocurrir”.
Cuando comenzaron a plantearse globalmente las políticas de transformación de la matriz energética para detener el calentamiento global, hace décadas, nadie creía que sería un proceso fácil. Pero muy pocos previeron que en el momento en que buena parte de la población mundial entendiese que los combustibles fósiles son los mayores contaminantes y el líder de la mayor potencia propiciara su fin, iba a aparecer la necesidad de una mayor extracción de gas y petróleo para apuntalar una economía dañada por una inédita pandemia.
Los cisnes negros, los imprevistos, no dejan de aparecer para complicarnos la vida y cambiar nuestros planes.
Fuente: Iprofesional