Debido la fuerte caída del precio del petróleo, los productores de shale estadounidenses se aferran con todas sus fuerzas “a la vida” y dependen de que sus grandes rivales de la OPEP salgan a rescatarlos.
Los productores de EE.UU. no forman parte de la OPEP, pero se alegrarían si el cartel decidiera profundizar los recortes de producción para apuntalar el precio del petróleo. Se dice que Arabia Saudita, el miembro dominante del grupo, está presionando para retirar al menos otro millón de barriles diarios (b/d).
Muchos productores norteamericanos con problemas de liquidez corren el riesgo de quebrar si la OPEP hace lo contrario y decide pelear otra batalla por la participación de mercado manteniendo las canillas abiertas.
“Si yo estuviera en su posición no recortaría más”, dijo Doug King, presidente de RCMA Capital. “Me sentaría a ver qué pasa”.
Los analistas sostienen que probablemente en 2020 la producción de shale estadounidense aumente de manera modesta, si es que lo hace, lo que marcaría un gran cambio. El año pasado, la producción dio un salto de más de 1,2 millones de b/d a un máximo histórico de 12,2 millones de b/d, según la Administración de Información Energética de EE.UU.
Pese a que todo esto es muy importante para los intereses estratégicos y económicos de Estados Unidos, a los inversores no se los ve tan entusiasmados.
Los productores estadounidenses absorbieron u$s 400.000 millones de capital entre 2008 y 2018, dijo Artem Abramov, jefe de investigación de shale en la consultora Rystad. Wall Street bloqueó el canal por el que llegaba capital al sector, cansado de financiar un modelo de negocio que es mejor para bombear petróleo que para generar ganancias.
“El [West Texas Intermediate] a u$s 50 el barril no funciona para el shale estadounidense”, dijo, refiriéndose a la referencia que actualmente cotiza a algo más de u$s 48.
Pero la otra opción también es difícil para la OPEP. La última vez que el cartel trató de enfrentar al shale norteamericano, las cosas terminaron mal. El último ataque de la OPEP comenzó en noviembre de 2014, cuando Arabia Saudita anunció el fin de la intervención en el mercado, permitiendo deliberadamente que bajaran los precios para obligar a los rivales a cerrar.
A eso le siguieron dos años de austeridad en la industria petrolera y sufrimiento fiscal en los países productores. Cuando Arabia Saudita tiró la toalla, la producción de EE.UU. había caído en 1 millón de b/d desde su pico, a 8,5 millones b/d. Los productores de shale emergieron más delgados y en forma, y aprovecharon el repunte de los precios del petróleo tras el regreso de Arabia Saudita a su papel de productor pendular. La producción en los años posteriores subió casi 50%.
“Si no se hace otro recorte esta semana, para el shale será una crisis aún peor que en 2015-16”, dijo Christian Larochelle, analista de Boston, especialmente dada la necesidad de los productores de seguir invirtiendo y perforando sólo para mantener la producción estable.
Fuente: Cronista