La petrolera Aramco, en venta. El reino quiere anticipar ingresos de una industria que tal vez no exista más en unas décadas. El riesgo de dormirnos en los laureles.
Ni Apple, ni Alibaba. La empresa más valiosa del mundo no será estadounidense ni china, sino saudí. Se llama Aramco, es una petrolera y pertenece a un solo tipo, el rey de Arabia Saudita, Salmán bin Abdulaziz.
El reino saudí acaba de confirmar que, esta vez sí, Aramco saldrá a la bolsa. El sábado se darán a conocer las condiciones y desde diciembre empezará a vender apenas un puñado de acciones en la bolsa de Ryad. Se calcula que con sólo vender 1% de sus acciones va a recaudar más que los 25 mil millones que recaudó Alibaba (la Mercado Libre china) cuando empezó a cotizar. Hasta ahora era el récord.
Hasta ahora nadie sabe cuánto vale Aramco. Cuando cotice, el valor de sus acciones permitirá calcular su capital. Se estima que valdrá 1,5 millón de millones de dólares. Cuatro Productos Internos Brutos (PIB) de la Argentina. Todo el mundo está excitado. Ayer, por ejemplo, China indicó que le interesaría invertir en diciembre entre 5.000 y 10.000 millones de dólares. Las implicancias económicas son sólo algunas. Las geopolíticas, en esa región del planeta, son inconmensurables.
Culpa de las baterías
¿Por qué el gobierno árabe -encabezado por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán- quiere vender la joya de la corona que, entre impuestos y ganancias financia prácticamente la totalidad del reino?
La respuesta resuena en Argentina. Arabia dice que quiere modernizar su economía, diversificarla, abrirla al extranjero y recibir inversiones. Y los expertos agregan: Arabia quiere empezar a monetizar ya sus reservas petroleras porque teme que empiecen a valer cada vez menos.
Aramco vale tanto porque nadie tiene tantas reservas de crudo (puede seguir extrayendo al ritmo actual durante 52 años) y porque su petróleo es el más fácil y barato de extraer.
Pero sobre ese futuro asegurado se presentan dos amenazas asociadas. Una, son las energías renovables. Otra, la presión del ambientalismo.
En lo primero, la clave son los autos eléctricos. El problema no es sólo que sustituyan al motor de combustión. Lo importante es que, cuando más coches eléctricos haya, habrá más capacidad instalada para guardar electricidad generada por el sol o por el viento. Hasta hoy, esa electricidad debía consumirse de inmediato o se perdía. Cuando haya millones de autos con baterías de litio la humanidad tendrá también, por primera vez, un acumulador gigantesco y descentralizado para guardar energía solar o eólica y consumirla cuando no haya sol ni viento. La masividad abaratará las baterías, que irán también a otros fines.
En cuanto al ambientalismo, el calentamiento global no es una mentira. Y los gobiernos no pueden ignorar a electorados cada vez más comprometidos. Y Aramco y Arabia Saudita están al tope de la lista de más buscados. Se calcula que un 5% del carbono que se agregó al mundo desde 1995 salió de los pozos saudíes.
Mejor plata en mano
En definitiva, vender Aramco (o una parte) implica anticipar los ingresos futuros que le daría Aramco al reino si siguiera funcionando como ahora. Algunos expertos dicen que un país como Arabia tiene una ventana de 20 a 30 años para transformarse y aprender a vivir de otra cosa.
Para Argentina, la cuestión es obvia. La promesa de Vaca Muerta, publicitada como “la pampa extra” que de pronto le “apareció” al país, es percibida como el hallazgo de un botín que nos va a salvar.
Pero para quienes piensan así, acá va la noticia: quedan muy pocos años para aprovechar Vaca Muerta. No lo dice cualquiera. Lo dicen los dueños de Aramco.
Vaca Muerta ya tiene más de 8 años de existencia. Y aún no es rentable. Todavía hay que subsidiar el gas que sale de allí. Y los políticos que nos gobiernan parecen no darse cuenta de que si nos dormimos en los laureles vamos a estar listo para sacar el gas cuando ya nadie lo necesite.
El gobierno que se va internacionalizó los precios del petróleo y del gas, con lo que activó las inversiones y aumentó la producción como para que Argentina volviera a autoabastecerse. Pero el fracaso de su política económica lo forzó en los últimos meses a volver a congelar tarifas y el crudo y a subvaluar el dólar que liquida a los exportadores.
Tres caminos en el kirchnerismo
Y el gobierno que viene se debate entre un ala liberal y un ala populista. La primera está encabezada por Guillermo Nielsen y quiere blindar Vaca Muerta y completar de una buena vez lo que Macri comenzó: que se exporte gas masivamente, industrializado o no, para conseguir los dólares que el país no sabe generar excepto con el campo. El problema de esto es que los hogares tendrían que pagar más caros el gas y la luz. Y las industrias vetustas no podrían seguir subsidiadas.
La segunda ala es el viejo proteccionismo nacionalista peronista. Quiere hornallas gratis para felicidad del pueblo y energía hipersubsidiada para la industria mercadointernista, sin escala e improductiva del conurbano bonaerense. El problema de esto es que, así, nadie va invertir en gas.
La famosa Tercera Posición
En la cúpula del albertismo, con ADN peronista al fin, se ilusionan con una tercera posición: que las petroleras puedan exportar todo lo que quieran y que ni siquiera estén obligadas a traer los dólares (así nadie nadie se los expropia), a cambio de que surtan al mercado interno con gas (y electricidad generada con gas) baratos.
El planteo tiene tres dificultades. Uno: la energía argentina ya es en todas sus formas una de las más baratas del mundo. Los aumentos tarifarios que Macri y Fernández esquivan son sólo para que la energía no vuelva a ser irrisoria.
Dos: el negocio de dame gas gratis adentro y vendé lo que quieras afuera puede andar si vendo 10 adentro y 90 afuera. Pero faltan años para desarrollar la infraestructura capaz de industrializar y transportar todo eso. Por ahora es al revés: 90 adentro y 10 afuera. Y entonces no es negocio.
Tres: las petroleras del mundo van a estar ocupadísimas invirtiendo en el resto del planeta (empezando por Aramco) en países que ya se reconvirtieron y no mantienen industrias que todavía necesitan que les regalen la energía ni empleos tan poco productivos como esas industrias que no generan lo suficiente para costear un precio realista de la energía. Por ende, nadie les pide a esas petroleras que subsidien a nadie.
Fuente: Cadena3