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El gigante asiático mejora su relación comercial con el EE.UU. de Trump y tiene previsto incrementar sus importaciones agroalimentarias y diversificar sus proveedores.

China acordó con Estados Unidos el domingo pasado comprar entre U$S 40.000 millones y U$S 50.000 millones de productos agrícolas por año, lo que triplica el nivel pico que alcanzó en 2017 –antes de la “guerra comercial”– de U$S 17.000 millones anuales.

Como manifestación de “buena voluntad” hacia el presidente Donald Trump, China compró 20 millones de toneladas de soja en las tres semanas previas, más 700.000 toneladas de carne de cerdo, 200.000 toneladas de trigo, 320.000 toneladas de algodón, y 700.000 toneladas de sorgo.

La “buena voluntad” hacia Trump se expresó en una carta del presidente Xi Jinping entregada por el vicepremier Liu He en la Oficina Oval: “Sr. Presidente, le otorgo gran importancia a sus preocupaciones por los productos agrícolas, y es esencial que respondamos adecuadamente a las inquietudes de las dos partes, porque esto sirve a los intereses de los dos países y a los del mundo en general”.

El puerto de Nantong es una de las puertas de entrada de la soja de la Argentina, Brasil y Estados Unidos.

Es evidente que China da por hecha la reelección de Trump en 2020, y en términos más generales, debido a las características de su civilización de 5.000 años de historia, considera que el “fenómeno Trump” es un acontecimiento irreversible en EE.UU. y en el mundo.

Hay que agregar que las compras agrícolas que realiza en EE.UU. no implican revertir el proceso de diversificación de proveedores realizado en los últimos dos años, y que ha beneficiado ante todo a Brasil y la Argentina, así como a Rusia y Ucrania.

Lo que va a hacer China es aumentar sus importaciones agroalimentarias -que crecen tres veces por encima de sus ventas al exterior-, y al mismo tiempo, como contrapartida, bajar la producción primaria, centrada en la soja y en los granos en general.

China produjo 17,1 millones de toneladas de soja el año pasado (un incremento del 6,9% anual); y esto significa que más de 80% de la demanda domestica es cubierta por soja importada. Por eso compró 87 millones de toneladas en 2018, por debajo del record histórico de 94,3 millones de toneladas de 2017.

El precio de la producción doméstica de soja es U$S 573 por tonelada (4.065 yuanes), mientras que el precio de la importada –tras el pago de impuestos- es inferior (3.397 yuanes / tn).

Triplicar las importaciones de soja estadounidense implica llevar las compras a 120 millones de toneladas o más en tres años, en un camino nítidamente ascendente.

La cosecha de granos superará las 650 millones de toneladas en 2019, por quinto año consecutivo. China tiene un quinto de la población mundial (1.440 millones de habitantes), y produce 25% del total global de agroalimentos.

El rendimiento por hectárea en 2018 fue de 5.621 kilos (más 25% respecto a los niveles de 1996), con 6.110 kilos por hectárea para el maíz (más 6,2% por encima del promedio mundial), y una expansión de 17,4% en relación a los niveles de 1996.

Es notorio que China amplia su concepto de “seguridad alimentaria”, tornándolo global. De ahí que dependa cada vez más de la soja del exterior, sobre todo de EE.UU., Brasil y la Argentina. Entre 2001 y 2018, más de 74% de los granos importados fueron soja y derivados, mientras que el arroz y el trigo representaron 6% del total.

La nutrición ha mejorado notablemente en la República Popular: y en el país de las “grandes hambrunas”, la ingesta diaria asciende hoy a 2.172 calorías, con suficiente provisión de proteínas, grasas y carbohidratos.

Restan sólo 16,6 millones de pobres en China, a partir de los 840 millones que tenía en 1978; y disponen de una ingesta similar a la del promedio del país, asegurada con subsidios especiales para infantes, niños, mujeres embarazadas y ancianos.

El próximo paso de la producción agrícola china es concentrar la cosecha de granos en zonas funcionales altamente intensivas y especializadas, guiadas por un criterio de sustentabilidad y no sólo de incremento de la productividad en términos económicos, con el objetivo de disminuir drásticamente la utilización de fertilizantes químicos.

Ya se han designado 60 millones de hectáreas en las grandes planicies del noreste para la producción funcional de maíz, arroz y trigo, especializándose 15 millones de hectáreas con carácter experimental como zonas protegidas para la cosecha de soja.

La tendencia granaría en China es nítida: menos producción doméstica, más importaciones de soja y en general de agroalimentos. Y búsqueda sistemática de una agricultura sustentable que respete el ciclo de la vida.

Todo esto se fundamenta en un criterio de “seguridad alimentaria” de carácter global, alejado para siempre de lo meramente domestico, sinónimo de provincianismo.

 

Fuente: Clarin