Nunca se recibió de ingeniero y triunfa con su marca en la meca de los pura sangre. Fue distinguido con un doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario, y ya había sido distinguido en Módena, la ciudad donde tiene su fábrica
A mediados de los 70, Horacio Pagani hacía dedo para viajar desde su Casilda natal hasta Rosario, adonde cursaba Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional de esa ciudad. ¿Alguno de los que lo hayan ayudado a recorrer esos 50 kilómetros cada día sabrán que ese muchacho ignoto es en la actualidad uno de los diseñadores de autos deportivos más afamados del mundo? Y es el mismo que acaba de entrar por la puerta grande a la misma casa de estudios a la que cada día llegaba con mucho esfuerzo: fue distinguido como Doctor Honoris Causa, y por fin logró llevarse un título de allí, ya que en su juventud había desistido de seguir con la carrera para que pudieran avanzar sus proyectos laborales. Y vaya si acertó.
Pagani fue homenajeado en su provincia, en su país, tras haber forjado una excepcional carrera como diseñador afincado en Módena, la meca de los pura sangre italianos. Recibió el título en el edificio del Espacio Cultural Universitario (ECU) de la Universidad, y con una multitud que se hizo presente para acompañar el agasajo. La decisión de otorgar la máxima distinción de la UNR fue votada por unanimidad en el Consejo Superior, en septiembre pasado. Y le fue entregada por el rector de la casa de estudios, Franco Bartolacci.
Tuvo la dicha de haber sido distinguido con Oreste Berta, su mentor, presente en un auditorio que estaba repleto, ya que también lo acompañaron familiares y amigos. Pagani y Berta están unidos por la pasión por los autos y por haber moldeado sendos nombres en esta exclusiva industria como autodidactas, lo que realza todavía más sus credenciales.
“Cuando se logra algo como esto (por el premio), o como la suerte que he tenido en mi vida de hacer cosas, siempre hay que mirar atrás y ver quién te ayudó. Tengo una pasión muy fuerte desde muy chico que me acompañaba todas las mañanas y me daba energía para levantarme. Pero por otro lado también hubo un montón de personas, ejemplos, mentores, a las cuales tengo que agradecer”, concluyó justamente Pagani.
“Por lo tanto -prosiguió- este reconocimiento debería cortarlo en muchos pedacitos minúsculos y repartirlo entre las tantas personas que estuvieron ayudándome en mi vida. Siempre tuve claro que uno debe tener convicciones, sueños, tiene que ver bastante lejos, pero hay que tratar de ser feliz con cada paso que se va haciendo. No sólo ser feliz cuando lograste algo importante. Cada día tiene que ser una fuente de energía.
Por eso quiero simplemente agradecer a las autoridades de la Universidad, a la gente que ha pensado en este reconocimiento”.
Por los traspiés que sufrió sobre todo en los inicios de su carrera, el santafesino admitió que con la marca Pagani “las cosas fueron mejores de lo que podría haber imaginado, porque ahora la marca es conocida en todo el planeta, con un target de clientes muy alto, no sólo porque sean personas ricas, sino porque son personas que se han destacado”.
Ahora trata de devolverles a sus empleados el mismo criterio que aplicó para sí mismo desde joven: exigir pero dentro de una amplitud creativa, “invertir en las personas y creer en ellas, porque son las que hacen la diferencia”.
“Le doy mucha libertad a la gente para que trabaje. La edad media de la Pagani es 31 años, así que es un grupo muy, muy joven. Invertimos mucho en formación relacional y técnica. Somos latinos, así que tenemos creatividad, fantasía; somos mentirosos, desordenados, egocéntricos. A este mix hay que saber dosificarlo, y esa una de las tareas más complicadas de llevar adelante en una empresa. Al menos en Italia”, comentó.
Pero no es la primera altísima distinción académica que le conceden. Fue en su hogar adoptivo donde recibió el primer título Honoris Causa: en 2018, se lo otorgó la Universidad de Módena y Reggio Emilia. Y, vaya emblema, fue la segunda personalidad dentro de la industria automotriz en conseguir semejante distinción, después de un tal Enzo Ferrari.
“Recibir este título es una gran responsabilidad. Esta es la tierra con la que soñaba venir a trabajar desde niño, no pensaba que me diera tanto por eso agradezco a Módena, a mis colegas y a todos los que permitieron que Pagani se convierta en lo que es ahora y que mis sueños de niño se hagan realidad. Siempre vivo el momento. Más allá de eso, uno tiene que creer en sus sueños, y trabajar mucho con visión, con seriedad. Con estos principios, los resultados llegan”, reflexionaba Pagani por aquellos días.
Llegar al éxito por el camino más largo
Autodidacta y tenaz, Pagani se abrió camino a fuerza de constancia primero para que, una vez en tránsito, el talento hiciera el resto del trabajo.
El padre del Zonda y el Huayra, los dos modelos que lo catapultaron a la fama mundial, había estudiado Bellas Artes y algunas materias de Ingeniería en la Universidad de La Plata. Un gobierno de facto le truncó ese primer intento universitario y regresó a su ciudad. Mientras cursaba en Rosario, ya tenía en Casilda su taller en funcionamiento, pero construía casas rodantes y elementos para el campo. Para entonces ya había diseñado autos, entre ellos un Fórmula 2 que luego sería utilizado oficialmente por Renault.
Conoció a Berta, uno de sus ídolos y su mentor. El Mago de Alta Gracia le presentó a Juan Manuel Fangio cuando éste era presidente de Mercedes-Benz Argentina. Tras mostrarle sus trabajos, el Quíntuple le escribió varias cartas de recomendación con las que viajó a Italia para ir a golpear puertas a las fábricas más célebres del norte de la península. Y así, el casildense recaló en Lamborghini pero tras una negativa inicial de la fábrica, que finalmente lo tomó pero como un empleado de bajo nivel.
Un año más tarde ya estaba a cargo de las carrocerías y ya hacía pruebas en fibra de carbono.
La Guerra del Golfo lo dejó sin trabajo en 1991. Y se cruzó nuevamente con Fangio, quien lo alentó para que empezara con su propio emprendimiento. Seis años más tarde, en el Salón de Ginebra, presentaba el Zonda, que iba a llevar el apellido del Chueco pero, tras su muerte en 1995, decidió darle el nombre del viento seco de Cuyo. Es uno de los dos autos de producción, que no son Mercedes-Benz, a los que la marca alemana les dio un motor… El otro es el Pagani Huayra. El Zonda, en su versión más furiosa, llega a 350 kilómetros por hora, y el Huayra top escala a casi 390 km/h.
Para entender el relieve de los autos de Pagani, a fines de noviembre Sotheby’s subastará una edición especial del Zonda, el Aether, fabricado en 2017 (la producción en serie se discontinuó en 2013), en un precio estimado en más de cinco millones de euros. El Huayra Roadster BC, el último de serie que puso a la venta, tiene un precio de 3,2 millones de euros.
Es un hijo dilecto de Santa Fe, y por ello Rosario le otorgó semejante distinción. El título Honoris Causa en la Universidad Nacional de Rosario fue recibido por una gama ecléctica de personalidades, como Joan Manuel Serrat, León Gieco y Charly García en el mundo de la música, o Lula Da Silva y Rafael Correa entre los políticos.
Y Pagani es un emblema de Casilda, donde fundó una escuela de diseño, en 2012. Allí va parte de su impronta, de su enseñanza, de su huella, de su legado. Mecenas en su tierra, ícono en el resto del mundo, el argentino que brilla y hasta se da el lujo de rechazar pedidos. Un talento, uno más, del que este país puede sentirse orgulloso.
Fuente: Infobae