La sobre oferta de gas mundial pone en jaque a los proyectos de exportación y agrava el escenario financiero de las petroleras.
La fuerte competencia en la exportación de gas natural licuado (GNL) mundial está poniendo en jaque a la industria del shale estadounidense y trae un enorme signo de interrogación en el futuro de Vaca Muerta.
El crecimiento de la producción del fluido aumentó notablemente la cantidad de países con capacidad de volcar excedentes al exterior y ante una desaceleración de la economía mundial, los precios tendieron a estancarse.
Como agravante, los meteorólogos prevén un invierno templado en el hemisferio norte que reduce aún más las expectativas de demanda. Es por eso que los precios del GNL en Asia vienen cayendo ininterrumpidamente semana a semana.
El problema es que más allá de las temperaturas de este invierno, el nivel de actividad de los mercados asiáticos -principales consumidores del GNL- hace tiempo que avanza a un ritmo mucho menor al de años anteriores.
En este contexto, los primeros productores en quedar relegados son aquellos que tienen un mayor costo logístico por encontrarse a una gran distancia de los centros de consumo, a diferencia de Australia, Nueva Guinea o Qatar que cada año mejoran su performance exportadora en este rubro.
De acuerdo al Citigroup, la producción en Estados Unidos entrará en declive el próximo año y según Morgan Stanley, el volumen de ventas externas de GNL de este país se reducirá a la mitad.
Esta merma interpela directamente el plan de Guillermo Nielsen, que apostaba a construir los gasoductos y terminales de licuefacción necesarios para sumarse al selecto club de exportadores.
Si bien los analistas insisten en que el consumo de gas se multiplicará cuando China e India intensifiquen la descarbonización de sus economías, la realidad es que se trata de una premisa que aún no da señales de concretarse a corto plazo e incluso si se empezara a manifestar, la cantidad de plantas licuofactoras que se inauguran cada año alrededor del mundo obligan a un cálculo muy fino a la hora de lanzarse a construir este proyecto que compromete miles de millones de dólares.
Hasta hace no mucho se calculaba que para ser competitivo, el gas argentino debería colocarse a unos 3 dólares el millón de BTU en Bahía Blanca, ya que el proceso de comprimir el gas para transportarlo como líquido a presión atmosférica a 162 grados bajo cero y volver a regasificarlo en el punto de consumo le agrega un costo de dos dólares adicionales, sin contar los gastos de flete. Hoy, esos números quedaron desactualizados y ya se observan embarcos que se colocan entre 4,5 y 5 dólares el millón de BTU en los puertos asiáticos.
Una alternativa menos exigente por cuestiones de distancia sería el mercado brasilero, pero los especialistas estiman que difícilmente pueda destinarse más de 10 millones de metros cúbicos día, cuando la planta que quiere construir YPF duplica ese valor.
Al mismo tiempo, esta caída de precios se refleja al interior de la economía estadounidense y agrava el panorama financiero de las petroleras. Sucede que la propia característica de la producción no convencional obliga a una inversión al alza constante para contrarrestar la caída de producción que sufre rápidamente este tipo de yacimientos.
El asunto es que con menores precios se intensifican las necesidades de financiamiento. Según Haynes & Boone, estudio que viene monitoreando las quiebras de petroleras desde el 2015, en los próximos dos años estas empresas enfrentarán necesidades de financiamiento de 137.000 millones de dólares.
A su vez, la paciencia de Wall Street parece agotarse y así lo reflejan sus indicadores que van a contramano del rally alcista de la bolsa del último año. Es que desde el 2012, esta industria ha invertido 187.000 millones de dólares más de lo que generó.
Otro prestigioso instituto que se especializa en el análisis de las finanzas del shale en los Estados Unidos es el Institute of Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA), que reportó un “cash flow” negativo de 1.300 millones en el tercer trimestre de este año.
En lo que va del 2019, unas 33 compañías declararon la quiebra. Las más afectadas son pymes y proveedoras, pero el fenómeno también involucra a figuras conocidas como Chesapeake, una de las pioneras de esta actividad que admitió que tendrá dificultades de pagar su deuda si persiste la depresión de precios.
Fuente: La politica online