El barril criollo que fijó el Gobierno con las provincias, gremios y empresas permitió que las principales firmas productoras de hidrocarburos comiencen a exportar: divisas y reactivación, las dos claves.
Sin embargo, no puede pensarse que este escenario será permanente. En rigor, los interrogantes de carácter económico y financiero con los que nació el Gobierno de Alberto Fernández volverán a ganar en intensidad con el correr de las próximas semanas. Quedarán comprendidos también en las distintas mesas de diálogo que el Gobierno parece dispuesto a implementar para hilvanar algo que se parezca a un acuerdo económico y social compuesto por todos los sectores de la economía: trabajadores, sindicatos y organizaciones.
Una de esas preguntas fue, desde el comienzo, cómo conseguir los dólares que se necesitan para crecer. Despejando otras cuestiones, probablemente éste siga siendo el gran interrogante que deberá transitar la Argentina de aquí en más. Con la pandemia todavía tallando a nivel global y una cuarentena que se flexibiliza, ahora de forma mucho más lenta en algunas partes del país, los dólares para el crecimiento proyectan un arco de preguntas que, sin embargo, cifran parte de las respuestas en la capacidad de Vaca Muerta.
La expectativa de que el desarrollo de la cuenca neuquina de hidrocarburos no convencionales sume exportaciones por el equivalente a lo que podríamos denominar otra Pampa Húmeda. Entonces, habrá que mirarlo de este modo: si antes de la pandemia se hablaba ya de una especie de necesidad de sesgo a favor de la exportación para toda la política económica del Frente de Todos, ahora es cuando más sentido tiene.
Claro está que las cosas han cambiado. Una señal ineludible la tuvimos el 21 de abril de 2020, cuando el petróleo costó menos que la nada. Al cierre de la Bolsa, el barril de West Texas Intermediate (WTI) cotizaba a precio negativo: u$s37, en el mercado a futuro.
La brutal caída de la demanda, los oleoductos y las naves de carga vomitaban los excedentes en contenedores de almacenaje que estaban a punto de rebalsar. Se les pagaba entonces a los proveedores para que se lo lleven a otra parte… Por supuesto, las cosas han cedido un poco desde entonces y las tensiones han llevado al barril de nuevo en ascenso.
Recuperando el hilo de esta nota, el análisis presente sobre la política de hidrocarburos pero sobre todo por Vaca Muerta no puede clausurarse en algunas referencias a la pandemia. Y aquí es donde entra lo relevante: aprovechar el momento singular que se presenta. Si la Argentina depende, como otros países, del impulso en el rebote, entonces habrá que aprovecharlo todo, incluido el probable desenlace positivo de la negociación por la deuda que podría devolver a la Argentina a los mercados de capitales internacionales y así vehiculizar inversiones.
Si Vaca Muerta resulta ser, detrás del campo, el segundo sector con gran potencial exportador y uno de los pocos único capaz de aportar unos u$s20.000 millones al año necesarios para llevar cierto margen de acción en materia de generación de puestos de trabajo, armonizar las políticas de tipo de cambio y reducir las tensiones en materia de precios y salarios, entonces la prioridad deberá pasar por allí.
Una de las primeras medidas que se tomaron fue la determinación de un precio interno llamado “barril criollo”. La novedad es que, en el marco de esas decisiones, la actividad parece haber comenzado a revivir. Dicho de otro modo: si la pandemia del covid sólo profundizó la situación en la que había caído la actividad en Vaca Muerta producto de la decisión del gobierno de Cambiemos de congelar el precio de los combustibles en octubre de 2019, a partir del establecimiento del barril criollo como una política para generar las condiciones para sostener actividad y promover nuevos desarrollos de petróleo y gas, comenzaron a verse los primeros resultados.
El dato más relevante es que, en junio, se aceleró la tendencia a solicitar permisos de exportación por parte de las operadoras en Vaca Muerta. En ese mes, según datos de Secretaría de Energía se exportaron 850.000 barriles de crudo no convencional de Neuquén. En rigor, las principales fueron YPF, Tecpetrol y Vista. Pero también se sumaron Pampa Energía, ExxonMobil y la malaya Petronas que es socia de YPF en el área La Amarga Chica. En lo que va de julio, la tendencia se sostiene. Se sumaron las exportaciones Shell y Equinor con 470.000 barriles de Bandurria Sur, el proyecto que opera YPF en la cuenca Neuquina.
Pero hay más. Con respecto al destino, las ventas fueron a Bahamas y en agosto, se exportará Brasil (Vista). Fuentes del mercado señalaron que el barril criollo, apoyado por el gobierno nacional, las provincias productoras, las operadoras encabezadas por YPF y los gremios, fue clave para lograr una eliminación de las retenciones a precios menores de u$s45, y tasas menores para precios mayores. También sostienen que permitió además que otras empresas de la cuenca empiecen a reabrir producción, (habían frenado al comienzo de la pandemia) y que algunas compañías estén empezando, lentamente, a volver a la actividad.
Por supuesto, la discusión no está zanjada. Un tipo de cambio acorde, costos logísticos que sean adecuados y presión impositiva que sea parte de la agenda a discutir, conforman el ineludible camino para mantener inversiones.
Fuente: Ambito