Las compañías que realizan fractura hidráulica interrumpieron todos sus servicios en el transcurso de abril. En los pozos, sólo guardia de mantenimiento
El segmento petrolero es una máquina de generar las peores novedades en términos de movimiento económico.
Al conocido exceso de stock generado por la ausencia casi total de la demanda, con su consiguiente efecto negativo sobre las refinerías -paralizadas en su gran mayoría-, y el derrumbe del precio internacional del crudo por la misma pandemia y la guerra comercial que mantienen Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita, ahora se sumó una nueva mala nueva para los actores de la actividad, aunque con estricto acento argentino.
La combinación de variables negativas derivó en la parálisis total de las fracturas hidráulicas que se venían llevando a cabo en el reservorio de Vaca Muerta.El parate absoluto resultó anticipado por la consultora NCS Multistage y confirmado a iProfesional por referentes de la extracción de hidrocarburos en esa zona de la Argentina.
Se trata de una instancia inédita desde que comenzó la producción de hidrocarburos no convencionales a través de la controvertida técnica del “fracking” en la Patagonia.
La interrupción del 100% de las fracturas para la apertura de nuevos pozos llega luego de un repunte que se había dado durante el mes de marzo. En ese lapso, la rotura vía “fracking” totalizó 441 movimientos, siendo que en febrero el indicador había estado en 409 y, ya en enero, 367.
Desde NCS informaron que las fracturas hidráulicas del primer trimestre sumaron 1.217 versus las 1.733 del mismo período pero correspondiente a 2019. El porcentaje de caída rondó el 30 por ciento.
Por supuesto, eso siempre hasta fines de marzo. Abril fue directamente la ausencia total de “fracking”, también a partir de la consolidación de la cuarentena total. Cerca de 25.000 trabajadores de la actividad petrolera debieron quedarse en sus casas tras la imposición del aislamiento y nada hace prever cuándo se comenzará a discutir el retorno a los yacimientos.
El freno en la demanda de crudo tuvo repercusión directa en el número de compañías que realizan las fracturas: de cinco se bajó a tres y luego a cero. A principios de 2019 el “fracking” era desarrollado por Calfrac, Halliburton, Schlumberger, Baker Huges y Weatherford. En febrero de este año operaron sólo Halliburton, Schlumberger y Baker Hughes. Luego del pico de marzo, lo que siguió fue la parálisis completa.
De este pelotón ahora inmóvil, vale señalar que en esta primera parte del año Halliburton le “comió” mercado a Schlumberger dado que, de un año a otro, pasó de realizar menos del 30 por ciento de las etapas a dominar más del 70 por ciento de las operaciones.
Ahora, el interrogante es cuándo volverán las fracturas y qué ocurrirá hasta entonces con los puestos de trabajo que demanda la técnica de perforación.
Consecuencia lógica
Voces del mercado petrolero consultadas por iProfesional definieron a la desactivación del “fracking” como una “consecuencia lógica” y expusieron el parate como el resultado de trabas a la actividad que comenzaron a articularse en tiempos del macrismo con la imposición de medidas de congelamiento para el crudo y las naftas.
“Después comenzó a verse una afectación grande a partir de la caída de los precios internacionales producto de la guerra comercial entre Rusia y Arabia Saudita, y su alcance a los Estados Unidos. El golpe de gracia lo dio la pandemia, que obligó a las compañías a enviar a los trabajadores a sus casas”, dijo uno de los expertos interpelados.
“Hoy la actividad de las empresas en Vaca Muerta se redujo a cero. Sólo hay determinadas guardias mínimas que tienen como objetivo mantener el funcionamiento de lo que ya está avanzado con fracturas ya hechas. Y también se ocupan de garantizar la seguridad en los pozos. Estamos hablando de a lo sumo 50 personas destinadas por cada compañía a esa tarea”, añadió la fuente a este medio.
Muy cerca de unas de las principales petroleras con operaciones en Neuquén también señalaron que el freno total en el reservorio es un eco del “arrastre de políticas internas” que comenzaron a desalentar la inversión y el peso de factores externos relacionados con el contexto a nivel global.
“A la par del congelamiento en Argentina también ocurrió la caída del Brent, algo que no se podía anticipar. Y después llegó un virus que mantiene confinadas a la mitad de las personas. Por otro lado tenés una posibilidad de exportación que tampoco es atractiva porque el mundo no está pidiendo más petróleo”, dijo.
En ese sentido, y como expuso iProfesional esta semana, distintos actores de la actividad reconocieron, aplicados los descuentos que proponen los eventuales compradores, el pago de derechos a las provincias y las regalías correspondientes -del orden del 8 por ciento-, el precio de la unidad de crudo con potencialidad de venta afuera cae hasta los dos dólares.
Es una cotización que lo acerca al valor que en un supermercado tiene el paquete de medio kilo de cualquiera de las yerbas más demandadas. Desde la Secretaría de Energía, fuentes interpeladas por este medio confirmaron lo irrisorio del precio vigente a partir del contexto de producto en exceso y uso paralizado.
“En las ofertas por el crudo local, los interesados están proponiendo descuentos de calidad por encima de los 12 dólares. En momentos en que la unidad de Brent oscila en torno a los 20 dólares, con variaciones según el día. Ese descuento que propone el comprador ya es un exceso respecto de otros momentos. Las petroleras locales no están aceptando esos precios, pero hay que ver qué ocurre si la situación de demanda inexistente se mantiene”, dijo a iProfesional una fuente ligada a la cartera oficial.
“Un barril que le representará apenas dos dólares a una petrolera sólo tiene lugar en un contexto distorsionado como el actual. Hoy por hoy, las compañías todavía tienen espalda para pagar un buque que mantenga almacenado el crudo en el mar hasta que la tendencia de precios cambie. Esto, claro, antes que exportar a un valor irrisorio como el que llega de potenciales compradores. Pero la realidad es que si el freno de la economía mundial se mantiene, más de una empresa terminará vendiendo su petróleo a dos dólares, incluso a uno”, añadió.
En torno a la Secretaría de Energía reconocen que la continuidad en un tiempo prolongado de esta tendencia de precios para la exportación, en combinación con la venta de naftas prácticamente simbólica que tiene lugar en estos días, vuelve obsoleta cualquier actividad petrolera incluso en el mediano plazo. Y mucho de eso pesa en esta parálisis total de las fracturas hidráulicas en Vaca Muerta.
El barril no se define
Entre las petroleras, la pregunta que emerge es cómo se volverá a operar una vez haya pasado lo peor de la pandemia. Exponen que, a la par de falta de precisiones respecto de qué pasará con el valor de las naftas, tampoco hay certezas de en cuánto quedará fijado el nuevo “barril criollo” para el mercado doméstico.
Ese aspecto es clave porque puede determinar la reactivación o no del complejo de refinerías. Siempre y cuando, por supuesto, vuelva la venta sostenida en el ámbito de los combustibles.
“Pagar 45 dólares como pretendían fijar algunas compañías en combinación con las provincias resulta claramente imposible para las refinerías. Hoy el Brent internacional está rondando los 25 dólares, abonar el doble es algo que ni se considera entre los refinadores. Por estos días se discute como establecer una fórmula que le cierre a todos los actores”, dijo a este medio un referente petrolero.
“Quizás si se acuerda un barril interno más cercano al Brent, se establece que no haya baja en el precio de las naftas, se mantiene quieto el valor de los biocombustibles y se congelan los impuestos, pueda darse un escenario que permita mantener la actividad petrolera y beneficie al resto de las empresas del sector y las provincias. Pero todos deberán ceder en algo”, agregó.
En el segmento de las petroleras señalan, también, que la intención del Gobierno de establecer un congelamiento de las naftas hasta fin de año “ya es cosa del pasado”.
“Estaba en los puntos de un DNU que nunca se publicó. Y eso es porque la volatilidad en la Argentina es tan grande que resulta imposible establecer un límite así por tanto tiempo. En este país, dado el contexto económico y sanitario, a lo sumo se podrán cerrar acuerdos por tres meses con alguna que otra prórroga. Hoy pensar en una solución a seis meses o más no puede sostenerse en la práctica”, expresó un alto ejecutivo consultado.
Fuente: Iprofesional