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La semana pasada el Gobierno nacional anunció una quita de retenciones para exportaciones “incrementales” de las automotrices. Las empresas del campo siguen esperando alguna vez una medida como esa para el sector.

Del “hay que pasar al invierno” de Álvaro Alsogaray a “el que apuesta al dólar pierde” de Lorenzo Sigaut, el muestrario de frases de funcionarios argentinos que quedaron en la historia es profuso. A principios de este año, la diputada Fernanda Vallejos sumó su aporte, cuando habló de la “maldición de exportar alimentos” que tiene Argentina.

Fue, como mínimo, llamativa esta definición por parte de una economista. Los números que dio a conocer esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), referidos a los principales complejos exportadores argentinos, son un nuevo mojón de muestra de que la lluvia de dólares que aportan el campo y la agroindustria es una bendición en el marco de un país con escasez de reservas de la moneda estadounidense.

La sequía del Banco Central sería extrema si no fuera por los más de 31 mil millones de dólares que sumaron la soja, el maíz, el trigo, la carne bovina, el maní, los lácteos, los vinos, la cebada y el girasol en 2020.

Sólo estos complejos representaron el 60 por ciento de las divisas ingresadas el año pasado, y 6,2 veces más que los 4.309 millones de dólares generados por la industria automotriz.

Y con una salvedad que no siempre se menciona y es válido subrayar: el agro es casi el único aportante neto de divisas. La mayoría de los restantes sectores, como por ejemplo el automotor, son deficitarios; es decir, sacan más dólares que los que ponen arriba de la mesa.

Sin embargo, esta semana una de las noticias de mayor relevancia fue el anuncio, encabezado por el presidente Alberto Fernández, de un esquema de beneficios impositivos para impulsar la inversión y el comercio exterior de las terminales que fabrican autos y camionetas.

Una de estas medidas es eliminar las retenciones, que actualmente son del 4,5 por ciento, para aquellas exportaciones que sean “incrementales”: es decir, para las que superen el volumen enviado en 2020.

Desde el agro no cuestionan una medida de esta índole, que favorece a uno de los rubros industriales emblemático en Argentina y que sostiene miles de empleos, tanto en las fábricas terminales como en los cordones autopartistas, sino que se preguntan: ¿para cuándo una medida así que favorezca a los de tierra adentro y que son los que más dólares generan?

Gestiones

Un ejemplo a tener en cuenta es el de carne y cuero bovinos, que en 2020 fue el quinto complejo exportador, con 3.368 millones de dólares, casi lo mismo que los 3.600 millones de otro sector que cuenta con políticas que lo protegen mucho más que al agro: el petrolero-petroquímico.

Desde la Mesa de las Carnes, y en el marco de las reuniones del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), se le acercó al Gobierno una idea para promover una ley que impulse las agroexportaciones: rebajar del nueve por ciento al cinco por ciento los derechos de exportación a cortes enfriados y congelados, y un bono fiscal a aplicar en el Impuesto a las Ganancias por cada kilo vivo de hacienda extra que se produzca.

La respuesta oficial es que quizá se agregue dentro de las propuestas que integrarán el proyecto de ley agroindustrial que prometió Alberto Fernández en la apertura de sesiones legislativas. Es una iniciativa que se viene discutiendo con el CAA desde mediados del año pasado sin avances concretos y con muchos ruidos en el medio, como la prohibición de exportar maíz que se impuso durante unos días de enero y el conflicto que despertó el Presidente cuando amenazó con elevar retenciones ante la suba de los granos.

El pedido del agro es simple: que ser competitivo no sea una maldición y alguna vez ser bendecido con políticas que lo aceleren como a los autos.

 

 

Fuente: Agro voz