Su desarrolló significó la aparición de baterías que se convirtieron un componente esencial de laptops, celulares y autos. El país es el cuarto productor de este metal en el mundo.
El litio es un metal ligero y muy reactivo. Combinado con otros minerales, puede almacenar una gran cantidad de energía en un dispositivo de tamaño reducido y de poco peso. Su desarrolló significó en las últimas décadas la aparición de baterías que almacenan energía, y que se convirtieron un componente esencial de las laptops, los celulares, los autos y hasta las motos. Esto transformó al litio en un factor fundamental de la revolución tecnológica que tuvo su explosión hace una década con la aparición de los vehículos eléctricos y que semanas atrás llevó a tres científicos a ganar el premio Nobel de Química.
“Cuando hace una década empezamos a trabajar con el tema del litio, las baterías no estaban consolidadas. Hace cuatro años, empezamos a ver las grandes automotrices comenzaban a hacer planes de negocios y proyecciones de lanzamiento de modelos a gran escala para tiempo cercano. China decidió entrar al mercado automotriz vía los autos eléctricos y ha dominado ese mercado. La tecnología del litio como reservorio de almacenamiento está consolidada. Hoy no es el futuro, sino el presente”, afirma Bruno Fornillo, especialista en geopolítica y en la producción de este metal.
En este marco, la Argentina se encuentra en el cuarto lugar entre los principales productores mundiales de litio. En la región, el triángulo compuesto por el Salar de Hombre Muerto de nuestro país, Atacama (Chile) y Uyuni (Bolivia) se encuentra el 80% de las reservas en salares del planeta. Solo en 2018 nuestro tierra exportó 32 mil toneladas de carbonato de litio. El 99 por ciento de la producción tuvo como destino a Estados Unidos.
“Es una oportunidad enorme para la Argentina porque tenemos recursos identificados como para proveer por 300 años la demanda actual mundial. La cantidad de recursos es gigante. La oportunidad de negocios que tiene ahora el país es proveer a esas cadenas de valor global con químicos de litio de alta calidad”, explica a PERFIL la secretaria de Política Minera de Nación, Carolina Sánchez.
Los químicos que demanda la industria de baterías son el carbonato y el hidróxido de litio. Para extraer el material, en nuestro país se realizan perforaciones en los salares, se extrae el agua y se la vierte en piletones. “Las fábricas de baterías están cerca de las de autos. Todo esto ocurre en Asia y ahora hay una incipiente demanda de baterías en Europa. Estamos lejos, entonces tenemos que hacer que el recurso se convierta en un químico con un alto grado de pureza, y tenemos que asegurar la logística para que esa pureza llegue a las fábricas”, detalla Sánchez.
Críticas. “El problema es que estamos produciendo en un lugar subordinado en el patrón tecnológico naciente. Nuevamente pasamos a proveer las materias primas básicas para que los productos terminados y la transición energética se sostenga y la lleven adelante los países centrales. Es lo que nosotros llamamos una neodependencia en la nueva forma de pensar el desarrollo. Eso hace que estemos subordinados y nos convirtamos en la zona de sacrificio de la transición de estos países”, analiza Fornillo.
De acuerdo a su postura, en Bolivia “todo el mercado de litio está bajo control estatal”, mientras que en Chile, “las rentas que pagan las empresas mineras son realmente altas” y pueden llegar al “40 por ciento” con “una cantidad de plata” que va para investigación. “En la Argentina, todo se rige por el poder del dinero, otorgan muchas facilidades impositivas y económicas para la radicación de empresas que con capital extranjero extraen el litio y no se ven obligadas a vender en el país. Exportan todo lo que producen y los controles ambientales los realizan las mismas empresas. Es poco aceptable”, asegura.
En este sentido, Fornillo destaca que en el área de la agregación de valor, “hay un entorno económico y científico lo suficientemente robusto como para apostar por la producción de baterías”. Pero -asegura- en la actualidad “no existe interés estratégico del Estado por el área tecnológico-industrial-litifera y la apertura del mercado lo termina de sepultar”.
Para Sánchez, este metal no se trata de una “materia prima” porque el concentrado de salmuera que sale de un salar y tiene litio está mezclado con un montón de otras cosas, como el magnesio. “Separar el magnesio del litio puro que uno necesita es todo un esfuerzo tecnológico. El concentrado de salmuera entra a una planta química que está en la puna catamarqueña y en la jujeña. El hecho de obtener esos compuestos químicos es un gran agregado de valor porque el litio mezclado con las otras cosas no es nada”, puntualiza.
Otra de las principales críticas es que “casi todos los salares tienen tenencias en manos de empresas privadas y transnacionales”. En rigor, en nuestro país existen dos firmas que explotan el litio: la estadounidense FMC que trabaja en el país desde fines de los años 90 y la australiana Orocobre, que está en Jujuy desde 2014.
Sánchez, por su cuenta, asegura que las propiedades mineras son todas de Argentina y que las “van adquiriendo” compañías extranjeras. “Son argentinos que se las venden a compañías extranjeras. Las dos empresas que están exportando son operadoras extranjeras, pero la propiedad de la tierra en el caso de Jujuy es comunitaria. Los dueños hacen contratos con las operadoras, que son acuerdos privados entre ellos, no entra la provincia, donde sí entra es en las regalías a la exportación”, detalla.
Según calcula la funcionaria, en el caso de Jujuy “el 70 por ciento de los ingresos por la minería de litio queda en la provincia”. Esto incluiría regalías y los empleos directos e indirectos de todas las proveedoras de bienes y servicios que son de origen nacional. Sin embargo, las regalías que las empresas dejan tienen un tope del 3 por ciento sobre el valor de boca de mina. “Este es un tema que está en revisión en el Consejo Federal Minero”, explica Sánchez.
Ambos consultados coinciden en que “no es correcto” hablar de oro blanco, una frase común al referirse a la potencialidad de este metal. “No se trata de hablar del oro blanco o del petróleo del futuro. Esas son imágenes poco realistas porque lo importante es tener el know how y la capacidad económica para hacer que esto funcione. El litio en sí no tiene un mercado muy grande. Aún extrayendo mucho, no es comparable ni a la exportación de nueces de la Argentina”, concluye Fornillo.
Sanchez, completa: “Creo que no está bien hablar de oro blanco porque es un recurso que va a ser muy demandado en los próximos años y tenemos la sospecha de que el precio va a bajar porque la oferta va a aumentar. El oro es un commodity de acumulación, para acumular reservas y con usos que no tienen una contribución al planeta. El litio es un elemento crítico para las tecnologías que van a limpiar la atmósfera. Ese agregado de valor lo vuelve un green mineral que contribuye a la economía verde”.
Fuente: Perfil