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Del éxito de la privatización de Aramco dependen los recursos para Vision 2030, que busca diversificar la economía más allá del petróleo

Desandar la nacionalización del petróleo no es un camino de rosas, aunque la línea argumentativa sea más fácil de imponer en una monarquía absoluta como la saudí. En este caso, Riad ha hecho de la necesidad virtud, en medio del alto índice de desempleo juvenil, apuros presupuestarios y techo a la vista en el consumo mundial de petróleo. Dicho panorama justifica la necesidad de diversificar la economía, cosa que necesita de vastas inversiones e incentivos que mejor no dejar para el día de mañana.

La otra cara de la reprivatización del petróleo es la nacionalización del empleo. En un reino de poco más de 30 millones de habitantes, más de 10 millones son extranjeros. Las cifras son aún más apabullantes en lo que respecta al empleo: tres de cada cuatro empleados en Arabia Saudí son extranjeros.

Nacionalizar el empleo

En un reino de 30 millones de habitantes, más de 10 millones son extranjeros

Todo empezó con el boom del petróleo en los años setenta, y 30 años más tarde Arabia Saudí era, aunque en menor medida que los emiratos del Golfo, una meca para los trabajadores de Asia.

En el 2013 hubo una persecución de trabajadores cuyo visado había expirado que expulsó a cerca de un millón de personas, la mayoría indios. La saudización del empleo, ya teorizada en la década anterior, pasó a formar parte del discurso oficial.

La recesión del 2017 hizo que se pasara de la teoría a la práctica, ahora ya no con acciones puramente policiales y judiciales, sino con una amplísima batería de medidas legislativas, con obligaciones para los empresarios, en forma de cuotas de saudíes en distintas áreas, limitaciones para los inmigrantes y nuevos impuestos para ambos. Una amplia lista de empleos que no ha parado de crecer han pasado a ser cuota exclusiva para saudíes.

Trabajadores de Saudi Aramco en una planta de la empresa en Abqaiq
Trabajadores de Saudi Aramco en una planta de la empresa en Abqaiq (Fayez Nureldine / Afp)

Esta presión por un lado, combinada con las tasas mensuales para cada familiar residente de los empleados extranjeros, que también han ido creciendo y rozan ya los 100 euros, combinada por el aumento de precios fruto de la introducción de impuestos indirectos al consumo, han movido a cerca de dos millones de inmigrantes a abandonar Arabia Saudí, desde enfermeras filipinas a albañiles bengalíes. El resultado es discreto. Cientos de miles de extranjeros menos redundan en decenas de miles de saudíes más con un empleo. La diferencia son miles de comercios y negocios que sencillamente echan el candado.

Las autoridades no desisten, aunque parece haber una reevaluación en curso para suavizar los ritmos. Consideran positivo que parte del capital que se desvanecía del país en forma de remesas permanezca dentro. Las tímidas conquistas de las saudíes a la hora de emanciparse de la tutela masculina también están relacionadas con el proyecto de nacionalizar el mercado de trabajo, aunque el empleo femenino ha crecido sólo un 1%. No todo el mundo está contento. Muchos expatriados se quejan de que ahora hasta alquilar un coche puede ser una odisea, con saudíes sin nociones de inglés. Pero el paro se ha contenido alrededor del 12%.

Un parque de atracciones en las afueras de Riad
Un parque de atracciones en las afueras de Riad (Amr Nabil / AP)

El Gobierno clasifica a las empresas saudíes en varias categorías de color, que van del platino al rojo, según el porcentaje de saudíes en nómina. Las categorías más bajas, ámbar y roja, serán una sola, roja, a partir de este año.

No en vano, del éxito de la privatización de Aramco –porque de eso se trata– dependen los recursos para Visión 2030. Este plan supuestamente concebido por el hijo favorito del valetudinario rey Salman pretende diversificar la economía antes de que sea demasiado tarde. Actualmente, de Aramco salen más de dos tercios del presupuesto saudí y más de cinco sextas partes de sus exportaciones.

Importancia

Dos tercios del presupuesto saudí salen de Aramco

La Visión 2030 pretende, entre otras cosas, crear una futurista ciudad de nueva planta junto al mar Rojo, llamada Neom. La privatización más o menos disfrazada de Aramco ha de servir para todo eso, pero sobre todo, para cambiar el relato –tras más de 40 años de nacionalizaciones, rotas por la fuerza con la invasión estadounidense de Irak– y de modo más anodino pero también más acuciante, para colmar las necesidades financieras del reino, auténticas arenas movedizas.

Porque los datos macroeconómicos reflejan estancamiento y paro. Un sudor frío volvió a recorrer las frentes saudíes, bajo las k ufiyyas de cuadros, en el 2016. Cinco años antes lo había hecho por motivos políticos, por el reguero de primaveras árabes. Pero esta vez, eran los fundamentos económicos del reino los que se tambaleaban, por la drástica caída del precio del crudo, en un momento en que se habían multiplicado los programas asistenciales para mantener satisfecha a una población sin derechos políticos.

Salida a bolsa de Aramco el pasado 11 de diciembre
Salida a bolsa de Aramco el pasado 11 de diciembre (Amr Nabil / AP)

La OPV revierte la nacionalización de los años 70 que fue, técnicamente, una compra por parte del Estado, iniciada por el rey Faisal –el mismo de la primera crisis del petróleo–, que moriría asesinado en palacio. Dicha adquisición se completó en 1980, para exorcizar la revolución islámica en Irán del año anterior, que sacudió el reino, desde La Meca hasta el este del país, de abundante población chií. Puestos a privatizar, está claro que la operación llega con retraso. El barril de petróleo vale ahora la mitad que hace unos años. Pero sobre todo, la apuesta por energías no fósiles se está acelerando y mundializando. Y el tiempo no se compra.

 

Fuente: La vanguardia