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Algunos postulan que debe restringirse a la generación de divisas, con un enfoque colonialista y financiero. Otros proponen generación de divisas por generación de riqueza, producción, empleo, tecnología y modernización económica.

Por Federico Bernal

Un debate creciente es la razón de ser de Vaca Muerta. Algunos postulan que sea una suerte de pozo petrolero del mundo (una Pampa Húmeda hidrocarburífera), cuyo destino debe restringirse a la generación de divisas (para pagar la deuda, siquiera para industrializarnos) vía exportaciones masivas de crudo y gas.

La cuasi terminal crisis de la economía argentina sería el factor determinante y obligatorio para explotar Vaca Muerta de manera incompatible con un proyecto de desarrollo nacional con inclusión social y provincial, modernización y autosuficiencia económica que nos reinstale en la división internacional del trabajo, de acuerdo a los intereses de los argentinos y las argentinas.

El momento estratégico en materia de hidrocarburos no convencionales en el mundo es este. Lo que se haga a partir de 2020 será determinante para el futuro nacional en lo que resta del siglo XXI.

Los montos de las exportaciones y la generación de divisas por Vaca Muerta

En OETEC consideramos que suponer exportaciones por u$s20.000 millones para 2022 y u$s40.000 millones para 2025 carece de todo sustento técnico, por más que duela o desilusione. Sin embargo, no es ese el punto, sino cuánto del monto generado por las exportaciones queda en manos del Estado nacional.

Ventas externas por u$s5.000 millones como sí podrían alcanzarse en 2021 implica, en función de las actuales reglas de juego, cerca de u$s330 millones (a un tipo de cambio de $60). ¿Cuánto deja al Estado nacional exportaciones de GNL, descontados los actores de la cadena de valor como son las productoras, la transportista, la licuefacción y el transporte marítimo?

Las nuevas plantas de GNL y el olvidado shale oil

El abordaje netamente exportador (formato Segunda Pampa Húmeda para Vaca Muerta) y generador de divisas pasa por alto el complejo panorama que asiste al mercado del GNL. La Argentina llega muy tarde al gas licuado, lo cual no significa que no entremos en él. Pero el ingreso debe ser muy inteligente, maximizando ventajas y haciendo uso de la geopolítica energética mundial. En este sentido, debe evaluarse con sumo cuidado el lugar de emplazamiento de una primera planta de GNL, por ejemplo, del orden de los 10 millones de m3/día. Creemos que su ubicación en Tierra del Fuego implicaría un precio competitivo, a la vez que geoestratégicamente destinada a la demanda china. De esta forma, podríamos volcar el gas de Vaca Muerta al mercado interno y regional, lo que no implica desechar instalaciones de plantas modulares de GNL en Bahía Blanca también.

Va de suyo que aplicar mayores retenciones a las vigentes destruiría cualquier posibilidad al respecto, sobre todo en GNL. Con lo cual, y visto que una planta de licuefacción podría estar operativa no antes de 2024, difícilmente esta opción exportadora pueda representar un ingreso de divisas significativo para el Estado nacional.

Finalmente, vale destacar la subordinación de la exportación de shale oil a la de gas natural. Pensamos que es al revés. El shale oil representa la mejor opción exportadora en el mediano plazo, permitiendo apalancar los desarrollos no convencionales, en paralelo a aprovechar la producción de gas asociado para el mercado interno a precios muy inferiores a los vigentes.

La industrialización del gas y el modelo estadounidense

La industrialización del gas en estos planteos brilla por su ausencia. Valor agregado cero; desarrollo tecnológico, cero. En los Estados Unidos la revolución del shale fue planteada y encarada desde un comienzo por las principales universidades públicas y privadas de aquel país como una herramienta fundamental para el renacimiento industrial estadounidense.

Un informe de la Universidad de Michigan publicado en el 2014 sobre el shale gas es revelador. “La fortaleza de un país se mide por su capacidad de construir. Gestionada adecuadamente, la disponibilidad de gas de esquisto a bajo costo podría catalizar un renacimiento en industria estadounidense, revitalizando la industria química y mejorando la competitividad mundial de los sectores manufactureros energéticos-intensivos, como son el aluminio, el acero, el papel, el vidrio y los alimentos”, señala en la introducción.

A propósito, en febrero de 2014, el Consejo Americano de la Industria Química, informó que producto de la revolución del shale se estaban barajando potenciales proyectos por 148 plantas químicas y del plástico por u$s100.000 millones en EE.UU.

En septiembre de 2018, la misma organización confirmó la instalación desde 2010 de 333 proyectos químicos con una inversión acumulada de u$s202.400 millones, de los cuales un 53% se encuentran en la fase de construcción o fueron completados, mientras que 41% están en planificación. Del total de proyectos, 68% es inversión extranjera directa o incluye socios extranjeros. Los proyectos incluyen nuevas instalaciones como expansión de las capacidades existentes.

¿Qué puede pasar en la Argentina con el futuro del shale?

Las exportaciones de gas con valor agregado brillan por su ausencia cuando la venta al extranjero de urea y metanol triplica el valor de venta del GNL; cuando las exportaciones de estos productos a partir de 2023/24 podrían aportar en el corto plazo entre u$s3.000 y u$s4.000 millones adicionales por año a las de crudo y gas natural, con la ventaja de haber implicado inversiones en plantas de metanol, urea, propileno y polipropileno, multiplicando empleo local (cerca de 50.000 nuevos puestos de trabajo), desarrollando la industria de la construcción, la industria metalúrgica y fomentando las capacidades científicas y tecnológicas nacionales.

Asimismo, involucraría ingresos al fisco por esos volúmenes de exportación del orden de los u$s1.000 millones anuales, según estudios presentados por la Cámara de la Industria Química y Petroquímica de la República Argentina. A las nuevas plantas podrían invitarse a los actuales actores del sector, pero también se podría abrir el juego no solamente a las productoras -por qué no, a través de un esquema mejorado tipo FONINVEMEM-, sino crear la Industria Petroquímica Federal, con participación de las 23 provincias a los efectos de federalizar nuestros hidrocarburos, apalancando desde aquí la recuperación de la abandonada producción convencional. Como sea, y más allá de estas alternativas, el ingreso de capitales chinos aquí resulta medular.

Fideicomiso en el extranjero “versus” la garantía de demanda en expansión

Llama la atención la excesiva preocupación y hasta los insólitos ofrecimientos -como el fideicomiso en EE.UU.- a los efectos de contentar a productoras y de la lluvia de inversiones prometida que nunca llegó. Las inversiones hidrocarburíferas registradas en Neuquén en 2014 no fueron superadas ni en 2016, 2017, 2018 y 2019 (se prevé terminen en el orden de los u$s4.000 millones).Peor aún con las de 2015 ¿por qué? ¿Por falta de nuevos beneficios a las productoras? De ninguna manera.

Ha sido el desplome de la demanda térmica (donde la injustificada penetración de renovables intermitentes provocó un severo daño), el desplome residencial e industrial consecuencia del tarifazo, la falta de planificación de nueva infraestructura (gasoductos, plantas de GNL, etc.) y, por supuesto, el progresivo e interminable caos macroeconómico las causas de una Vaca Muerta que jamás despegó.

Según datos la Reserva Federal de Dallas en 2012, la revolución el shale gas en Estados Unidos fue apalancada por el desarrollo masivo de la industria petroquímica y química. En la tabla, el listado de empresas fabricantes de etileno. El macrismo no construyó una sola tonelada de capacidad adicional en petroquímica y química en la Argentina.

En realidad, los avances en materia de gas obedecen a una única concesión: Fortín de Piedra de Tecpetrol, mientras que los de petróleo a los de la pesada herencia (YPF-Chevron e YPF-Petronas). ¿Se necesitó en la Vaca Muerta anterior a Macri, de la que nada o muy poco se conocía, y que ponía primera con costos mucho más elevados a los actuales, “blindar” de seguridad jurídica a las empresas? ¿Las productoras necesitaron un fideicomiso en EE.UU. o necesitaron contratos a largo plazo, garantizados por el Estado nacional, de una demanda sostenible y en expansión? Esto último, sin dudas, es el pedido y reclamo de la industria más que cualquier otra cosa. ¿De qué demanda hablamos? Siempre en simultáneo su planificación y puesta en marcha:

  • a) Gasificación de la demanda insatisfecha en la Argentina (necesaria terminación de gasoductos como el GNEA);
  • b) Revolución industrial petroquímica, química y del plástico, con la construcción en serie de plantas de urea, metanol, polietileno y polipropileno, destino interno como de exportación;
  • c) Construcción de nuevas centrales térmicas y construcción del segundo anillo;
  • d) Adecuar las licitaciones del Plan RenovAr, normalizando la competencia entre fuentes de generación, incorporando a las intermitentes los costos de potencia y de transporte;
  • e) Contratos en firme con CAMMESA;
  • f) Reconversión del transporte público y pesado a gas, comprendiendo la industria marítima;
  • g) Exportaciones de gas natural en firme a Chile, Paraguay (aprovechando el GNEA) y sur de Brasil;
  • h) Exportaciones de shale oil y GNL;
  • i) Exportación de GLP a Paraguay (GLP que liberará la gasificación de la demanda insatisfecha interna);
  • j) Refinería de shale oil, una vez consolidados volúmenes de exportación que blinden ante eventuales cambios en la cotización internacional. Para poner en marcha este programa consideramos amerita un análisis particular para cada concesión de Vaca Muerta (igual para los no convencionales de Santa Cruz), porque cada concesión es un mundo en sí mismo. Sus costos varían, sus tipos de hidrocarburos, su ubicación, etc.

En función de ello, los precios requeridos -tanto de venta al mercado interno como de exportación- la posibilidad de pesificar costos toda vez que eso sea posible, respetando siempre el objetivo de hacernos de precios y tarifas justas, razonables y asequibles, promotoras del desarrollo de las economías regionales, la producción e industrialización del país (modernización económica). Por ejemplo, precios de exportación que contribuyan a bajar los domésticos. Habrá empresas, en este marco, que quieran exportar en verano, lo cual permitiría reducir fuertemente los precios del gas en invierno para la demanda local.

¿Para qué queremos Vaca Muerta?

¿La energía es una de las llaves de la solución a qué problema? ¿El problema de herencia macroeconómica o el problema del subdesarrollo recurrente y la primarización económica? Desde ya que el problema del endeudamiento macrista y los vencimientos que le caben al próximo gobierno resultan gravísimos. Pero restringir Vaca Muerta a un rol meramente generador de divisas constituye no solamente un error aún más grave, sino uno de impacto centenario (condicionará todo el siglo XXI).

Entonces, la pregunta del millón y del momento: ¿Para qué queremos Vaca Muerta? ¿Para quiénes? En Estados Unidos, potencia industrial y con un mercado interno de más de 300 millones de personas, han enfocado la revolución de los no convencionales en el desarrollo de ese mismo mercado interno, el renacimiento industrial del país y su competitividad e internacionalización en función de precios baratos del gas y los combustibles.

En la Argentina, contraria y paradójicamente a pesar de la falta recurrente de industrialización, la revolución del shale o su horizonte de explotación se centra en el tradicional enfoque colonialista y financiero. Generación de divisas por generación de riqueza, producción, empleo, tecnología y modernización económica.

(*) Director de OETEC

Fuente: Ambito