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Mucho se habla sobre los motores de combustión y lo dañinos que son para la salud y para el medio ambiente. Pero lo cierto es que los coches nuevos que son diésel o de gasolina contaminan muy poco. Y… ¡sorpresa! En algunas ocasiones, menos que un eléctrico.

“Los coches eléctricos son el futuro”, “contaminan mucho menos”… Seguro que durante los últimos meses no has dejado de escuchar frases tan gastadas y poco originales como esas. Pero, ¿te has parado a investigar alguna vez sobre la contaminación de los coches eléctricos?

La contaminación de los coches eléctricos, un tabú

La cuestión es que desde los fabricantes hasta el Gobierno, pasando por la publicidad o la propia gente, nos ha intentado convencer de que los coches eléctricos son la solución al cambio climático, a los atascos dentro de las ciudades, a los problemas de salud de la población o al alto gasto de combustible mensual. Pueden solucionarlo todo. Y nada más lejos de la realidad: los coches eléctricos también contaminan. Más de lo que nos hacen creer y de lo que pudieras pensar en un principio. Si bien es justo reconocer que esta polución suele ser menor (y recalco el suele) que la de un coche de combustión. ¿Cómo contamina un coche eléctrico?

La propia fabricación

La contaminación de un coche eléctrico comienza en la propia fabricación del vehículo. Es posible que alguna vez hayas visto un ‘meme’ de un conductor con su diésel emitiendo humo negro y diciendo lo contaminante que se siente; y justo debajo la misma imagen pero con un coche eléctrico mientras comenta que se siente muy ‘limpio’. Y el coche conectado a una fábrica que está echando humo negro, justo igual que el diésel. No es del todo así, pero puede servir para que te hagas una idea.

Contaminación

Por ejemplo. La fabricación de baterías para almacenar la electricidad que a la postre moverá el vehículo necesita quemar combustible. Al menos por ahora, hasta que se encuentren materiales capaces de dar cabida a esa electricidad que sean más eficientes y respetuosos con el medio ambiente. Porque ahora se utilizan, entre otros, litio, cobalto y manganeso, cuya fabricación necesita más energía que la de un motor de combustión. El hecho de no ver la quema de ese combustible no significa que no exista. Aunque también hay que admitir que, por lo general, esa contaminación no está en el centro de las ciudades.

Además, por el momento, las ventas de coches eléctricos son mucho menos numerosas que las de vehículos con un motor de combustión interna. Esto implica que para fabricar muchas menos unidades hay que utilizar una cantidad similar de combustible (de nuevo) para poner en marcha las máquinas encargadas de construirlos. Porque los de combustión se fabrican en tiradas mucho más grande. ¿Qué significa esto? A grandes rasgos: mismo gasto de energía contaminante para elaborar menos unidades.

Frenos, embragues y neumáticos

Una de las principales conclusiones extraídas por varios expertos reunidos en Barcelona en 2013 con motivo de unas jornadas sobre la calidad del aire fue que el desgaste de los frenos, los embragues y los neumáticos es muy alarmante. Tanto que, en conjunto, tiene la culpa del 50% de la contaminación que hay en el aire (y subiendo). Además, cada año fallecen varios cientos de miles de personas debido a la polución, una polución en la que el tráfico rodado tiene una importancia capital. Y también los coches eléctricos contaminan, ya que no se libran de utilizar frenos o neumáticos.

Prueba de la tecnología del Nissan Leaf

A pesar de que estas conclusiones tuvieron lugar hace unos seis años, todavía no existe ninguna legislación en relación a la contaminación por el desgaste mecánico. Y esta situación se agrava todavía más en los vehículos con un sistema de propulsión eléctrico o híbrido. Las baterías que utilizan para proporcionar energía al motor son un lastre muy grande en su peso. Para hacernos una idea, un Nissan Leaf pesa unos 1.750 kg, por los menos de 1.400 kg del Seat León más pesado. Esto implica un mayor desgaste de estos elementos y, por lo tanto, mayor contaminación.

Al hilo de lo anterior, el rotativo británico The Guardian concluyó lo mismo en un estudio sobre el tema realizado en 2016. Es decir, que el 50% de los contaminantes del aire se desprende de los componentes mencionados, así como del polvo que despide el asfalto. Lo que sugieren para paliar este tipo de contaminación de los coches eléctricos y del resto de vehículos en general es alguna clase de ley que se encargue de medir y de regular la polución proveniente de este desgaste.

¿Más CO2 que uno de combustión?

Un estudio realizado por el científico Christoph Buchal, de la Universidad de Colonia, ha determinado que los coches eléctricos contaminan más que los diésel. En concreto, entre un 11% y un 28% más. Para obtener sus conclusiones utilizó un Mercedes Clase C 220d y un Tesla Model S. El alemán homologa unas emisiones de CO2 de 117 g/km, mientras que para fabricar el modelo americano se emiten a la atmósfera entre 11 y 15 toneladas de CO2. En una vida útil de diez años y recorriendo 15.000 km al año, el Tesla emitiría entre 73 y 98 g/km.

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Sin embargo, si también tenemos en cuenta la contaminación generada en la recarga de sus baterías, el Model S emitiría entre 156 y 181 g de CO2 por km, siempre según el estudio de Buchal. Por lo tanto, sería más contaminante que el Mercedes.

A modo de conclusión, hemos de decir que los eléctricos no son la salvación de la tierra, pero tampoco son el demonio. Los últimos avances tecnológicos en materia de eficiencia hacen que los coches, todos, sean cada vez menos contaminantes. Veremos en qué queda todo…

Fuente: Topgear