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Muchos hablan del futuro como si nunca llegara, como si no existiera la certeza de que lo que pensamos hace un tiempo y le llamábamos “el futuro”, algún día sería parte del presente. Queridos amigos, este presente es el futuro de antaño y hoy es tan descriptible como real.

Viene bien hacer el ejercicio de ubicarnos en tiempo y espacio para aclarar algunas ideas y elegir, si tenemos ganas, en qué parte de la historia nos queremos ubicar.

¿Quién puede dudar que las fronteras físicas – hablo de líneas que dividen territorios – son parte del siglo pasado? Hoy, 3 de 4 personas en el globo son migrantes o provienen de una familia que lo es. El mundo, desde los 90 para acá, se hiperconectó y así como hoy podemos trabajar en vivo con un productor agropecuario que tiene internet en el campo a cientos de kilómetros, también podemos hablar con familiares y amigos que viven en la otra punta del planeta.

Todo aquel que quiera establecer acciones que promueven el encierro va camino a equivocarse, esto pasa en las empresas pero también en la política. Hoy lo que funciona es trabajar en red, sumar, agregar valor, multiplicarse. No encajan las visiones monopólicas y encasilladas del pasado. Twitter y Facebook, entre otras, nos vinieron a demostrar que somos mucho mejores creando comunidades que encerrándolas.

Ojalá quienes dictan las normas y velen por su ejecución entiendan que hay un solo camino y este conduce al consenso para multiplicar la torta. Cuanto más tardemos en encontrar la huella, más le va a costar a la mayoría.

Me animo a afirmar que todo joven de este siglo con título en mano – o próximo a recibirse – está pensando en cómo insertarse en el mercado laboral de la mejor manera sin importar que tenga que prestar servicios para otro país, con otra banda horaria y trabajar por zoom todo el día. Lo interesante es que muchos profesionales con años en el mercado laboral ya se dieron cuenta de lo mismo, se adaptaron al home-office pandemia mediante.

Este mercado de fronteras derribadas tiene un producto estrella en nuestro país: los alimentos. Somos uno de los 11 países en el mundo con capacidad de exportarlos. Estamos llenos de pymes con ganas de crecer en el país en general y en el sector agropecuario en particular. Somos hijos de migrantes que vinieron a crear su porvenir y vaya si lo hicieron, nos dejaron incentivos para sobreponernos a decenas de crisis y acá estamos.

Todavía tenemos el producto estrella (ojo con el todavía), el que todo el globo quiere, y nosotros aparentemente nos empeñamos en quedarnos en la chiquita exprimiendo la naranja a más no poder. ¿Y si cambiamos el chip? ¿Y si exprimimos pero parte del jugo lo utilizamos para seguir sembrando naranjos?

Fronteras derribadas, mercado (libre) – parafraseando a la startup argentina más exitosa de los últimos tiempos – y producto estrella. Llegamos al futuro, que es nuestro presente. Subamos la vara, abandonemos por un momento los patrones que nos empujan a discusiones eternas de políticas partidarias, hoy tenemos la oportunidad de saltar todas las grietas que van desde La Quiaca a Ushuaia y pensar en grande.

Han pasado solo 20 años de esta centuria y me animo a afirmar que nos quedan grandes años por delante. Años donde no pensemos en países, sino en regiones. Años donde no pensemos únicamente en acciones nacionales sino regionales. Años donde las únicas fronteras que valgan sean las del conocimiento, y todos tengamos la humildad y las ganas de seguir aprendiendo para ser mejores profesionales y personas día a día. Este es nuestro presente, sin fronteras y con mercados disponibles a un click, aprovechémoslo y construyamos un futuro que trascienda.

 

 

 

Fuente: La nacion