En su pueblo del noreste de Siria, Abdel Karim Matar no se recupera de la muerte de sus caballos. Sus purasangre árabes, dice, perecieron tras haber bebido en el arroyo contaminado por fugas de petróleo.
En esta región del país en guerra, controlada por los kurdos, los vastos campos petroleros de Rmeilane representan una grave amenaza ecológica, contaminando las fuentes de agua de la zona, afirmó la oenegé holandesa PAX.
En Rmeilane, un reservorio en particular, Gir Zero, ha sufrido varias fugas desde al menos 2014, según un informe de la oenegé publicado en junio.
Para Matar, el golpe de gracia vino hace cuatro meses cuando sus bestias fueron envenenadas al beber en el arroyo cerca de su aldea de Abu Hajar.
“También es un foco de enfermedades, causa de infecciones cutáneas”, lamentó.
En Siria, en guerra desde 2011, los combates han destruido a veces las infraestructuras petroleras, blanco de las codicias de los actores beligerantes.
Apoyados por las tropas estadounidenses en el terreno, los kurdos controlan los principales yacimientos petrolíferos, que son la principal fuente de ingreso de su administración autónoma.
En un pastizal, el pastor señala manchas aceitosas negras una de sus ovejas. El único culpable, Gir Zero.
Sus palabras se hacen eco de las de los criadores de animales de los alrededores, que dicen haber perdido varias ovejas o vacas que venían a beber a las fuentes de agua contaminadas.
Sin olvidar los problemas respiratorios causados por la inhalación de los efluvios de petróleo o de los residuos petroleros vertidos en los ríos, afirman los habitantes.
“Debemos llevar a nuestros hijos al médico regularmente para ponerles un respirador artificial por las emanaciones”, aseguró Mahmud.
– No hay solución –
En las regiones del noreste de Siria, las refinerías improvisadas, a menudo visibles a lo largo de las carreteras rurales entre las aldeas y las ciudades, arrojan al cielo largos penachos de humo negro.
Estas infraestructuras, que transforman de manera primario el petróleo crudo en bencina, gasolina y diésel, vierten también sus residuos en los ríos vecinos, según PAX.
En una de esas refinerías cerca de la ciudad de Qahtaniya, la exposición prolongada a los residuos petroleros, por inhalación o contacto directo, causó problemas de salud a varios empleados, entre ellos Ahmed Mohamed.
Se queja de dolores de cabeza recurrentes así como en el tórax y de quemaduras en las piernas, causadas por las técnicas rudimentarias usadas para calentar el crudo y refinarlo.
“Tengo que hacer eso para alimentar a mis hijos porque no hay otro trabajo”, afirmó el obrero de 37 años.
A su juicio, las autoridades kurdas parecen desarmadas ante los repercusiones ambientales del oro negro.
“Es una de nuestras mayores preocupaciones”, afirmó a la AFP Berivan Omer, responsable ambiental en la administración kurda.
“Pero las soluciones en este momento son difíciles de encontrar porque requieren importantes financiamiento y experiencia”, agregó.
Fuente: Infobae