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El clorpirifos está en el podio de los insecticidas más aplicados en la Argentina aunque provoca daños graves en la salud. Razones detrás de la decisión

asta que finalmente ocurrió. Tras un sinfín de idas y vueltas, y tal como anticipara este medio en abril de este año, el Gobierno oficializó la decisión de prohibir el uso, producción y venta de uno de los venenos más letales que se aplican en la agricultura local.

Mediante la resolución 414 asentada en la edición del Boletín Oficial de este viernes, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) fijó un veto a la importación del insecticida clorpirifos –etil y metil– a partir de los 45 días de publicada la decisión.

También dictaminó una prohibición de elaboración y fraccionamiento “a partir de los noventa (90) días de entrada en vigencia la presente resolución”. En cuanto a la comercialización y uso, el organismo dispuso un lapso de 455 días para su erradicación final. En otras palabras, el clorpirifos se podrá seguir utilizando “hasta agotar stock”.

“Desde esa fecha, se producirá la baja automática de los registros de principios activos y de los productos fitosanitarios que contengan Clorpirifós etil y Clorpirifós metil, en el Registro Nacional de Terapéutica Vegetal a cargo de la Dirección de Agroquímicos y Biológicos dependiente de la Dirección Nacional de Protección Vegetal del SENASA”, detalla el texto oficial.

Desde el entorno del SENASA comentaron a iProfesional que la medida es consecuencia directa de los convenios sobre contaminantes orgánicos persistentes que Argentina ratificó recientemente. Las pautas discutidas y establecidas en Estocolmo y Rotterdam inclinaron la balanza hacia el lado de la prohibición.

Creado por Dow -hoy bajo control de Corteva Agriscience– el clorpirifos es una auténtica bomba química que se aplica en la mayoría de los cultivos de la Argentina. Este agrotóxico es otro enorme responsable de la tragedia sanitaria que sufren los pueblos fumigados del interior.

Se trata del insecticida más difundido en la producción agrícola en general. “Se utiliza en formulaciones de insecticidas para frutas, verduras, granos y jardín”, reconocieron voces ligadas al organismo.

El veneno

El clorpirifos es el insecticida más utilizado en la actividad agrícola local.

 

Residuos de clorpirifos han sido constatados en sendas experiencias científicas llevadas a cabo por equipos de especialistas de la Universidad de La Plata y el CONICET liderados por el doctor Damián Marino.

Desde muestras de agua recabadas en cuencas de la talla del río Paraná hasta producciones de frutas y verduras monitoreadas por el mismo organismo oficial, el plaguicida ostenta una presencia que no conoce límites.

A tono con esto, su comercialización se encuentra tan liberada que hasta hoy resulta muy sencillo adquirir formulaciones de clorpirifos a través de portales de comercio electrónico como Mercado Libre.

Perfil del veneno

El clorpirifos es un organofosforado que irrumpió en la escena del campo durante los años 60. Hoy por hoy, es pulverizado en casi 100 países sobre medio centenar de cultivos diferentes. El tenor de su toxicidad originó condenas legales en años recientes.

Por citar un caso, Dow, desarrolladora del veneno, fue multada en 1995 y 2003 por ocultar casi 250 casos de intoxicación con ese plaguicida sólo en los Estados Unidos.

Durante años, la empresa publicitó al insecticida como producto “seguro”. En la sumatoria de ambas sanciones, Dow culminó desembolsando a modo de pena más de 2,7 millones de dólares.

En los últimos años Dow ha enfrentado

En los últimos años Dow ha enfrentado condenas millonarias por la toxicidad del producto.

 

Ya en 2011, un estudio concretado por la universidad norteamericana de Columbia vinculó al insecticida con numerosos casos de niños afectados con retrasos mentales y físicos en zonas cercanas a Nueva York.

En agosto de 2018, la Justicia estadounidense activó una prohibición de venta del producto tras informar que la exposición al agrotóxico provoca daño neurológico –sobre todo en niños–, y motiva desde la pérdida de inteligencia hasta cambios en la conducta. También se indicó que, incluso a dosis bajas, puede generar trastornos como el autismo.

 

 

Fuente: Iprofesional