El modelo del auto superdeportivo llegó al país y provocó un revuelo. Su precio en el exterior supera los u$s300.000. El costo de traerlo al país ronda los u$s700.000.
Cualquiera de estos modelos mencionados mantiene la misma relación en cuanto a precios internacionales: en el mercado local cuestan alrededor del doble que en los países de origen. Esto hace que, obviamente, sea un segmento ultraexclusivo. Tanto es así que la mayoría se importan a pedido. “Cada unidad que llega ya tiene dueño”, explicaron desde una de las empresas importadoras. Incluso, en este momento con fuertes restricciones a las importaciones, en algunos casos no hay disponibilidad de unidades. Se presagia que las dificultades irán en incremento, por lo que este nicho de mercado quedará reservado para un puñado de fanáticos que, además, cuentan con el dinero para pagarlos. Lo que está claro es que la aplicación de impuestos no tiene una finalidad recaudatoria porque, en la práctica, lo que provoca es que se dejen de vender y, por consiguiente, no tributen. El fin es, en realidad, ponerles un cepo a las importaciones para evitar la pérdida de divisas.
También es cierto que en este nivel tan selecto no corre la ventaja de la disparidad cambiaria debido a que su precio en dólares es en billetes reales y no su conversión a pesos al valor oficial. De todas maneras, vale aclarar que también en los segmentos más económicos la presión impositiva hace que los valores de los 0 km estén por arriba de los países de la región, salvo Uruguay. Es por eso que tomar como positivo que se cobren impuestos excesivos a quienes compren vehículos de lujo no parece ser una buena lectura ya que también los pagan y mucho aquellos que sólo pueden soñar con un 0 km de bajo precio.
Fuente: Ambito